❪13❫

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𝙏𝙧𝙚𝙘𝙚

Huesos quebrados. La melodía que tanto provocaban sus ojos blancos del placer, aquel susurro inaudible que siempre escuchaba antes de dormir. Aquella dulce mariposa posada en la fría lápida humedecida por la lluvia y la agradable niebla que saludaba a la luna.

Susurros con musgo, telarañas doradas y un espejo roto.

El eco era la mayor amenaza de los tres jóvenes, a merced de su reino, la continua repetición de su imperio. Una sonrisa era la reina de ese eco, donde ambos iban de la mano y sus herederos, los insaciables ojos esmeralda asesinaban con misericordia a los lacayos de mirada horrorisada.

No se consideraba un ser piadoso, al menos ya no recordaba la única gota de humanidad que recorrían su cuerpo.

¿Cuánto había pasado?

No lo recordaba. Ciertamente no recordaba muchas cosas, tal vez que se había perdido entre los fantasmas de su niñez.

De cierta forma...

¿A quién le importaba?

Nadie se encargaría de recordárselo.

-Me gustan tus ojos.

Su voz era la suave comparación de un arpa, tal vez un poco grave, pero no dejaba de lado su mimoso tono. Otra vez el mismo resultado, "no todo es lo que parece" se hacía presente en su rostro, mosntrando una bondadoza sonrisa cuando su propósito eran de un azotador de los siglos anteriores. Ser admirador del dolor y el caos.

Su cuerpo se valanceaba de un lado a otro con esa misma sonrisa de piedra, su mano sujetaba el cuello de la camisa del contrario, sosteniendo con sus dedos el aliento desenfrenado

-¡No fue mi intención!

Se hartaba de escuchar tantas falsas súplicas cuando, sus acciones no habían demostrado remordimiento alguno, tal parecía que su consejero de rojo, sentado en su hombro, guíaba con cierta diversión sus próximos movimientos.

-¡Por favor, no fue mi intención hacerlo!

Silencio.

<Patético> Sus dientes blancusos empezaban a chirriar entre sí por la irritación que le provocaba, como una molesta visita de un pariente lejano a la visita de tu hogar, impredecible y rabiosa.

-¿Qué ganabas con hacer eso?

-¡Por favor dejame ir, te prometo que no diré nada!

Los llantos eran más y más estrepitosos, volviéndose insoportable para el de ojos verduzos. Tal vez cortarle la lengua era lo mejor antes de arrancarle un ojo. Su mente estaba marchita, tener pensamientos homicidas era cotidiano, como el simple despertar del sol en las mañanas. A base de acciones había formado ya la inquebrantable reputación que ahora lo rodeaba, tenía a sus pies hasta al más fuerte estudiante de la academia.

Pisadas se hicieron presentes, pisadas tímidas y poco pronunciadas. El lacallo de ojos esmeralda trajo consigo a un joven que había caído en los peores momentos, en la peor hora, en el peor día.

Ezequiel quitó sus ojos del diablillo y los dirigió a la próxima. Era aquel debilucho jóven de ojos avellana, piel canela y complexión delgada. Ni siquiera recordaba su nombre, o siquiera su existencia hasta que se le ocurrió aparecerse por aquellos pasillos, las cuales pertenecía a los dominios del pálido joven.

-¿Qué quieres?

Fue la única palabra que dijo. Al parecer se había sorprendido al ver el estado tan decrépito del estudiante que era agarrado por el cuello de su camisa de una forma sobre humana, también al notar los moretones, las marcas negras, los cortes en sus brazos, su ojo morado y al borde de las lágrimas.

Su figura se estremeció al verlo en esas condiciones. Rápidamente se creo una respuesta para salir de aquel lugar lo más pronto posible, intentando no meterse en asuntos que no le incumbían.

-Solo iba a mi habitación.

-Eres patético al intentar mentir.

