✨️CAP.27✨️

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NARRA KENNIA:

Confirmar el viaje con Aneth era toda una travesía, pero pedirle a Sebas que nos acompañara a la cena era misión imposible.

Sebastián se metió en la cabeza que la próxima vez que tuviera a alguno enfrente lo mataría, pedirle que mantenga la ya común pistola en su cintura era pedirle demasiado. Aún así, a pesar de todo el daño que la familia Guzmán nos provocó, se lo pediría por Aneth.

Me arriesgaría a recibir algún sermón o en el peor de los casos un insulto, recordandome lo estúpida que era de sentarme a su lado sabiendo que eran los responsables de la muerte de Raul.

Preparé la cena como cualquier otro día, ellos llegaron y Sebas se metió a bañar mientras chalo me acompañaba en la cocina ayudándome a poner la mesa mientras esperabamos.

No mencioné lo de la cena porque temía que el no se tentara el corazón por nosotras y diera aviso de la ubicación.

Él nos había demostrado su apoyo, pero entre Rauli y yo, estaba segura que yo sería la opción a descartar. Mi hermano siempre fue sabio en amistades, por algo preparé la cena para Sebas y Gonzalo después de tantos años.

No fueron ni diez minutos lo que nos duró la calma del silencio porque Sebas bajó chancleando y arrastrando los pies.

Permití que la cena se disfrutara hablando del tema más reciente s juzgar. El polémico partido de la final de liga.

A Sebas y Raul siempre les gustó demostrar que sabían de algo, y a mí meter la cuchara donde apenas cabía. Yo no tenía el nivel de conocimiento de los hombres con los que compartía mesa, pero me gustaba tener razón y así el dato que lanzara fuera falso, ellos lo daban por bueno buscando evitar una confrontación de gritos y comida.

Terminamos de cenar y ellos se quedaron abajo limpiando mientras yo subí y me duché para volver a bajar ataviada en un pijama de gatitos.

- Se te cayó un gato- burló sebas al verme salir del cuarto.

- A ti una neurona.

- Andale no te agüites, vamos a jugar, vente.

Acepté y bajé metiendome en el sillón junto a él, Sebas prendió la consola y configuró el juego para los tres participantes y chalo trajo palomitas mientras yo veía mi celular. Terminó de elegir su personaje y yo solo incié mi cuenta sabiendo que el personaje ya se encontraría perfecto, Chalo por el contrario usó un personaje por defecto.

- Necesito un hacha y mucha madera.

- Consigue, floja.

- Lo haría, pero estoy muy ocupada decorando y organizando el montón de bloques que tienen de casa.

- Ahí te la llevo- se sumó Chalo a la conversación y como lo dijo, su avatar se acercó a mi y arrojó un hacha.

- Ay, el fino le da de diamante.

- El que puedo puede, y el que no crítica.

Seguimos jugando entre risas, dejé que el tiempo corriera al menos media hora más y cuando todo quedó en un silencio pacífico, abrí paso al tema.

- Aneth hará una cena por su cumpleaños.

- ¿Dónde? ¿Aquí o en el rancho?

- Bueno, hará dos.

- ¿Y eso?

- Te van a matar- mencionó Chalo alertandome sobre el NPC que me disparaba flechas y volvió a guardar silencio.

- Hará una en el rancho, con sus papás, sus hermanos y nosotros.

- ¿Y la otra? ¿Segura que no es peda?

- La otra es con su novio y sus hermanos.

- ¿Tiene novio?- cuestionó mientras peleaba contra un zombie que luchaba por entrar a su base improvisada y yo asentí.

- Quiere que vayas.

- ¿A cuál?

- A las dos. Somos amigos y familia.

- Se me hace raro que no me haya hablado ella.

- Sebas, su novio es Iván.

Solté la bomba y el estallido llegó acompañado del golpe de los controles que resbalaron de sus manos seguidos por los dos pares de ojos que me miraban como si no creyeran lo que acabada de decir.

- ¿Iván? ¿El Guzmán?- asentí y el negó- yo no me paro cerca de esa gente, sus hermanos también irán, ¿no?

- Sebas, es su cumpleaños y el es su novio, tenemos que entender.

- Entender nada, Kennia, es su novio pero el Raul era mi hermano, y ellos lo mataron, tu lo escuchaste dar la puta orden.

Sin decir nada, Gonzalo recogió el control y siguió presionando los botones casi con la misma fuera con la que su mandíbula se mantenía tensa.

- Sebas, es su cumpleaños, no te pido que seas su amigo por siempre, es más, si quieres no hables con ellos, pero ella te quiere en ese día tan especial.

Se puso de pie de manera violenta mandando todos los cojines que lo rodeaban al suelo y negó como si su vida dependiera de ellos.

- No, Kennia. No voy a ir a estar con esa gente porque, escúchame bien, el día que los vuelva a ver será lejos de ti y de ella, y ese día mi único objetivo será matar o morir.

Sus palabras se grabaron en mi mente como quemaduras en la piel, un nudo se formó en mi garganta y me puse de pie confrontandolo a la distancia con Gonzalo en medio, a punto de rebentar del cólera que sé que le causaba la discusión.

- Sebastian, es solo un momento, ella es feliz a su lado.

- Y yo lo era con Raul.

- Si, Sebas, lo sé yo también pero.

- Parece que no entiendes mi dolor- interrumpió y yo lo dejé con las palabras en la boca al estrellar el mando decorado contra la pared.

- ¿Qué no te entiendo dices, Sebastián? Nadie, escúchame bien, nadie en este puto planeta va a resentir esa pérdida más que yo, ¡nadie! ¡jamás! No te atrevas a decir que no lo siento cuando sabes claramente que me duele hasta respirar en su asuencia.

- Kennia yo no quise decir eso.

- Pero lo hiciste. Lo que pasó es más que una tragedia, su muerte siempre nos va a doler, pero no podemos arruinarle la vida a quienes buscan vernos bien. Si Aneth es feliz al lado de ese cabrón que lo disfrute.- hablé intentando mantenerme firme pero era consciente de que el llanto ya me acechaba tanto en la mirada como en la voz- Yo no voy a cuestionarla, y no la voy a juzgar. Pero te lo aseguro, Sebastián, que esto no queda así, la muerte de Raul se vengará, pero Aneth no es parte.

- Kennia, entiende que no son bueno para ti, ni para ella. Si los patrones no los quieren es por algo, podemos acompañarla en la cena en el rancho, con su familia, no con esos pendejos.

- Pues yo la voy a apoyar te guste o no, y si te molesta te pasas el coraje como puedas porque no la voy a dejar abajo, por nada.

Gonzalo se levantó sin decir nada y caminó a la cocina, sirvió dos vasos de agua, le extendió uno a Sebas y se colocó de espaldas a mi para beber del otro, Sebastián, con el cariz dolido y los ojos llenos de lágrimas, imitó su acción recargandose a su lado en la gran isla de granito.

Me quedé unos minutos ahí, esperando que alguno dijera algo, que me miraran y dejaran de actuar como si no existiera, pero no lo hacían. Me sabía de memoria las pecas en su espalda, incluso recordaba el número exacto, pero ese día no las volvería a contar como todas las veces que lo hice a escondidas cuando visitaba a mi hermano. Sebastián me podía, y hace unos minutos acababa de discutir con el por el trío de hermanos que a la fecha solo hacían problemas.

ℰ𝓃 𝒟ℯ𝒻𝒾𝓃𝒾𝓉𝒾𝓋𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora