Jhonny II

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Las semanas iban pasando y si bien no llegamos a tener otro acercamiento como el de ese mañana su actitud hacia mi había cambiado al igual que la mía hacia él. Adelante de los demás seguía comportándose igual pero cuando estábamos solos dejaba de lado su lado arrogante e infantil y podíamos conversar de lo que fuera.
Ya no hacía bromas conmigo y eso todos los notaban pero nadie decía nada para mantener la fiesta en paz.
Se volvió rutinario el escribirnos privados por WhatsApp. Todas las mañanas nos deseábamos los buenos días, en el correr del día nos contábamos lo que hacíamos , nos enviábamos fotos y al final del día nos deseábamos las buenas noches.  Esto claro sin que ninguno de nuestros amigos se enterasen, sabíamos que si lo hacían no pararían de molestarnos que estábamos juntos y esas tonterías.
Confieso que no podía dejar de pensar en sus ojos mirándome fijamente y en esos labios carnosos que me hacían desearlos cada vez más pero si él no daba el siguiente paso yo no lo podía dar. Después que le había dicho que no me interesaba si e insinuaba y era solo otro juego de él me refregaría en la cara para siempre lo que había hecho.
Un sábado de tantos la juntada toco en mi casa, cenamos hicimos previa y fuimos al boliche a bailar.
En toda la noche se despegó de mi lado, rechazaba a todos los que se le acercaban, todo el tiempo intentaba decirme algo al oído. Eso me ponía nervioso sentir su aliento tan cerca y el roce de su piel me estaba exitando.
En una de todas las veces que se acercó a decirme algo moví mi cara para que nuestros labios se rozaran. Él hizo como si nada hubiera pasado y siguió haciendo lo mismo pero esta vez era el el encargado de hacer que nuestros labios se rozaran y mirarme de una forma muy seductora que me estaba enloqueciendo. Nuestros amigos se fueron yendo de a uno hasta que solo quedamos nosotros dos.
Yo quería que se fuera conmigo pero no sabía si en realidad él quería o pasaría algo más. Tal vez solo dormiríamos como la vez anterior.
Trate de no darle importancia y le dije que nos fuéramos. No le llamo la atención ya que la noche estaba acabando. Salimos y pare un taxi, el se quedaba en el cordón de la vereda, esperaba la despedida que nunca llegó.
Cuando abrí la puerta lo tome de la mano y lo metí al taxi conmigo. Cerró la puerta y cuando di la dirección de mi casa una pequeña sonrisa rota se escapo de sus labios.
En todo el trayecto no habíamos separado nuestras manos. No nos mirábamos ni decíamos nada. Pero nuestras manos se acariciaban.
Bajamos del taxi y entramos corriendo a mi casa, nos abrazamos y nos dimos nuestro primer beso. Un beso tierno, dulce, esos que detienen el tiempo, que cada vez que los recordás te hacen sentir mariposas en el estomago. Nos separamos y juntamos nuestras frentes mientras el me acariciaba la cara y me decía que deseaba esto hace mucho.
Esa noche no tuvimos sexo, dormimos abrazados, besándonos y acariciando nuestros cuerpos.
Sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo y su calor me terminaron de conquistar.
Verlo dormir era una obra de arte.
Cómo alguien podía ser tan hermoso por dentro y fuera y comportarse como un imbecil. Por suerte pude llegar a conocerlo realmente y no quedarme con esa falsa idea de su ser.
A la mañana lo desperté a besos y subiéndome sobre él, ya era hora de que me diera todo lo que tenía para mi.

Continuará...

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