Otro escalofrío recorrió su espina dorsal, notando como en mínima de segundos, esos ojos verdes neon habían decifrado sus vagos intentos de engaño. Se sentía intimidado, a pesar de que no era más bajo que él, podía emanar un aura bastante oscura para su gusto, sus ojos lo miraban fijamente con una expresión que un propio cadaver podría dar, sin vida.

Su cuerpo se estremeció una vez más al verlo cambiar de postura para observarlo bien mientras que aún sostenía al debilucho. Sabía a la perfección que había mentido en su respuesta, pues las habitaciones se encontraban en el segundo piso, y estos estaban en el primero, en la zona más alejada del centro de la academia, donde ya ningún profesor se acercaba a administrar aquellos sitios. Por lo que se podía decir que realmente el que pisaba aquellos pasillos, o era muy tonto o no valoraba su vida realmente, pues al ser territorio declarado por el de ojos jade, estaba condenado a tener de propina una golpiza del susodicho.

El de ojos avellana apenas había llegado unas semanas atrás con grandes aspiraciones, de estudiar majestuosamente en esta academia, pero sus planes fueron disipados, cuando por error, buscando el laboratorio de química, se había metido en los dominios de Ezequiel. La cual todos describían como un ser de alto intelecto, educado, pero sobretodo atractivo.

Pero también estaba esa parte de la que nadie se atrevía a cuestionar o siquiera comentar, que era que quien se atravesara en su camino sería eliminado.

Secretamente lo llamaban "Ezequiel el desgarrador". Un apodo bastante infantil a pensar del de piel canela, pero parecía que ese día lo comprendería.

Perdido en sus pensamientos, de como había podido ser tan tonto de meterse allí. Sin darse cuenta que aquella bestia ahora estaba tan cerca de él que podía sentir su respiración en su nariz. Al notar sus narices tan cerca, miró directo a sus ojos. No podía describir como se sentía mirar aquellos ojos frívolos mirarlo fijamente.

Se hizo para atrás desorientado por la cercanía.

-Te he hecho una pregunta.

Un sonido salió de su boca, desconcertado al notar que el de ojos avellana no había escuchado en lo absoluto.

-Perdón... no te escuché-se atrevió a decir en voz baja.

Sintiendo miedo de una respuesta agresiva, se posicionó para recibir un golpe cruzando sus brazos frente a su cara. Sentía que temblaba bajo los intensos ojos verdes del otro, mientras que con los ojos cerrados esperaba un golpe, algo realmente. Solo escuchó un golpe seco y susurros. Se imaginó lo peor, pero al pasar un minuto en esa posición no sintió nada.

Abrió los ojos dudoso de realmente saber si quería ver lo que había pasado. Pensó lo peor, con este tipo tenía que imaginarse todos los escenarios posibles, ya que no sabía de lo que era capás. Tal vez lo había matado, fue lo primero que pensó, pero nunca se imaginó que alguien pudiese hacer algo tan barbárico. Muy lentamente notó el que antes había sido golpeado estaba recostado, con una cara serena.

Empezó a sudar frío, considerando realmente de lo que podía lograr hacer si se lo proponía. Lo vio agachado frente a su cuerpo, notando como había marcado su pecho con una equis. justamente donde su corazón se encontraba, notando como con un bisturi había marcado a sangre limpia aquella cruz torcida.

Desde su interior sintió un repulsivo sabor en su boca, seguidamente soltándolo. Llamando la atención del chico que ahora se encontraba mirándolo con lástima.

-No está muerto.-Aclaró.

-¿Entonces...?

-Solo está inconciente.-soltó una risita.

-No sé como esto te puede parecer gracioso.

Dijo con algo de cólera, limpiando su boca de los restos de su desayuno. Hubo otra risita.

-Tú eres gracioso.

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©littlebastard_

Perdón la tardanza, era la escuela. Pero ya me gradué alv >:D

𝑬𝒅𝒆́𝒏 ━━━━ AʟᴀsᴛᴏʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora