VUELTA A EMPEZAR

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Otra vez vuelta a empezar. De nuevo empiezo a estar atacado, nervioso y con sensaciones asfixiantes en todo mi interior. Esa nota me ha dejado totalmente noqueado, pero no me pienso rendir y eso es lo que más le duele a quien quiera que sea. Por más que intento encontrar una explicación no consigo encontrarla. Agazapado y nervioso, apoyo mi espalda contra la pared, con las rodillas en el pecho y la cabeza entre ellas, sin saber muy bien qué debo hacer ahora.

- Julián, mi gran amigo, no sabes cuánto te voy a echar de menos. - pienso entre balbuceos, nervioso, pero seguro de que voy a darlo todo por esclarecer la verdad, por qué un amigo merece todo lo mejor de uno mismo y él, sin duda, lo merecía.

De repente empieza a sonar mi teléfono, algo extraño me corroe por dentro del cuerpo, como un volcán en erupción dentro de mi pecho.

- Hola, ¿Pablo?

- Sí, yo mismo. ¿Quién llama? - respondo.

- Llamamos del Hospital San Juan de Dios de Granada en relación a Julián Barrientos. Siento comunicarle que su amigo ha fallecido esta mañana.

- Me acabo de enterar. ¿Cómo ha sido?

- Pues es algo muy raro y que nadie aquí se explica. Cuando estuvieron aquí ayer estaba bastante débil y temíamos que este momento podía llegar pronto, pero su amigo mejoró en cuestión de horas, la medicación funcionó y conseguimos reanimarlo e, incluso, abrió los ojos, pero durante la noche pasó algo que no sabemos y esta mañana lo hemos encontrado sobre la cama sin respirar.

- ¡Qué raro! ¿Quiere decir que alguien pudo haber entrado en su habitación durante la noche y acabar así con su vida?

- No queremos pensar en que algo así haya podido suceder, pero no podemos descartar nada. Hay cámaras en todas las zonas del hospital, en el parking, en la zona de entrada, en el ascensor, en cada una de las plantas..., las revisaremos con precisión y cuidado para intentar encontrar una respuesta.

- De acuerdo, doctora. ¡Muchas gracias! Voy a buscar a su madre e iremos de seguida hacia allá. Hasta después.

Al colgar el teléfono todo a mí alrededor empieza a dar vueltas. Asomado a la ventana y con la mirada perdida me pongo a divisar el infinito, buscando respuestas, intentando encontrar algo de luz entre tanta oscuridad, pero no me llega nada que me proporcione soluciones, algo que me diga que camino debo escoger, hacia donde debo ir, qué debo hacer ahora. Son unos minutos de auténtica incertidumbre. Triste y solitario, así me siento en este preciso instante. Julián, mi amigo de toda la vida, no se merecía todo lo que ha pasado y lo único que quiero es encontrar al culpable que ha perpetrado todo esto.

Sin más dilación, cojo la chaqueta y me dirijo con rapidez hacia la salida. Necesito ir a buscar a María e ir hasta el hospital para exigir responsabilidades. ¿Nadie vio nada? ¿Dónde estaban los vigilantes de seguridad? Nervioso y totalmente perdido bajo las escaleras con decisión y coraje, pero al llegar a abajo y abrir la puerta del portal del edificio algo tirado en el suelo, a unos cien metros de donde me encuentro, me hace retroceder.

Una chaqueta de color verde y una gorra granate están tiradas frente al portal. Una chaqueta y una gorra que pertenecen a Julián. Lo reconozco al instante. Totalmente aturdido me decido a echarle una foto, sin acercarme demasiado, prefiero mantener una distancia prudencial, pensando en que pueda haber alguien espiándome cerca de ahí. Ahora, lo primero de todo, es ir a la policía y presentar una denuncia por acoso. Llevo la fotografía que acabo de hacer y la nota encontrada bajo la puerta de mi piso. Empiezo a caminar con rapidez, nervioso y sin dejar de mover mi cabeza a todos lados, evitando pasar por las zonas menos concurridas, necesito estar cerca de donde haya mucha gente, evitar pasar por calles oscuras y solitarias, necesito sentirme seguro.

Después de correr durante casi quince minutos, por fin llego a la comisaría. Sin más intención que presentar la denuncia, entro y voy directo a recepción.

- Buenos días, inspector. Quisiera presentar una denuncia por acoso contra mi persona.

- Buenos días, señor. Dígame su nombre, por favor.

- Me llamo Pablo Larrauri y durante los últimos días estoy sufriendo llamadas y amenazas contra mi persona de muchas maneras distintas.

- ¿Qué tipo de amenazas? ¿Puede ser más preciso, por favor?

- Amenazas de muerte, inspector.

- Espere un momento aquí, de seguida le hago pasar a la sala.

Cinco minutos después, sentado y en calma, me toman la denuncia. Estoy decidido a llegar al final para que toda esta injuria y pesadilla acabe de una vez.

- ¿Me está diciendo que su amigo ha sido asesinado en la habitación del Hospital?

- Le estoy diciendo lo que desde el Hospital me han transmitido. La posibilidad de que alguien, durante la noche, haya podido matar a Julián. Además de haberme encontrado algunas de sus pertenencias tiradas frente a la puerta de acceso al edificio donde vivo, en plena plaza. Mire la foto que he hecho nada más verlo.

- ¿Está seguro que pertenecen a Julián?

- Totalmente, inspector. Además, mire la nota que encontré bajo la puerta de mi piso. Cada día pasa algo: llamadas amenazadoras, notas bajo la puerta, ahora la ropa de mi amigo en la puerta de mi casa. ¿Qué hago? Me voy a volver loco.

- Entiendo que pueda estar nervioso e intranquilo, pero ahora le pido calma y prudencia. Nosotros vamos a investigar el caso y vamos a pedir ver las grabaciones de las cámaras de seguridad del hospital y de la plaza para intentar esclarecer lo sucedido. Le pido que se mantenga en casa y que no haga nada que le pueda perjudicar. ¿De acuerdo?

- ¡Muchas gracias, inspector! Pero entienda usted también que necesito ir al Hospital y saber qué es lo que ha pasado. Su madre aún ni lo sabe y la mujer necesitará también ir y ver a su hijo, aunque él no la vaya a poder volver a ver nunca más.

- Todo a su momento, señor. Haga lo que le pido y así nosotros podemos actuar con precisión. ¿Quiere que llamemos nosotros a la madre de Julián?

- No hace falta, ahora la llamaré yo. ¡Muchas gracias!

Al salir de la comisaría me vuelven a surgir millones de dudas. Momentos pasados junto a Julián que se me amontonan, uno a uno, machacando mi cabeza.

Julián ha estado siempre a mi lado. Hemos compartido infinidad de momentos inolvidables ya desde bien pequeños. También ha estado conmigo en los momentos más duros, en aquellos que uno es capaz de mandarlo todo a la mierda, alentándome y preocupándose por mí sin pedir nada a cambio. Se lo debo todo. Un amigo irrepetible. Juro que voy a luchar por él, por demostrar mi inocencia y por encontrar al desgraciado que ha decidido acabar con su vida de esta manera.




LA MIRADA TRISTE DEL CHICO QUE OBSERVABA EL INFINITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora