TODOS LOS DESASTRES II

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Acaricio el borde de la herida y luego miró todo lo que Itachi le había traído, estaba comportándose como el típico alfa que protege a su omega.

Era… grato, de algún modo, reconfortante.

Y algo recóndito, tímido, se le calentó por dentro al ser eje de tal devoción.

Quizá no era tan malo aceptar la realidad, quizás si permitiese que Itachi se acercase a él, tal vez si dejara que-

"No de ningún modo"se reprochó con hastió.

Eso no quitaba el hecho de que, a veces, durante las noches en que conseguían descansar, Deidara pensaba en Itachi y lo que estaría haciendo, en si Itachi pensaría en él en noches como esas o si Itachi consideraba la opción de hacerse responsable de su marca, tal vez, en un futuro cercano, el tiempo conseguiría limar sus asperezas y podrían aceptar lo inevitable de la situación. Ser cociente de ese tipo de pensamiento lo trastornaba y alimentaba su odio.

Lo bueno es que, si bien la marca no había cicatrizado, el ungüento funcionaba. Ya no tenía tanto dolor y conseguía respirar tranquilo sabiendo que no tendría que lidiar con una infección. Al menos ese inútil de Itachi servía para algo.

El tiempo fue pasando y la situación de ambos no cambió, Deidara continuó tomando supresor tras supresor para retrasar el celo, tanto así que el consumo excesivo de pastillas lo dejaba atontado. Supuso que Sasori se hartó de él porque acabó con otro compañero haciendo una misión.

Por eso, Deidara estaba allí, en una casita de té en medio de la nada, esperando a su compañero de turno mientras Sasori terminaba de hacer lo que hacía, se llevó el dango a la boca y el dulce supo agrio en su lengua cuando divisó el cabello oscuro de Itachi entrar al modesto lugar.

–Imagino que Kisame debe ser el compañero del maestro Sasori, hmconcluyó con amargura, imaginando que había planeado ello con el único propósito de mermar el malhumor de Deidara.

"Maldito Sasori"pensó.

–Estás tomando demasiado supresores–comentó Itachi.

–No estoy tomando demasiado supresores–replicó de mala gana, sacando tres pastillas y pasándolas por su garganta.

Estaba decidido a no dejar que el celo le llegara.

"No te dejaré ponerme nervioso" pensó cuando salieron de la casa de té.

"No te daré ese gusto, imbécil"

La misión de ambos parecía simple, buscar un par de pergaminos en la aldea vecina. Era una misión ridícula si debía ponerlo en palabras, Itachi no lo necesitaba para esa misión, pero intuía que la misión en realidad era otra.

No tardó en descubrirla cuando se dio cuenta de que sus supresores desaparecieron misteriosamente, no dijo nada al principio, limitándose a comprar más pastillas, pero cuando comenzaron a desaparecer de nuevo, estalló.

–¡Bastardo, deja de tomar mis cosas!

–Estás tomando demasiados supresores, entorpece tu desempeño y eso es malo para Akatsuki

–¡Que me importa Akatsuki!–lo empujó con las manos e Itachi no se inmutó–devuélveme mis pastillas

–No

La siguiente vez que se abasteció de pastillas, procuró tenerlas en un lugar inaccesible para Itachi como lo eran las bocas de sus manos e incluso tuvo el descaro de tomárselas frente a él, sonriéndole con malicia para que viera que no iba a poder dominarlo.

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