CAPITULO 5: Las coincidencias no existen

234 17 7
                                    

Mis piernas temblaban a medida que iban caminando entre las tumbas. El ambiente estaba muy pesado y la energía igual.
Mi garganta estaba siendo estrangulada por el terrible nudo y mis ojos luchaban intentando que no salieran las lagrimas al leer los nombres de cada fallecido.
Presioné mis ojos e intenté alejar las imágenes de aquel día mientras leía cada nombre y sus respectivas fechas de nacimiento y deceso. Todos el mismo día.
Las dedicatorias eran dagas en mi pecho y en cada nombre, la imagen de esa persona en el suelo aquel día aparecía en mi mente.

Me detuve frente a la tumba de aquella persona que no sabía si iba a tener el valor de hacerlo.
Suspiré ampliamente intentando contener las lágrimas pero era inútil, deje de batallar contra mi misma y dejé que caigan.
Todos estos años había reprimido tantos sentimientos, había alejado todos los pensamientos que me atormentaban y recuerdos por igual.
Cuando quise regresar a la ciudad sabía que quería hacerlo para afrontar la realidad. Sentía que estaba lista para encontrarme cara a cara con lo que me había traumatizado aquel día y con lo que también había amado y todo lo que fue parte de él. Incluyendo toda esta gente.

-No sé si mereces estar aquí-comencé a susurrar frente a aquella tumba-. Pero tampoco sé si merecías tener una vida feliz después de todo el mal que provocabas. Solo Dios puede juzgarte de todas maneras y espero que puedas descansar en paz y que sea donde sea que estés...ilumines a las personas que han obrado como tú para que dejen de hacer lo que hiciste.

Limpié una lagrima y deposité un ramo de flores sobre la tumba de Max.
Pasé mi mano para limpiar los restos de tierra que quedaban sobre ella y oí el sonido de mi teléfono.
Me reincorporé para buscarlo en mi bolsillo, observé la pantalla y leí el mensaje que había en la bandeja de entrada: "Bienvenida a la ciudad Constantine, te estuve esperando mucho tiempo"

Elevé mi mirada hacia todas partes y sentí miedo. No sabia quien era el dueño de aquel número ya que provenía de un número desconocido y rápidamente comencé a caminar para salir del cementerio.
Guarde nuevamente el celular en mi bolsillo y de adentré en la Ferrari para salir a toda velocidad de allí un poco perturbada con aquel mensaje que tan mala sensación me había dado.

Aceleré el vehículo y me perdí entre las calles hasta llegar a mi edificio, rápidamente me adentré en él y presioné el número que me llevaría al piso en donde estaba mi estudio.

Al ingresar, una avalancha de personas vino hacia mi. Deje mi bolso sobre una de las mesas mientras intentaba oír todo lo que mis trabajadores me decían sobre los diseños y sobre nuevos clientes y clientes anteriores y puse de lado todo lo que había ocurrido instantes atrás.

Una vez que comenzaba a trabajar, todo lo malo simplemente desaparecía, por suerte siempre tenía esa capacidad de poner a un lado todo lo que era una distracción para concentrarme en lo mío.

-Mr. Perceval otra vez realizó un pedido para el jueves-comentó Kim con una Tablet entre sus manos y su agenda en la otra-. Ésta vez quiere un traje negro con algunos detalles en dorado.

-¿Cuál es el motivo?-moví la silla giratoria y tomé asiento frente al gran escritorio cubierto de diseños, carpetas y computadoras. Rápidamente tomé una hoja y la coloqué frente a mi para comenzar a dibujar.

-Evento benéfico de UNICEF-Kim tomó asiento a mi lado y sostuvo la paleta de telas frente a mi-. Quizás pensé que ésta tela sería favorable e ideal para lo que él pide.

Coloqué mis anteojos con aumento y palpé la tela con cuidado-. Si, buena elección, esa será.

Mr. Perceval era nuestro cliente más fiel. Cuando logré fundar mi marca él fue uno de mis primeros clientes y siempre me hacía saber lo encantado que estaba con mis diseños mediante cartas. Era muy amable a decir verdad, pero jamás tuve el agrado de conocerlo.

