Cap 23. Verte así.

490 46 17
                                    

Natasha.

—No puedo creer que una bola de pubertos nos esté pateando el culo—. Refunfuña Tony entre dientes parándose detrás de mi.

Ruedo los ojos y le doy un ligero codazo para escucharlo chillar y salir de su escondite que era mi cuerpo.

—Ya lo sé, es vergonzoso—. Esquivo una pelota que volaba directo a mi y que golpea en el estómago de Stark obligándolo a doblegarse y caer al suelo, mi mano vuela a mi boca para intentar suprimir la carcajada que sale de ella, pero no sirve de nada, el castaño me mira enfadado mientas que yo sigo riendo.

—¡Tiempo!— Grita Steve sonando el silbato azul deteniendo el juego.

Muchos de los campistas aprovechan este tiempo para descansar y respirar, pero una cierta castaña es la que se adueña de mi mirada.

Esta junto a su mellizo y justo el momento en que la miro, decide utilizar su camiseta (cortada de las magas por ella misma) para limpiarse el sudor del rostro y cuando lo descubre, este tiene la sonrisa más encantadora y coqueta que alguna vez vi en mi vida.

—¿Nat?— la mano de Clint se sacude frente a mi trayéndome de vuelta a la tierra. —Steve te está llamando—. Señala al rubio del otro lado del gimnasio quien está parado de una forma un tanto incómoda.

Una pequeña risa escapa de mi garganta al verlo tan incomodo solo sacudiendo su mano apenas a la altura de su pecho acompañado de una sonrisa.

Camino en su dirección y el me alcanza en el medio tomándome por sorpresa con un beso robado. En automático mi cuerpo se aleja del de el mientras que le doy una mirada confundida haciéndolo reír.

—Lo sé, a mi también se me hace raro poder besarte y llamarte mi novia, es algo que he querido por mucho tiempo y al fin se cumple—. Susurra lo último en mis labios para besarme una vez más.

Una vez que me deja ir mi mirada se apresura a buscar la de Wanda solo para atrapar un destello de su castaño cabello saliendo de prisa por las grandes puertas del gimnasio.

—Mierda—. Farfullo y con una falsa sonrisa de disculpa. Corro tras de ella dejando a un atónito Steve llamando mi nombre.

—¡Wanda!— elevo la voz al verla alejándose a paso veloz, con la cabeza baja y las manos dentro sus bolsillos. —¡Espera!— ella no parece bajar el ritmo de su caminata, de hecho ni siquiera sé si me escucha.

La persigo entre llamadas y suspiros hasta su cabaña. —Hey ¿puedes esperar un segundo?— pregunto entrando con ella y cerrando la puerta detrás de mi.

—Quiero explicarte las cosas—. Intento acércame a tocar su hombro pero mi cuerpo se queda congelado en su lugar.

—No hay nada que explicar—. Dice desinteresada con la atención puesta en el baúl bajo su cama.

Me está matando no poder ver su rostro, no poder ver en el reflejo de sus ojos lo qué pasa por su mente en este momento.

—Tengo que hablar contigo—. Suplico, pero mi garganta se cierra ligeramente al sentirme de esta forma. Expuesta. Débil. Frustrada.

—Wanda—. Llamo dejando mis hombros caer al verla detener sus rápidos movimientos por un segundo para dejar su cabeza. —Por favor mírame—. Ruego.

No se que estoy haciendo. Me doy pena. Nunca he rogado a nadie y no lo pensaba hacer... hasta ahora.

Sus ojos levemente rojos y nublados me observan con tanto poder que casi pierdo la compostura. Sus labios y nariz se ven del mismo color, pero se que ella no quiere sentirse así. Si algo se de Wanda es que es como yo, no le gusta mostrar vulnerabilidad y probablemente eso nos destruya.

Camp WildFire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora