Después de mi encontronazo con aquel chico desconocido, los agentes de seguridad de la estación me sacaron a empujones del vagón. Yo intenté explicarme, dar las razones de mi actuación, pero nadie quiso escucharme, nadie me creía en ese momento y todavía hoy dudo que alguien lo haya hecho nunca. Una tarde aciaga en lo emocional, en mi mejor momento en lo laboral, pero un instante que me pasará factura para siempre.
Nunca más he vuelto a ver a aquella chica, o al menos eso creo, pero el chico al cual agredí se ha cruzado en mi camino algunas veces durante estos últimos años. En diversas exposiciones de mis obras, en las plazas donde he trabajado pintando, allí estaba entre la gente, pero en un suspiro, en lo breve de un pestañeo, su cara desaparecía entre la multitud.
Llevo años sintiéndome observado, aún sin verlo físicamente, ese chico aparece en mi cabeza a cada momento. Por las noches al ir a dormir, mientras pinto en mi apartamento, mientras estoy en la ducha, es algo que me agobia y me mantiene en una alerta constante, ya no sé qué es real y qué no lo es, y no consigo concentrarme como necesito.
Aquella tarde, después de salir de la estación, tuve la sensación de que alguien me perseguía. Empezaba a anochecer, ya no había mucha gente por las calles, pero sentía la presencia de alguien justo detrás de mí, una sombra que me perseguía de forma feroz. Yo caminaba a paso ligero, sin atreverme siquiera a volver la cabeza, solamente quería llegar a casa cuanto antes, allí donde mejor acaba sintiéndose uno, y olvidarme de todo entre mis cuatro paredes.
Hubo un momento, un instante muy corto, en el que me sentí seguro y aliviado, pero aquella sensación fue tan solo algo ilusorio. De repente, a escasos metros de mi casa, apareció aquel chico frente a mí, justo al volver la última calle, la que daba acceso a la plaza, allí estaba él para golpearme muy fuerte en la cabeza y provocarme un fuerte traumatismo craneal que me hizo perder la consciencia al instante.
No recuerdo nada de lo que vino después de la agresión, tan solo sé lo que me han contado aquellos que consiguieron rescatarme y llamar a la policía. Un tremendo golpe que me tubo más de dos meses en la UCI del Hospital, previa evaluación neurológica completa, debido a una fuerte conmoción cerebral, laceraciones en el cerebro y la perdida de la consciencia que me afectaron en el habla, en un nerviosismo severo y en espasmos constantes.
Después de salir del hospital tardé seis meses en recuperarme, aunque en palabras del doctor que me visitaba semanalmente, todo aquello me iba a provocar un síndrome postconmocional con el que debería aprender a luchar casi a diario: confusiones, mareos, cefaleas intensas o fuertes dolores de cabeza que no me dejarían dormir durante mucho tiempo. Pero no solamente fue eso, también sufrí cambios de personalidad e inseguridades de todo tipo.
Las noches sin dormir me mantenían agazapado toda la noche, unas veces imaginando cosas a mi alrededor, otras mirando por la ventana o por la mirilla de la puerta de casa, intranquilo, asustado y totalmente bloqueado. En momentos como esos me decía a mí mismo "inténtalo, aprovecha el tiempo", pero por más que quería pintar me resultaba imposible, no podía, no me concentraba, no había inspiración alguna, tan solo aquella maldita sombra que me acechaba aquella noche y que me acompañará para siempre allá a donde vaya.