De regreso a casa, lo primero que debo hacer es llamar a María, no puedo esperar más, necesita saber lo que ha sucedido con Julián. Decido prepararme un café y pensar antes en cómo se lo voy a decir. Me preocupa lo que pueda ser de María a partir de ahora. Ella es una mujer que necesita de alguien para sobrevivir, está muy débil y temo que esto acabe por llevársela a ella también.
Me dispongo a pensar en ello, en la manera de decírselo. Creo que debo ser conciso y a su vez directo, sin demasiada información, de eso ya se encargará la policía, de entrar en detalles. De repente, enfrascado en mis pensamientos, una llamada entrante en mi teléfono móvil me sobresalta.
- ¡Buenos días! ¿Quién llama? - respondo.
- ¡Hola! ¿Es usted Pablo Larrauri?
- Sí, soy yo. ¿Quién es usted?
- Le llamo del Hospital San Juan de Dios de Granada. ¿Podría venir esta mañana para revisar las cámaras de seguridad? La policía ya está avisada y nos gustaría poder hacerlo conjuntamente con ellos, nuestro equipo de seguridad y con usted.
- Pero, ¿han visto algo sospechoso? ¿Algo extraño?
- Nosotros no las hemos querido revisar todavía. Queremos cumplir con el protocolo de nuestro centro y este es tal cual le he explicado. ¿Le va bien a las 12 del mediodía?
- Pues allí estaré entonces. ¡Muchas gracias, de verdad!
- A usted, señor. ¡Hasta después!
Al colgar el teléfono decido posponer la llamada a María. Antes necesito saber qué pasó con Julián, sí hay algo sospechoso o algún hilo por el que tirar. Estoy dispuesto a llegar hasta el final para descubrir que pasó con mi amigo. Me dan igual todas esas amenazas que he sufrido, todas esas notas que he recibido o todas esas insinuaciones con las que me he topado durante los últimos días.
Cojo mi abrigo y abro la puerta a toda prisa. Son las 10.30 de la mañana y, aunque estoy relativamente cerca del hospital, antes necesito hacer una cosa. Bajo las escaleras corriendo y de dos en dos. Una escalera sombría y solitaria, sin mucha vida, al menos durante las mañanas. Pero al llegar a la primera planta, justo en la pared de enfrente a la escalera, una pintada me pone en alerta.
"Aquí vive Pablo Larrauri, su vecino es el asesino"
Hago una foto, nervioso, totalmente asombrado por todo lo que me está pasando. No consigo encajar las piezas. Nada de esto es culpa mía y, sin embargo, parece que tengo sobre mí el puzle más grande del planeta.
Por fin llego a la calle, necesito respirar, necesito encontrar a alguien antes de las 12. Me pongo a correr, no pienso mirar atrás, mi objetivo está claro y necesito llegar allí cuanto antes. Estoy muy nervioso y exaltado pero no puedo dejarlo pasar más.
Diez minutos después estoy ahí y, aunque no sé muy bien con quién debo hablar, estoy decidido a encontrar respuestas. Al llegar, entro y pregunto por el encargado del taller. Un trabajador me indica una puerta lateral al fondo del pasillo. Me dirijo hacía allá decidido, nervioso y expectante. Por fin llego y llamo a la puerta con los nudillos de manera insistente hasta que una voz desde el interior me invita a pasar.
- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?
- No tengo mucho tiempo. ¿Es usted el encargado?
- Sí, señor. Yo mismo. ¿Qué necesita? Entre por favor y cierre la puerta que está la calefacción encendida.
Cierro la puerta de un portazo, tanto que incluso las estanterías más cercanas tiemblan con el golpe. Por un momento he pensado que iban a caerse sobre mí hasta dejarme allí sepultado.
- Perdone por el portazo. Verá señor, hace aproximadamente un mes traje mi coche a reparar a su taller por un problema en el motor y, que yo sepa, mí vehículo no ha salido de este recinto hasta la fecha. Es un Opel Astra de color granate. ¿Lo recuerda?
- Necesito que me dé más pistas. ¿Me puede indicar la matrícula de su vehículo, por favor?
Le doy mi nombre y apellidos, la matrícula de mi coche y mí número de teléfono móvil para que busque en la base de datos de su sistema informático. Sigo muy nervioso, no puedo más.
- Verá señor, efectivamente su coche entró a nuestro taller hace justo 34 días. Una semana después, es decir, el 16 de Enero, su coche salió del taller reparado y ya no ha vuelto a entrar. ¿Sigue teniendo la misma avería de entonces?
- Y ¿Quién sacó mi coche de su taller? Yo soy el propietario y nadie más puede venir a por él sin mi autorización.
- Pues, según la ficha de cliente, el coche fue entregado a usted mismo, al menos aquí está su firma y el abono íntegro de la factura.
- Estoy alucinando, la verdad. ¿Me está diciendo que alguien se hizo pasar por mí, incluso imitando mi firma y pagando la avería?
- Pues eso no se lo puedo asegurar, señor. Cada día vemos muchas caras, no puedo acordarme de todos nuestros clientes. Sólo los más frecuentes tienen ese privilegio.
- Primero de todo, al dejarles mí vehículo aquí les pedí que no lo repararan hasta que yo les avisara, básicamente por ser una avería bastante cara y que en ese momento no me podía permitir. Quedamos de acuerdo en eso. No entiendo cómo pueden reparar algo sin el consentimiento previo del propietario. Creí que estaba bastante claro eso aquella mañana.
- Perdone, pero sí el vehículo está reparado es porqué usted o quién quiera que haya sido, ha dado el aviso para que se proceda a ello. ¿No lo hizo usted?
- ¿Yo? Ya le estoy diciendo que no, que no podía asumir tremendo gasto justo en ese momento. Estoy alucinando, sinceramente.
- Entonces, ¿Alguien se ha hecho pasar por usted para llevarse su vehículo? ¿Alguien ha pagado una avería de más de 2.000€ de un coche que no era suyo?
- Pues eso es lo que parece que ha pasado. Ahora mismo estoy totalmente bloqueado y no sé qué hacer, todo esto no me puede estar pasando a mí, me niego a aceptarlo, es insoportable.
- Lo siento mucho, de veras. Le sugiero que interponga una denuncia en la comisaría de policía. No lo posponga mucho porqué hace más de tres semanas que el coche no está con nosotros y eso podría acarrearle algún problema.
- Ya me lo ha ocasionado, pero gracias por la sugerencia. ¡Muchas gracias!
Salgo del taller totalmente nervioso, en un estado de agobio e incertidumbre que no consigo controlar. Llevo un mes pensando con toda certeza que mi coche está en el taller y ahora resulta que está por ahí en manos de alguien que ha cometido un cuádruple asesinato. Todo esto es una pesadilla, el guion más retorcido que se haya escrito jamás. Son las 11.15 y no puedo perder más tiempo. Me dispongo caminando a paso ligero hacia el hospital, pensando en lo que me pueda encontrar a partir de ahora. Tanta incertidumbre va a acabar conmigo. Últimamente voy de sorpresa en sorpresa, de esas que no gustan a nadie, y estoy convencido que, quien quiera que sea el responsable de todo esto, está disfrutándolo muchísimo desde la distancia, sobre todo viendo como yo lo sufro y todos los problemas que me está acarreando.