La policía judicial de Granada me ha vuelto a citar para declarar. Obviamente, he decidido llamar a un abogado penalista para que me defienda ante el caso que se me acusa. No tienen pruebas y yo voy a demostrar que están equivocados conmigo. Marcelo Palacios es el mejor abogado penalista de Granada y la persona que necesito para poder solucionar todo este calvario cuanto antes.
- Vamos a preparar tu declaración a conciencia, así que no te preocupes porque, primero de todo eres inocente y así lo vas a demostrar y, sin más remedio, sin pruebas de ningún tipo no les quedará otra que declararte no culpable.
- Estoy muy nervioso, la verdad. No consigo dormir por las noches, me da miedo salir a la calle, me siento observado allí a donde voy, siento que la gente me señala con el dedo y no me parece justo.
- Tranquilo Pablo, aunque sé que es una situación complicada de gestionar, vamos a demostrar tu inocencia y cuando se sepa la verdad todo esto caerá en el olvido para toda esa gente de ahí fuera.
Junto a Marcelo nos dirigimos al interior de la comisaría. Estoy totalmente fuera de lugar y, aunque él me ha intentado calmar, temo ponerme nervioso y que no consiga declarar con firmeza.
Ya en el interior, el Inspector Francisco Alonso Ranga nos hace pasar a la sala de declaraciones. Mi abogado me pone la mano sobre el hombro para transmitirme la calma y la serenidad que justo en este momento necesito.
- Muy bien Pablo, primero de todo, ¿Dónde estuvo la noche del 2 de Febrero?
- Verá, antes de nada quiero decir que se me relaciona con el caso por culpa de mi coche, algo imposible porque lleva más de un mes en el taller.
- Señor, le sugiero que se limite a contestar únicamente lo que yo le pregunto, ¿De acuerdo? Volvamos a empezar, ¿Dónde estuvo la noche del 2 de Febrero señor Pablo Larrauri?
- Esa noche no salí de casa. Tengo mucho trabajo, muchos encargos, y suelo trabajar por las noches después de cenar para avanzar sobre ellos.
- ¿Hay alguien que pueda corroborar lo que dice?
- Mi defendido vive solo inspector, ¿Quién lo va a ver? - responde Marcelo.
- Puede mirar las cámaras de la Plaza Nueva, allí hay cuatro cámaras en cada una de las esquinas de la plaza y podrá comprobar que yo no salí de casa en toda la noche.
- No tenga ningún tipo de duda de que así será. Ahora mismo pido la orden al juez para poder visualizarlas. Ya sabe que las cámaras de seguridad en los espacios públicos nos ayudan a prevenir, inhibir y combatir conductas ilícitas y para velar por la orden y la tranquilidad de los ciudadanos.
- Lo sé inspector y no tengo ningún tipo de problema de que así lo haga. Si puedo ayudar en lo que sea estaré encantado, todo sea por terminar toda esta pesadilla cuanto antes.
- ¿Hay alguna razón más para mantener a mi cliente aquí un minuto más? - preguntó Marcelo.
- Aún debe responder algunas cosas señor. ¿En qué taller tiene su coche?
- El taller está en la Calle Don Simeón. Si va allí, al único taller de coches que hay, le podrá preguntar al mecánico, como le he dicho lleva allí más de un mes.
- ¿Tiene alguna sospecha de quién puede acusarle entonces de lo sucedido y de qué, según usted, inventen eso de que han visto su coche en la escena del crimen?
- Ya está bien por ahora Inspector. Mi cliente le ha respondido a lo que sabe y lo ha hecho con sinceridad. No tiene nada que esconder y usted le está realizando preguntas que no aclaran algo que ya no se sepa. Así que, si nos permite, nosotros nos vamos. Por favor, hagan el favor de revisar de una vez esas malditas cámaras de seguridad.
Marcelo y yo nos levantamos de nuestras sillas y, sin decir una sola palabra más, nos dirigimos con celeridad hacia la calle. La verdad es que necesito salir de ahí de una vez, he empezado a agobiarme y ansío respirar el aire de la calle.
- ¿Te apetece tomar un café, Pablo? - pregunta Marcelo.
- No sé si es buena idea, Marcelo. Por aquí estoy en boca de todo el mundo últimamente. Las noticias corren como la pólvora y nadie es capaz de frenar esta locura.
- Estate tranquilo, chico. Es tan normal que tú te sientas así como que el pueblo te mire. Están totalmente manipulados por la prensa, por las noticias falsas y por todas esas cosas que la gente cree saber y propaga sin corroborar su veracidad.
Empezamos a caminar en dirección al coche de Marcelo. Yo voy con la cabeza abajo, sin saber muy bien qué debo hacer ahora. No se me ocurre otra cosa que pedirle a Marcelo que me lleve hasta casa. Necesito una ducha de agua caliente y estirarme en el sofá. Necesito apagar el botón de la cabeza y desconectar de todo.
De repente, a escasos metros del vehículo de mi abogado, en mitad de un estado de absoluta evasión, empiezo a escuchar unas voces estridentes que proceden de detrás del mismo parking donde nos encontramos. Miro a Marcelo y en ese cruce de miradas vuelvo a encontrar la calma que tanto necesito.
Después de despedirme de mi abogado y bajarme de su coche, me dirijo hacia el portal de entrada al edificio donde vivo y, en un acto reflejo, no puedo evitar volver la cabeza hacia atrás justo antes de girar la llave. No veo nada sospechoso, nadie que me persiga, así que entro, cierro la puerta y subo las escaleras hacia la cuarta planta, allí donde está situado mi piso.
Al abrir la puerta encuentro una nota justo en el suelo y que acaba por partirme en mil pedazos por dentro:
Tu querido amigo Julián se ha ido para siempre, como te vas a ir tú también. Sé feliz mientras puedas por qué no voy a parar hasta hacerte pagar por lo que has hecho. Has destruido a cuatro familias y eso no se puede perdonar. Pronto tendrás noticias mías, mientras tanto ándate con mucho cuidado.
¡Hasta pronto!