✨️CAP.18✨️

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NARRA KENNIA:

- Kennia, te estaba esperando.

Con la mano en el pecho y un susto del demonio volteé a verlo.

- ¿Qué haces en mi departamento?

- No contestas, te he llamado y no me respondes, te he buscado en tu escuela y no te veo, incluso en tu trabajo. ¿Me estás evitando?

- Mi mundo no gira al rededor de ti, Alfredo. No te creas tsn importante tampoco.

- ¿Entonces? Nadie sabe nada de ti, es como si te hubiera comido la tierra.

- Alfredo- me acerqué y puse mis manos en sus hombros manteniendo distancia- desearía que eso hubiera pasado, créeme, y no, no por ti. Estoy muy ocupada últimamente, tal vez después te explique, tal vez no. Pero en serio, no quiero ser grosera pero hoy no te puedo recibir, me encantaría que dejaras de entrar de esa forma a mi departamento pero si no quieres, adelante, está solo todo el día. Y hoy, solo vine a darme un baño, tengo que volver.

- ¿Volver? ¿A dónde?

- Alfredo, cuando me estreso soy grosera, en serio no quiero hacerte una grosería. Hoy estoy estresada y tus preguntas no ayudan.

- Pero ¿Por qué no me puedes decir?

- Porque no es algo que sea de tu interés, ¿No crees?

- Kennia, dame otra oportunidad. Ya entendí mi error, ya no sé que más hacer para que me perdones, dime ¿Qué quieres que haga?

- Nada. No hagas nada, solo vete. Yo no quiero estar en tu mundo, entiende. Ahora, me voy a meter a bañar y espero que cuando salga ya no estés, en verdad tengo un muy mal día.

- Dame una oportunidad.

- ¡No! Alfredo, ya, por favor. Hoy no es un buen día, hoy tengo mil pendientes.

- ¿Hay alguien más?

- ¿Qué?. Ay, ¿sabes? Si, si hay alguien más. Yo, mi familia. Yo no me voy a meter en tu mundo y terminar como Elsa. Ahora si me permites me tengo que ir a bañar.

Ignorando si había alguna respuesta o reacción de su parte, seguí mi camino a la cocina, busqué un vaso de agua y caminé dejando lo que tenía en mi mano en la mesa para llegar a mi cuarto.

Entré y aventé todo, cerré la puerta con seguro, ya no me sentía cómoda y eso me molestaba.

Me metí al baño y me saqué toda la ropa. Me metí a bañar y no tardé más que en lavarme el cabello. Salí y mientras me cambiaba escuchaba que Alfredo seguía dando vueltas en la sala.

Estaba por salir pero recordé que tenía que llevar ropa extra, por si acaso. Dejé la puerta abierta y me dirigí a mi guarda ropa, saqué una mochila y comencé a echar ropa, pero la conversación de Alfredo llamó mi atención. No acostumbro a escuchar conversaciones ajenas, pero por algún motivo, esta captó mi atención así que dejé de hacer todo y guardé silencio completamente.

- ¿Sobrevivió?... esos cabrones, no les basta con tener a un pendejo siguiendonos el rastro, tienen qie meter otros dos. Si, y aparte son unos plebes, son nuevos los cabrones. Rematenlo, lo quiero muerto, y al otro lo buscan aunque tengan que tumbar Culiacán.

Yo solo escuchaba, sabía que no se dedicaba precisamente a vender frutas, así que tarde o temprano escucharía algo de eso, pero ¿En mi casa?

- Está en la Culiacán, si, el número de habitación no me lo sé. Está entre el diez y el quince, eso sé. Sale.

Y mi mente de nuevo estaba perdida.

Traté de ignorar eso, así que seguí echando ropa y cosas que me pudieran servir.

10 minutos.

10 minutos fueron suficientes y como arte de magia, los dos telefonos timbraron. Contesté con la esperanza de que hubiera alguna noticia de Raul. Pero no alcancé a contestar, Alfredo si.

- ¿Ya quedó?- soltó y esperó un poco, supongo que espero que le contestaran- arre, nos vemos donde mismo en unas tres horas. Si en la salida.

Mi teléfono volvió a sonar, era Sebastián, así que contesté.

- ¿Bueno?

- ¡Nia! Quédate en la casa, ya voy yo para allá.

- ¿Sebas? ¿Qué pasó? ¿Raul está bien? Te escuchas agitado, ¿Qué tienes?

- Llegando te cuento.

- Sebas, ¿balearon el hospital?

- Si, la clínica está hecha un desmadre.

- ¿Cómo está Raul? ¿Te hirieron?

- Nia,- hizo una pausa, supongo que pensando que decirme- vinieron por el Raul. No alcancé a llegar. Nia, no lo salvamos- lo oí llorar, por primera vez en mi vida. Lo escuché llorar.

La noticia de su accidente me llegó fuerte, pero ¿un atentado?

Solté el teléfono y por el volumen aún escuchaba los llamados de Sebastián, bajé y empujé a Alfredo, el solo me miraba desconcertado.

- Ey, ¿Qué traes?

- Eres un maldito, desgraciado, te odio, ¡Te odio!

- Nia, ¿Qué tienes?

- Eres un cabron, me llamo Kennia, no Nia, para ti no soy Nia. Vete de mi casa, vete ¡ya!- sin pensarlo comencé a golpear su pecho a puños- imbécil, eso eres, un pendejo.

- Ey, ¿Qué pasa?- tomó mis muñecas con fuerza y delicadeza, me miró por unos segundos. Mi rostro lleno de lágrimas y coraje, después me juntó a su pecho y me abrazó.- ¿Qué tienes? ¿Qué pasó?

- Lo mataste, lo mastate, Alfredo- lloré aún refundida en su pecho. Llorando.- lo mataste, al hombre que mataron fue a mi hermano, maldito.- recuperé fuerzas y volví a golpearlo, ahora con mayor fuerza.- ¡Lárgate! ¡vete antes de que yo te mate con mis propias manos! Desgraciado, ¡te odio, vete!

- ¿Qué? ¿Tu hermano?- me miró confundido- No, no, debe haber un error, una mala coincidencia.

- ¿Coincidencia? ¿Cuántas putas clinicas hay con ese nombre? ¡Raul!- grité- Raul Uriarte, es mi hermano.

- ¿Tu hermano trabajaba para los Beltran?

- Es lo madres, Alfredo. Para quien trabajara, tu me lo quitaste. El no era malo.

- No era un santo tampoco.

- Y pudo haber sido un demonio o hasta el mismo diablo, pero era mi hermano, era toda mi familia. Vete, Alfredo, porque yo no me quiero manchar las manos de tu sangre.

- Yo te quiero, Kennia, estos son negocios.

- No sigas, y ya vete.

Lo empujé hasta la salida y me quedé sola. Me dejé caer en el sillón y comencé a llorar.

Jamás había llorado tanto como ese día.

- ¡Nia!- me abrazó Sebastián- lo siento mucho, mi niña, perdóname. Perdóname por no cuidarlo como debí. Perdóname.

Refundió su cabeza en mi hombro y yo me recargué en el.

- No es tu culpa, Sebas. No es tu culpa, mi niño.

- Te prometo que ya no te voy a dejar sola nunca.

- No,- las lágrimas corrían en ambos- no me dejes nunca, Sebas. Eres mi hermano y no te quiero perder nunca- lloré.

- Jamás, mi güera.

- Sebas, mi Raulito se me fue y no alcancé a decirle, pero no quiero qur me vuelva a pasar- volteé a verlo y el hizo lo mismo. Ambos con los ojos hinchados de llorar, y un poco rojos- te amo mucho, siempre voy a estar agradecida con ustedes por todo lo que hicieron.

Me abrazó y lo sentí llorar, yo sé que el hacía hasta lo imposible por no hacerlo, pero es imposible no llorar en esta situación.

- Yo tambien mi güera, yo tambien. Y siempre voy a estar contigo, alistate, vamos con el Neto.

Habló y yo asentí.

ℰ𝓃 𝒟ℯ𝒻𝒾𝓃𝒾𝓉𝒾𝓋𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora