He estado más de dos horas tirado en el suelo. Un fuerte golpe en el costado me complica el ponerme de pie. No sé qué me ha pasado. Quiero pensar que se debe al estrés sufrido durante estos últimos días, a todas esas horas que llevo sin dormir y, para rematar la cosa, a la no llegada de Julián. No llevo ni un minuto de pie y vuelve a sonar mi teléfono. Esta vez es un número desconocido.
- Buenas noches, ¿Quién es? _respondo aún titubeante.
- No esperes que nadie venga a verte. Estás solo _me susurra una voz grave y entrecortada.
- ¿Perdone? ¿Quién es usted?
- Pronto lo sabrás. Te haré pagar por todo lo que has hecho y no te vas a olvidar nunca de mí, te lo aseguro.
La llamada se corta de repente, yo me quedo totalmente enmudecido, me muerdo el labio inferior, con el teléfono en una mano y la otra en mi cara...empieza la incertidumbre. Ahora sí que estoy preocupado del todo. Es lo último que me esperaba. Una voz amenazadora y que no conozco dentro de esa puta llamada. Mis miedos se amontonan, uno a uno, como una montaña de ropa sucia que empieza a oler mal, como una calle sin salida y sin luz que te empieza a agobiar. No puedo creer todo lo que está pasando alrededor de mí últimamente. No hay razón para todo esto. ¿Me lo merezco?
Tengo pocas relaciones con la gente, Julián, su madre y poco más. Mi madre murió cuando yo tenía 15 años y María siempre me trató como a un hijo más. Mi hermana se casó muy joven y se fue a vivir a Alemania. Mi padre jamás lo conocí, un desatendido y un caso sin solución, siempre según mi madre que desde bien pequeños en casa ya nos lo hizo saber: "¡no tenéis papá!"...nos decía. No tengo a nadie más que a Julián y ahora mismo es el único punto de apoyo que me puede ayudar a salir adelante.
Vuelvo a pensar en esa puta llamada. Millones de preguntas vienen a mí. Pienso en muchas cosas, en quien puede haber detrás de esas palabras amenazadoras, en las razones que pueden llevar a alguien a meterse en mi vida así. ¿Qué he hecho yo? ¿Qué me he perdido? Por más que le doy vueltas a mi cabeza no consigo encontrar una puñetera explicación. Todo esto parece sacado del guion más retorcido de una película de terror. Los miedos me machacan la cabeza, las dudas no dejan de hacerme preguntas y no soy capaz de vislumbrar una respuesta que apacigüe tanta inquietud. Me agobio, me llevo las manos a la cara y me pongo a llorar sin consuelo alguno.
Las horas pasan y sigo sin saber nada de Julián. Mi teléfono está ardiendo de todas las veces que he intentado encontrar una posible luz de esperanza dentro de sus perfiles de Facebook e Instagram. También de todas las veces que lo he llamado y que le he escrito por Whatsapp, pero sigo sin respuesta, no hay nada nuevo, nada que me ayude a dejar de pensar en ello. Quizá ha perdido su teléfono o le ha surgido un imprevisto y no me ha podido avisar. ¿Su madre? ¡Su madre!
Me decido a llamarla, aun siendo consciente de su débil estado de salud, pero es la única persona que quizá puede saber algo de su hijo. Me dispongo a marcar el teléfono de su casa pero mi teléfono se apaga. Estoy sin batería. Salgo corriendo hacia mi habitación en busca del cargador, pero antes de llegar a ella tropiezo con el mueble que hay frente a la puerta de mi habitación y me doy un fuerte golpe en la cabeza. De seguida vuelve la oscuridad, allí donde el silencio y los miedos se juntan y vuelven a gritarme muy fuerte en lo más profundo de mi cabeza.