✨CAP: 35✨

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NARRA KENNIA:

No duré mucho hablando con Chalito, después de evitar la segunda pregunta no sabía que decirle. Así que no me molestó que Sebas llegara pronto, al contrario.

Hablé un poco más con Sebastián y luego ambos salieron a trabajar.

Ya estando sola me puse a recapitular el día, todo lo que había pasado. Obviamente es mucho más fácil juzgar cuando ya sabes lo que pasaría, así que antes de perder el interés de Alfredo me decidí por hablarle.

- Alf, ¿Puedes mandarme mis cosas por favor? Solo mi maleta, necesito algo que viene ahí- hablé en cuanto contestó.

- Claro, preciosa. Ahorita te llega. ¿Cuál es tu maleta?

- Es negra, tiene de llavero una esclava.

- Ya la vi, en unos minutos te llega.

- Gracias.

Colgué y me dediqué a pensar en lo que haría.

No tardaron en tocar la puerta, me acerqué y al abrir me topé con Alfredo cargando mi maleta de mano.

- No supe si ocupabas esto, así que también la traje por si acaso.

- Muchas gracias, Alf. No era necesario que vinieras hasta acá.

- Por ti camino hasta el fin del mundo, chaparrita.

Sonreí imitando su gesto- La verdad me estoy haciendo loca aquí.

- ¿Y eso?

- Pues yo sola. Ya no hayo que hacer.

- ¿Quieres que me quede un rato más?

- ¿Cómo sigues aquí después de todo lo que te he dicho?- indagué curiosa.

- Bueno. La verdad yo también me lo he llegado a preguntar. Pero creo que- hizo una pausa-. Mira yo nunca me había sentido como me siento contigo, y no me refiero a la atracción física.

- ¿Entonces?

- Creo que estoy enamorado de ti, bueno, estoy seguro de que sí.

- Alf...

- Yo sé que para ti es difícil perdonarme, pero confío que algún día lo vas a lograr.

- Alfredo, ponte en mi lugar. ¿Tu podrías perdonar a alguien que mató a tus hermanos? Si tú tuvieras al que le disparó a Edgar ¿Lo perdonarías?

- Yo ya perdoné al que dio la orden. Y si mi apá pudo perdonarles la vida todos esos cabrones, yo puedo perdonarlo también- habló y yo negué.

- Eso no es verdad, si yo mañana le disparará tres veces a tu hermano, tú, lo último que quisieras sería saber de mí.

- Kennia, mi papá fue el que dio esa órden. Un error que le costó un hijo. Y un error que no fue suyo. Yo sí le guardé rencor por años, pero ahora que soy padre me doy cuenta que lo último que mi apá pensó, fue que hablaran del Arturito.

- Pues yo todavía le estuviera mentando la madre.

- Para nadie es un secreto que, para mí apá, el Moreno era sus ojos. El favorito. Eran más apegados. El Iván y yo estábamos plebes y ni se diga el Ovi. Por eso cuando mataron al Edgar, mi apa se echó pá abajo mucho tiempo, mi apá no comía, no dormía. Y cuando nos miraba era para pedirnos perdón- habló tratando de ocultar las lágrimas que amenazaban con salir-. El hombre nos lloró de rodillas. A la mamá del Edgar se le hincó. Yo vi a mi padre destruido de arrepentimiento, pidiendo perdón en cada paso, sufriendo por su hijo y cargando con la culpa. Así que si, Kennia. Yo no sólo lo perdonaría. Yo lo quiero volver a ver, quiero volver a abrazarlo.

ℰ𝓃 𝒟ℯ𝒻𝒾𝓃𝒾𝓉𝒾𝓋𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora