✨️CAP.17✨️

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NARRA KENNIA:

La universidad, el trabajo y todo lo demas pasó a segundo plano. Lo único que hacía era estar en el hospital. Así fue por lo menos 1 mes.

- Nia, no me gusta que estés todo el día aquí, güera.

- ¿Sigues con lo de güera?

- Eres como ocho tonos más güera que yo, así que si.

- Tu eres blanco, Sebas.

- Tu tambien. Ya en serio. No puedes descuidar la escuela.

- Sebas, no te vas a deshacer de mi.

- No, si yo feliz de tenerte a un lado- sonrió.

- Ay si, ay si, feliz, seguramente. Si ni me hablas nunca. Yo no sé porque no me lo imaginé.

- Imaginarte ¿qué?

- Pues que era algo malo. Digo, nunca vas y menos solo- negó- ¿por qué no me visitas?

- No puedo.

- Ah, ¿no puedes? ¿Ya te mangonean?

- Oh, me ofendes. ¿Me has visto rendirle cuentas a alguien, alguna vez?

- Por eso te pregunto. A ver, ¿por qué no puedes? Don importante.

- Me pega el Raul- rió.

- ¿El Raul? ¿Mi Raul?

- Sii, tu Raul. Me tiene bien prohibido ir a verte solo.

- ¿Y eso? Algo te conoce.

- Ey, es tu culpa.

- ¿Mi culpa? Y yo ¿Qué hice?

- Tu, si ¿qué crees? Si bien sabía el que te traía ira- hizo una seña rara- cacheteando las banquetas como quien dice.

- Ay, eso fue hace un chingo- solté con nervios- ¿tu sabías?

- El que te veía sabía.

- Ay no, que vergüenza.

- Eh, ¿vergüenza por qué? Ni que fueras la única.

- Pero no. No, eso no.

- Ira', te pusiste colorada- burló- cálmate 'ome, no pasa nada. Pero, ¿si fue mucho tiempo?

- Sii, fácil 4, 5 años.

- No, si fue un chingo. Yo creía que eran 2 o 3.

- ¿Tanto?

Asintió. Seguimos hablando por muy buen rato pero nada cambiaba que yo sintiera vergüenza al hablarle. Fue y trajo comida para los dos, algo me decía que este era el día para que Raulito abriera los ojos y nada me haría moverme de ese hospital.

Comimos y seguimos platicando, me contó sobre su familia y me puso al tanto de otras cosas que no hablaba con mi hermano.

- Sebas, ¿sabes cómo fue el accidente?

Me miró y dudó en responder y luego de unos segundos asintió.

- Si, si me dijeron como fue. ¿Por qué?

- Dime, dime como fue.

- ¿Para qué? ¿Para qué quieres saber eso? No te va a servir de nada.

- Quiero saber, Sebas. Dime.

- Ta' bueno pues.- suspiró- Una bala lo descontroló. Le dispararon y la camioneta se descontroló por la velocidad, se volcó y pues...

- ¿Una bala? ¿Le dispararon? Pero, ¿Por qué? Sebas, Raulito no, ¿Una bala?

- Si, Nia, una bala.

- Pero, ¿Por qué? ¿Quién le hizo esto?

- Mira, yo no sé si deba decirte esto, si el Raul no te lo ha dicho es por algo.- se talló la cara y negó- el Raul y yo andamos en unos negocios, negocios con los Beltran. Y no sé, no sé quien fue, pero te aseguro, Nia; te juro que el cabrón que le hizo esto a mi carnal lo va a pagar.

- ¿Qué hicieron? Sebastián, ¿Por qué?

- Por ti, por la familia, Nia. Porque ya no te queremos ver sufrir por dinero.

- Y ¿a qué costo? ¿a qué costo, Sebastián? Míralo, mira donde está. Prefiero sufrirle al banco, Sebastián,- alcé un poco la voz sin gritarle y con la voz casi en un hilo por el nudo que se había creado en mi garganta- prefiero morirme en deudas, siempre hemos podido salir de esos pedos, Sebas. Y ahora le estoy sufriendo a el, por eso, por su cochino negocito está ahí, tirado. Sebas ustedes son mi familia y sin ustedes yo me muero- las lágrimas corrían en mi rostro y tan rápido como salían Sebastián las limpiaba- Sebas, yo no quiero que me los maten.

- No, Nia. El Raul se va a levantar, no nos va a dejar llorandole, es un cabrón y se va a alivianar el güey.

- ¡No, Sebas! ¡No! Dejen eso, por favor. Si el problema es el dinero yo dejo la escuela y me meto a trabajar.

- No, no, Nia. Ni se juego vas a dejar la escuela tu. Vas a seguir y vas a cumplir tus metas, y nosotros vamos a hacer todo para que lo logres.

- Sebas, no. ¿Sabes quien es la que vino con Aneth?- negó y seguí hablando- Se llama Elsa, es la mujer de Alfredo.

- ¿Alfredo?

- Si, Sebastián. Alfredo Guzmán, y ustedes metidos con los Beltran, aquí es de los Guzmán, Sebas. Yo no quiero que les pase lo que les pasa a todos. Sebas yo los quiero un chingo, yo sin ustedes ya no vivo, entiende. Yo los amo, son lo más importante que tengo.

- No es tan facil, Nia. No son enchiladas.

Dejé de discutir con el, si algo lo caracteriza es la terquedad y a mi la poca paciencia.

- Andale, vete a bañar y de pasada traes algo de cenar, yo me quedo con el Neto.

Asentí y me regresé a mi casa. De camino todo me daba vueltas en la mente, toda la información que mi cerebro había recibido apenas estaba siendo procesada. Tarde, si. Pero no podía pensar en todo tan rápido, mi mente en el hospital estaba en Raul, y fue tambien.

Sebastián se volvió mi compañero, Aneth iba todos los días, pero yo sabía todas sus responsabilidades y no permitiría que dejara todo por estar ahí. Y Sebas, el tambien era mi hermano, siempre fuimos los tres mosqueteros. A donde fuera Raul iba Sebastián y viceversa. Y a donde fueran ellos, iba yo.

Siempre viví enamorada de Sebastián, si. Pero eso no afectaba nuestra relación de amigos. El jamás se enteró o eso creía yo, y Raulito solo se burlaba de mi. Siempre recordándome que Sebas no era material para novio, como el decía.

Eran iguales, los dos bien volados, hasta se parecían físicamente. El mismo porte, Sebas siempre fue más de sombreros y Raul de gorras, eso los distinguía. Y yo, a mi siempre me veían con algo de ellos.

Era muy común verme con alguna camisa de ellos, a veces le robaba el sombrero a Sebas o las gorras de Raul complementaban mis atuendos. Siempre los llevaba conmigo, donde fuera ellos eran mi prioridad.

ℰ𝓃 𝒟ℯ𝒻𝒾𝓃𝒾𝓉𝒾𝓋𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora