Max conduce por el camino que nos lleva a lo que solía ser mi casa. Ni siquiera sé si puedo llamar a ese lugar "casa".
—Sé que quizás esto es raro para ti —comienza a hablar mi hermano—, pero, no sé... ¿crees que puedas hacer el intento de llevarte bien con mamá?
—Estoy aquí porque me lo pediste, Max. No me pidas que adopte el rol de hija perfecta también.
Miro su perfil y noto cómo tensa la mandíbula. No crean que me olvidé que le mintió a George y que apoyó a papá todos estos años con la mentira.
—Llegamos —anuncia. Mamá y Vicky ya están en la puerta esperándonos.
Bajo del auto y Vicky salta sobre mí, abrazándome.
—Gracias por venir.
Noto que mamá me mira mientras abraza a Max. Cuando se separan, se acerca a mí pero no me abraza. Sabe que es demasiado pronto para eso.
—Hola, Day...
—Hola, mamá —devuelvo el saludo y ahorro el mal gusto de decirle que no me llame "Day".
—¿Les parece si entramos? Cociné su cena favorita.
Ella ya no conoce mi cena favorita.
Cuando entramos, noto que todo está cambiado. Las paredes, pintadas de blanco, ya no tienen los cuadros que solían tener. Los pisos ahora son de cerámica y todo está más moderno. Sin embargo, eso no es lo único que cambió. De pequeña sentía que este lugar era inmenso, pero ahora siento que me quedó pequeño.
—Daisy —llama mi atención Max—. ¿Vienes? —asiento y paso al comedor.
Comemos con tranquilidad, hablando de lo que ha sido de nuestras vidas, como si fuéramos una familia. Las conversaciones fluyen con una extraña normalidad, intercambiando detalles sobre trabajos, estudios y eventos recientes. Mamá y Vicky parecen intentar recrear la ilusión de una cena familiar unida, pero en cada pausa, en cada gesto cuidadoso, se siente el peso de lo que no se dice.
Nunca seremos una familia. A pesar del intento de normalidad, hay una distancia palpable entre nosotros. Las heridas del pasado, las decisiones tomadas y las palabras no dichas crean un abismo que ninguna cena puede cubrir. La mirada evasiva de mamá cuando se menciona el pasado, el silencio incómodo que se cuela entre las palabras, todo ello deja en claro que lo que compartimos ahora es solo una sombra de lo que alguna vez fue una familia.
Las palabras fluyen pero no son las palabras de una familia unida, son las palabras de extraños tratando de encontrar puntos en común para evitar lo inevitable.
Al terminar la noche, nos vamos a acostar. Eso fue hace dos horas. Miro mi habitación, que sigue intacta, y miles de recuerdos inundan mi cabeza.
La pantalla de mi celular se ilumina y veo que George me mandó un mensaje avisando que ya estaba con su familia. Sonrío y le contesto con una selfie mía ya acostada.
George parece desaparecer porque no me contesta, así que me levanto. Una vez que bajo las escaleras, salgo al patio. Noto lo seca que está la tierra de las plantas y me pongo a regar.
Mi mente vuelve al inglés. Él es maravilloso. Dios, incluso es más maravilloso de lo que recordaba y me asusta como la mierda. Siento que nunca seré suficiente para él, que es demasiado y que terminaré lastimándolo.
—¡Daisy! —me sacan de mi ensoñación—. Vas a ahogar a la pobre planta —regaña mi madre. Cierro la canilla de la manguera y noto que mi mamá suelta una pequeña risa.
—¿Qué?
—Cuando eras pequeña hacías lo mismo. Regabas las plantas hasta darles demasiada agua porque no sabías cuándo dejar de dar.
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seven | ɢᴇᴏʀɢᴇ ʀᴜꜱꜱᴇʟʟ
Fanfiction- ; 𝐒𝐄𝐕𝐄𝐍 DAISY y GEORGE se enamoraron cuando eran adolescentes y es una huella que no pudieron borrar de sus corazones; en definitiva, es mucho más difícil tratar de ponerle punto final a algo que ni siquiera debería haber terminado. Day, en...