Desde Milán siempre le enviaba lo que él me pedía en tiempo y forma a donde quisiera, siempre era a lugares diferentes pero la mayoría de las veces pedía que le enviara su ropa a la ciudad en donde yo vivía, es decir a donde yo estaba.

Ojalá algún día tenga el agrado de conocerlo y de agradecerle por haber confiado en mí desde el día uno.

Estuvimos largas horas trabajando aquel día, después del viaje había que ponerse al día con todo lo que teníamos atrasado.

Por suerte éramos varios en aquel estudio y entre todos siempre lográbamos que todo funcionara efectivo y rápido, así que no había demasiado de que preocuparse, pero tampoco debía relajarme demasiado, había mucho que hacer.

-Hasta mañana, que descansen-saludé a todos desde mi asiento. Me iluminaba una lámpara de escritorio y mis ojos ardían. Había estado largas horas diseñando y ya estaba algo cansada.

-Bueno Srta. Beckett, mañana continuamos-anunció Kim mientras buscaba su bolso.

-Espera allí-señalé con mi lapicera a la chica de pie. Kim se detuvo en seco y juntó sus manos-. Tú me acompañarás a hacer un par de cosas.

Kim no comprendía mucho a que me refería-. ¿De diseño?

-No necesariamente-regresé mi mirada hacia la tela que traía entre mis manos y la dejé sobre la mesa-. Te compensaré después.

Kim elevó sus hombros-. De acuerdo...-dijo no muy segura.

Me levanté de mi asiento y tomé mi chaqueta de cuero que estaba reposada sobre una de las sillas. Luego tomé las llaves de la Ferrari y ambas salimos del estudio. Quizás me arrepienta después de haberla traído.

-Que bonito auto. Srta Beckett-halagó Kim sentándose en el asiento del copiloto y colocándose el cinturón.

-Muchas gracias Kim-encendí el vehículo y aceleré para emprender camino. Encendí la radio para que haga un poco de ruido y conduje en silencio. Kim parecía un poco incomoda allí.

Si bien trabajaba conmigo desde siempre pero nunca habíamos entablado una relación de amistad. Solo era trabajo y de forma muy seria, ella ni si quiera me llamaba por mi nombre y nunca nos habíamos visto fuera de lo que es el ámbito del trabajo por lo que ninguna tenía confianza con la otra.

Kim además era una chica muy reservada y tímida. No era la persona mas sociable que había conocido así que entablar una conversación con ella pocas veces sucedía. Era bastante estructurada también, lo cual para trabajar me venía excelente y como asistente era perfecta para mi. Pero como amiga...no lo sé.

Comenzamos a adentrarnos en aquella zona de la ciudad que tanto hablaba la gente que no se debía ir. Hacía años que no iba allí y se sentía extraño regresar. Los recuerdos comenzaban a aparecer en mi mente. La ultima vez que había ido había sido con él y había corrido una carrera.

Levemente una pequeña sonrisa comenzó a formarse en mi rostro recordando aquel momento de adrenalina.

*Flashback*

Volteé hacia Charles-. ¿Una carrera? ¿Estás por correr una carrera?

Charles sonrió-. Estamos.

Trague saliva y pide sentir los nervios comenzar a aparecer-. Charles...tengo un poco de...

-¿Confías en mi?-sus ojos verdes conectaron con los míos. La chica de la bandera se posicionó frente a los autos y mi corazón aún se aceleró más. Los motores cada vez sonaban más altos. Voltee nuevamente hacia Charles y asenti. Una sonrisa tranquilizadora apareció en su rostro-. Disfruta, ángel.

*Fin del flashback*

-Disculpe Srta. Beckett pero ¿En dónde estamos?-Kim parecía estar entrando al mismísimo infierno y me recordó a mí la primera vez que presencié lo terrorífico que era ese lugar.

-Estamos en la zona Oeste de la ciudad-respondí mientras los maños presionaban con fuerza el volante.

.
.
.
.
.
.
.
.

Me encanta leer sus comentarios sobre la historia! Gracias por tomarse el tiempo y el trabajo 🫶🏼

A pesar de todo |CHARLES LECLERC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora