Capítulo 6

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Nunca había conocido lo que era sentir nada. Estar, pero a la vez no estar. Medio muerta, medio viva.

Estar en un plano en donde uno no es capaz de sentir dolor o angustia. Donde los pensamientos no tienen poder. Un lugar de descanso.

Esa fue la única vez donde me sentí bien. Realmente bien.

Quizás porque apenas estaba viva.

Pero aquella sensación no duro mucho, por desgracia.

El silencio, y la paz poco a poco se fueron disipando. Hasta que comenzaba a escuchar voces a la lejanía.

Podría decirse que recupere la consciencia, pero aun sentía el peso de mis parpados y mi respiración pesada. Aun con los ojos cerrados, mi cuerpo no parecía querer responder. Una parte de mí no quería hacerlo, no quería renunciar a esa paz.

Todo se sentía tan lejano y apenas podía sentir mi cuerpo, era como estar flotando en la nada misma, pero luego un gran pitido en mis oídos me hizo abrir los ojos de golpe. Me tomó un tiempo poder enfocar la vista, pues estaba tan mareada que creía que en cualquier momento iba a vomitar. Lleve una mano a mi pecho ante la sensación de que estaban oprimiendo mi caja torácica, por ende mi respiración se había acelerado ante la ansiedad que invadió mi cuerpo, pareciendo que el aire que inhalaba jamas seria suficiente.

Una vez que pude calmarme y ubicarme en el espacio-tiempo, fue inevitable no sentirme abrumada al recordar los sucesos previos. Ya no había paz, solo temor y frustración.

Me dolían partes del cuerpo que jamas creí que podían doler, un dolor tan punzante que creí que jamas querría levantarme del suelo si eso implicaba no tener que soportar con ello. Luego pensé en mamá, y tragué en seco ante la idea de saber lo que vendría después. No existía forma en que pudiera perdonarnos. Especialmente a mi. Me llene de total angustia.

Tendría que haber muerto.

Sentí un pequeño escalofrió en la espalda al sentir, ahora de manera consciente, lo frió que estaba el suelo. Quizás lo mejor seria levantarme, pensé.

No estoy segura que fue, pero algo me hizo levantar la mirada, y me lleve la sorpresa de encontrarme con los ojos cristalizados de Max.

 Estaba aterrado.

—¡Ya despertó, ya despertó!—mi hermano desapareció de mi campo visual por unos segundos, para traer consigo mismo a Mason, quien soltó un suspiro de alivio al verme.

Y yo ingenua intenté levantarme, pero con ese simple movimiento, un fuerte mareo me golpeo logrando que me fuera hacia atrás en seco, quedando tirada en el suelo otra vez. Fue una pésima idea. Me fue inevitable no soltar un quejido de dolor. 

Mis hermanos alarmados se dirigieron hacía mi y con cuidado me ayudaron a sentarme en mí lugar.

—Oye con cuidado.—me advirtió mí mellizo.— No queremos que te abras más la cabeza.

—Mackenzie...—las palabras se me escapaban como un susurro.—¿Cómo está?

Trataba de ralentizar mi respiración lo más que podía, un pequeño sobreesfuerzo y todo mí pecho comenzaba a dolerme como si me pincharan con miles de agujas a la vez.

—Mejor que tú seguro...

Contuve las ganas de soltar una carcajada. No sé si esa era la respuesta que me esperaba, pero de algún modo logró tranquilizarme.

—¡Max!—le reprendió Mason.

—Esta bien.—dije restandole importancia. Después de todo, seguro que Max tenía razón.

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