l El distintivo

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En un día de frío en el invierno ruso, casi cercano al polo norte pero tampoco demasiado alejado del pueblo mas cercano, un hombre de no mucho 30 años de una barba rebosante, frente gruesa y abrigado con la piel de un animal, se encontraba cazando algunos cuantos lobos y zorros que encontrara vagando solos por ahí. Su única regla era no matar animales preñados o cachorros.

El hombre se aventuraba por la nieve densa, traspasando los árboles mas viejos que el mundo haya conocido. Pese a su temple y resistencia a bajas temperaturas, este hombre buscaba cazar su próxima presa, analizaba el terreno usando sus manos desnudas para identidicar huellas y así encontrar a la bestia que buscaba.

Subió hasta la colina más recóndita siguendo el rastro de lo que era un oso, sus labios esbozaron una sonrisa con dientes amarillentos, denotaba alegría al saber que comería carne de oso y vendería la piel al mejor postor, sin duda alguna se volvió su día de suerte. Con una emoción implacable usó todas sus fuerzas para subir a la colina y divisar a lo lejos lo que era un gran oso blanco, pero su problema rondó en que tenía cría y eso no le era favorable.

Hombre: Mierda... otra hembra...--- deja su arma.

Su miraba demostraba un poco apagada al ver como una osa cuidaba de sus cachorros. De alguna forma estaba enternecido por eso, pero al ver que desde lejos había una especie de león marino sacando su cabeza por el hielo para asechar a una de las crías que se alejó, pensó en dejarlo morir porque era el ciclo de la vida. Sin ánimos de nada regresó por donde vino, regresó a su casa cansado de no poder completar la cacería del día de hoy. Abatido y sin poder hacer nada, el hombre durmió en su cálida cabaña de madera con su chimenea de piedra bastante gruesa. Soñó con las auroras boreales, y una de ellas se tornó roja provocando que las demás también, en el sueño a sus alrededores los animales mostraron ojos rojos brillantes y de lo que parecía ser su cuerpo de color negro estos se transformaban para hacerse grandes con brazos y piernas.

El hombre despertó de su sueño para cocinar y después seguir buscando una presa nueva. Cargando su rifle, navajas hechas con los colmillos de unas morsas y una cuchilla larga de hierro, se aventuró a buscar a unos lobos. Antes de irse cargó con el un arbon pequeño en caso de que lograra atrapar a un ciervo. Durante su caminata divisó a la leganía a la misma mamá osa con sus cachorro, no quería verla por pensar que perdió a uno de sus bebés por culpa del leon marino y más él por no ayudarla.

Aunque caminaba en círculos in encontrar algo mejor, se dispuso a volverse pescador y no tener que pasar hambre otra vez.
Regresó cerca del lago congelado para hacer un agujero y pesacar a una distancia de donde estaba la osa en su madriguera.

El hombre consiguió pescar 4 pescados, los guardó en su bolso de cuerpo para luego regalar un pescado cerca de la madriguea de la madre osa y que ella pudiera superar el duelo de haber perdido a un cachorro.

Sin ya no sentir culpa regresó victorioso a su hogar para cocinar y dormir. Encendió su radio para escuchar las noticias. Mientras la casa comenzaba a emanar un olor a matequilla y carne de pez asandose, el hombre escuchaba atentamente por parte de las noticias que dentro de unoa días habría elecciones para escojer un nuevo presidente a lo que este por enojo apagó la radio.

Hombre: siempre es la misma basura, nunca cambian al presidente, este parece más un emperador.

Los días transcurrieron, el hombre seguía dandole comida a la osa, o solo le lanzaba los peces cuando ella no lo mirara para no atraerla a su casa. El sabía que no podía domésticar a un animal salvaje pero si trabajar con él. Un día cuando paseaba por el hielo se percató del león marino que iba asechando al último cachorro polar de la osa, ahora si tuvo un plan, como la osa se alejó para devorarse el pez y la cría se quedó sola, el león marino salió del agua para arrastrarse por el hielo y buscar comerse al animalito inocente.

Corazones rojos (Furry 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora