𝟑-𝟗

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Sentía que estaba en un bucle. Donde todo parecía repetirse una y otra vez, curiosamente nada se estaba repitiendo. 

Solo era esa abrumadora sensación de que así era. 

Cada vez que cerraba sus ojos imágenes fugaces de los recuerdos de su infancia arremetían contra su paz. 

No estaba segura de cómo haría para sobrevivir una eternidad entera ahí dentro, siendo que cada que cerraba sus ojos, eso sucedía.

Tomó asiento en su lugar -, sobre el agua. Y esta vez, decidió acostarse. 

El movimiento del agua, ondeando ligeramente, produjo una sensación de calma en ella, casi como arrullándola para dormir. Y cedió ante el cansancio. 

Cerró sus ojos una vez más, resignándose. 

( . . . )

Doce años atrás.

—Papá—, murmuró la pequeña escondiéndose con timidez tras las piernas de su progenitor. Nunca se había separado de él y no quería hacerlo ahora.

El hombre se agachó para quedar a su altura. Sostuvo a su criatura de los hombros, dándole un apretón con sus grandes manos intentando tranquilizarla -pero no funcionó. Así que amplió una gran sonrisa y desordenó el cabello de su pequeña niña, a la cual adoraba con locura. 

—Estarás bien, pequeñita—, animó él—. Eres fuerte y una Genie. 

—Pero no quiero...

—¿Y por qué es eso, dime?

—Es que—, la pequeña vaciló, jugando con sus deditos azulados y agachando su cabeza—. No quiero estar sola.

Por supuesto que no, y él lo entendía. 

¡Por suerte se había encargado de solucionarlo!

—Pero si no estarás sola, pequitas—, calmó él, con voz suave. Cualquiera que lo escuchara se preguntaría si en verdad él era aquel efusivo Genio de la Lámpara que era retratado en cada historia -pues lo que demostraba en ese momento era su completa antítesis.

—¿No? —, cuestionó ella dubitativa. Dio un paso más cerca a su padre y lo miró con ojos curiosos. Él sonrió con dulzura, ahora arreglando el desastre que le había hecho en sus pequeñas ondas castañas y celestes -él no era bueno haciendo peinados, ni trenzas, ni moñitas, así que solo optaba por mantener el cabello de su hija corto para evitar tener que hacerlo, exceptuando cuando él mismo lo desordenaba. Como en ese momento. 

Pasó sus dedos entre sus mechones desarreglados, intentando regresarlos a su lugar, y aunque sabía que era inútil y su pequeña hija sería víctima de varios tirones de cabello, desistió. Así que solo dejó su mano sobre su cabeza y la palmeó cual perro.

—Ven, te presentaré a alguien. 

—¿Y me agrada? —, la pregunta de la pequeña salió acto reflejo. La pequeña Jade tenía esa costumbre, siempre preguntaba si algo sería de su agrado antes de atreverse a hacerlo, probarlo o conocerlo. 

Solo... quería estar segura de no pasar un mal trago.

—Te agradará, lo sé—, se levantó otra vez, tendiéndole una mano a su pequeña como una invitación para caminar. 

Jade || Harry Hook [Descendientes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora