Capítulo 4

27 3 0
                                    

Capítulo editado: 16/04/2024

Cuando un padre te abandona, cualquier emoción es válida; enojo, tristeza, decepción, alivio quizás...

Pero en el momento en el que vi marcharse al mío, no creo haber sentido nada más que un gran vacío. Sentía...nada

¿Se puede extrañar a alguien que en realidad nunca estuvo ahí? William McAdamas más que un padre, era un fantasma en mi vida.

Pero no siempre fue así, aunque no puedo recordar con exactitud cuándo fue el momento en que todo cambió. Cuando fue el momento en el que deje de ser su pequeña princesa Aurora.

Y ahora, observaba a mamá tan llena de dolor, que solo sentía un gusto amargo en la boca. Jamás creí que mi papa podría traicionarla de esta manera. Pero debí haberlo visto venir. Eran terribles juntos. Nada de miradas de amor, mucho menos muestras de afecto. Solo gritos, quejas, insultos entre ellos y en contra de nosotros. Eran un desastre.

Quizás las cosas eran mejor así.

—Yo era la otra. Era la otra mujer.—decía entre sollozos, rodeada del desorden que había quedado como evidencia de la gran pelea previa que tuvieron mis padres.

A todo esto, mis hermanos y yo no sabíamos qué hacer al respecto más que quedarnos parados en silencio manteniendo una distancia prudente. Mamá se encontraba en un estado tan vulnerable que temíamos que cualquier acción nuestra no muy bien premeditada podría abrumarla de una peor manera.

No estaba segura de cuánto tiempo habrá pasado entre llanto y más maldiciones, pero cuando parecía que mamá estaba por tranquilizarse, de repente todo ese dolor y cólera parecía resurgir con más fuerza. La cabeza me había comenzado a doler que a tal punto me vi obligada a buscar una solución, después de todo tampoco era sano para mamá seguir así; entre llanto y llanto veía como llevaba una de sus manos a su pecho y lo estrujaba con más fuerza. Le dolía.

Me dirigí con rapidez hacía la cocina por un vaso de agua y un calmante, que había tenido la fortuna de encontrar en su bolso que estaba tirado en el suelo.

Le agradecí mentalmente a mi madre cuando aceptó el vaso y la pastilla sin ningún problema. Ya que no estaba preparada para lidiar con alguna resistencia por parte suya.

Al menos ahora mamá obtendría un poco de paz dentro de todo este desastre, una paz momentánea, pero era todo lo que necesitaba en este momento. Mientras que nosotros tendríamos un poco de tiempo para ordenar la casa y procesar todo lo que acaba de suceder.

Tan pronto como la pastilla comenzó a tener cierto efecto, Max llevó a mamá hasta su habitación con cuidado, como si se tratase de un muñeco roto, dejándonos a mi mellizo y a mi solos en este gran desastre.

Mi cabeza no daba para más.

—Muy astuto de su parte.—chasqueé la lengua.—Él allá arriba tratando de darle soporte emocional a mamá, mientras que a nosotros nos deja con el trabajo pesado, que bien.

Mason negó resignado.

—Siendo honesto, creo que prefiero estar aquí recogiendo los platos rotos. Es una lastima que ninguno hirió a papá en el proceso.—se dirigió hacía la cocina. Y regreso de ella con una escoba y una bolsa de basura.— Además somos un buen dúo, terminaremos rápido.—dijo lanzándome la escoba, la cual tomé con torpeza debido a mis pobres reflejos.

—Tal vez tengas razón.—comencé a barrer los vidrios rotos que estaban esparcidos por el pasillo principal, mientras que Mason recogía algunas de las prendas de mi padre, las cuales mamá había lanzado anteriormente.— ¿Aunque sabes quién debería estar aquí? Mackenzie. —me quejé.— Tan solo observa todo este desastre.

HellsfieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora