CONOCER.

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Seguí contemplando los detalles de Alebrijes, eran bastante curiosos, algunos desconocidos ante mi conocimiento y eso me intrigaba. Un hombre vestido de una guayabera blanca y pintado del rostro me dio una bebida, la cual llevaba una descripción en el vaso de vidrio.

<Tlajli> Tierra.

Di un sorbo al líquido, el cual me sorprendió por el exquisito sabor que hizo que cerrara mis ojos por un insté para deleite. Continúe el andar y cruce varias puertas con cortinas preciosas, bordadas de culturas.

—El cielo y la tierra en tus manos —una voz dócil y delicada a la vez atrajo mi atención— ¿Dónde estás ahora?.

Camino entre más cortinas que cubrían su silueta, causando que la buscara entre las mismas.

—En la tierra —conteste.

—¿Qué es la tierra? —indagó.


Llegamos a otra parte, una donde había ofrendas de todo tipo que parecían muy reales, de fondo estaban las representaciones de los Dioses. Un escalofrío recorrió mi piel, ya que fue como si me bañara con la energía de los ancestros como un respiro al alma.

No lo entendía muy bien el por qué, no entendía el significado de cada detalle, pero quería saberlo, una necesidad aumentó la llama que ya emanaba dentro de mí. Con los dedos toqué las representaciones del Dios de la lluvia, del Dios de la guerra, del Dios del Mictlan, del Dios de la serpiente emplumada; cada uno de ellos era representado en cada cultura con nombres diferentes y eran venerados.

—Es la materialización del alma, tal vez eso es la tierra —manifestó.

—¿Quién eres? —pregunte curiosa al observar al fin su silueta.

—¿Quién eres tú? —devolvió— No puedes hacer esa pregunta, si no puedes responderla tú primero.

Desvíe la mirada meditando sus palabras.

—Aún no lo sabes... quien eres. Define a donde perteneces —se sentó— Bienvenida al viaje.

Un choque por detrás me distrajo.

—Oh, lo siento —se disculpó un tono masculino— Hola —sonrió cuando nuestras miradas se reflejaron una con la otra.

Voltee rápidamente al darme cuenta de que le había quitado mi atención aquella mujer, así que me dispuse a buscar su presencia de nuevo, pero ya no estaba.

—Hola —volví hacia él con una sonrisa.

—Soy Semeel —extendió su mano— ¿Y tú?.

—Cielo, soy Cielo —junté nuestras manos.

—Está impresionante, ¿no?.

—¿Qué? —la confusión se dejó ver.

—El lugar de Mictlantecutli, el Dios de los muertos —explicó paciente— En Alebrijes hay un sitio para cada Dios, es para venerarlos, los que aún guardamos nuestras raíces.

Su explicación me dio más entendimiento sobre el sitio y sobre donde estaba, lo cual agradecí internamente.

—Quisiera mostrarte, pero no puedo, tú llegarás ante cada Dios cuando sea hora —soltó un suspiro— Te estoy asustando, ¿cierto?.

—No, para nada —respondí— Me gusta aprender.

—Bueno, tengo que irme, fue un gusto, Cielo — se dio la vuelta y dio unos pasos.

𝐶𝑖𝑒𝑙𝑖𝑡𝑜 𝐿𝑖𝑛𝑑𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora