NUEVO MUNDO.

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—¡Mamá! —hablé lo suficientemente fuerte para que pudiera escucharme— ¡Ya me voy!.


—¡Cielo¡— salió atravesando una puerta poniendo sus manos en la cintura viéndome— ¿A dónde vas?.


Frene unos segundos regresándole la mirada mientras ignoraba lo juzgadores que eran sus ojos.


—A la librería —contesté con obviedad— Regresaré a tiempo —salí evitando la oportunidad de que dijera algo más.


El frío me recibió a las afueras, así que puse el abrigo para seguir el camino hacia lo planeado.


El cielo gris le daba una vista magnífica a la ciudad estremeciendo el ambiente. ¡Cielo! Ese también era mi nombre, me gustaba pensar que de verdad estaban relacionados, pues el cielo era tan cambiante al igual que yo, y de cierta forma me sentía unida a él; aunque mis padres decían que la historia era otra y muy diferente. Muy linda también no lo podía negar, pero aún me negaba a aceptarla por completo, pues me agradaba la idea de que fuera algo mucho más grande.



Cuando al fin termine el recorrido me adentre al establecimiento lleno de historias entre libros sintiendo la calidez, que solo las personas que amaban esas historias podían entender.


—¡Cielito! —una voz en fingidos susurros capturo mi atención.


Voltee en dirección hacia ella, quien me llamaba con su mano detrás del mostrador de madera. Le sonreí mientras me aproximaba.

—¿Lo tienes? —pregunté en voz baja y con misterio, reprimiendo la intriga.


—Si —dijo con una amplia sonrisa y un brillo en sus ojos.


Abrí la pequeña puerta pasando la estructura de madera. Ambas tomamos asiento poniendo el libro como protagonista.


—¿Crees que sea buena idea abrirlo ahora? —cuestione— ¿Si abrimos una maldición o peor?.



Expuse de cierta manera la angustia ante las pláticas de mi familia y las investigaciones realizadas.



—Es una réplica, no pasará nada —contestó la dueña de la voz susurrante, Aruma.



—Mi sijtli me habló de el, según ella contiene enseñanzas que pueden resultar peligrosas en las manos equivocadas —expliqué.


—Tu mosij es como mi sijtli también y es increíble, pero tal vez requiera intervención psiquiátrica —frunció el ceño pensativa— No todo lo que dice puede ser cierto.



—Quizás, aunque en ese caso a las que deberían intervenir es a nosotras por seguir sus locuras —reí— Hasta ahora todo ha sido cierto.



—Bueno, ¿igual qué ha de pasar, no?, es ahora o nunca —habló, pero fue más para sí misma— Si pasa algo, en mi ofrenda exijo mole o mejor tacos, no mejor arroz con leche, que este dulce, pero no tanto. Mejor todo, quiero todo eso en mi ofrenda y pobre de ti si no esta —voltio a verme con advertencia.



—Solo ábrelo o las dos pediremos ofrenda desde el más allá —dije con sarcasmo y miré el libro.


Al momento que se disponía para abrirlo una voz resonó en el silencio provocando que lo soltará, al mismo tiempo que nuestros corazones se aceleraban.


—¡Quiero un libro! —dijo esa voz que nos llenó de susto.


Las dos nos levantamos al mismo tiempo mientras yo tomaba el libro entre mis manos ocultándolo.



—¿No podías llegar en otro momento?, por poco eres el responsable de mi muerte —sé quejo con el joven— Ahora por eso te quedas sin libro, anda vete.


Él nada más se fue siguiendo las indicaciones de Aruma sin queja.


—¿Sabes que si sigues así perderás tu trabajo? —me recargue sobre la barra de madera oscura antigua.


—Bueno tampoco es como que lo necesite —respondió.


—Es la única condición de tus padres para no quitarte las tarjetas de crédito por tu bromita —la observé— Igual es la librería de mi sijtli y gracias a que se ofreció a vigilarte para que el castigo no fuera peor, es que ahora tenemos acceso a los archivos y a toda la librería —presumí el objeto en mis manos— No puedes irte de aquí.


Mi vista se desvió a la hora en el gigante reloj de fondo.


—Es hora, te ayudo a cerrar —hablé comenzando a revisar que ya no hubiera nadie más— Tenemos que estar listas para el viaje.


Ambas nos apresuramos a dejar todo en perfecto orden como debía estar.


—Si, si ya vámonos —dijo yendo a la puerta de salida con apresuro.


Salimos a las calles de la ciudad al momento que cerró la librería. Después nos dirigimos a casa donde ya nos esperaban mis padres y mi sijtli. Desde que pude hablar me enseñó a llamarla así, pues decía que era una de nuestras lenguas originales, el náhuatl, así que desde pequeña le decía abuela en tal lengua.


—Por poco y no llegan —dijo mamá— Por cierto, Aruma tus padres llamaron diciendo que te comunicaras con ellos apenas llegáramos.


—Si, señora Itzmin, yo los llamó.




—Suban ya al auto o no llegaremos al vuelo —dijo la mujer mayor.


Desde que sijtli se había venido a vivir con nosotros, al menos una vez al año visitábamos su lugar de nacimiento, pues era de donde provenía, una rama del árbol genealógico de mi familia materna.


Finalmente, llegamos al aeropuerto y esperamos hasta que nuestro vuelo saliera, el viaje era de poco más de dos horas. Al escuchar el llamado abordamos comenzando la trayectoria esperado llegar a nuestro destino.

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𝐶𝑖𝑒𝑙𝑖𝑡𝑜 𝐿𝑖𝑛𝑑𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora