YUCATÁN.

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Al aterrizar en Mérida Yucatán, las hermanas de sijtli ya nos esperaban para ir a la casa de la familia. Eran dos mujeres de avanzada edad, solteronas, que precisamente no se casaron por falta de pretendientes o belleza, sino porque según ellas no estaban aquí para eso y hasta ahora no entendía a que se referían exactamente.




—¡Cielito!, ¡Itzmin!, por fin llegaron— una de mis tías me abrazo cortando la respiración a mis pulmones.




—Bienvenido Vicente— siguió hablando la tía Zeltzin con desagrado al dirigirse a papá, ya que no lo querían por llevarse a mamá de sus tierras.




—¡Acatzin! Te preparamos tu cómoda favorita— la otra tía Tezcatl abrazo a sijtli.



—Que bueno que viniste Aruma, espero tengan hambre —la tía Zeltzin abrazo de lado a mi amiga.



—Demasiada —respondió ella con tortura exagerada.



—Bueno vámonos —dijo papá.


Al salir del aeropuerto las calles estaban húmedas por la lluvia que anteriormente había caído, como consecuencia el clima era frío y a través de la ventanilla se veía como el agua corría por los bordes del asfalto. El camino no fue tan largo a decir verdad, aunque tal vez eso se debía a las extensas pláticas y risas, pues la casa no estaba en Yucatán como tal, sino a las afueras.



Al llegar a la propiedad unos señores nos abrieron las puertas y bajaron las maletas, lo cual agradecí, eran los mismos señores desde hace años que trabajan con la familia de sijtli. Al bajar sentí la naturaleza en todo su esplendor acariciar mi piel dándome la bienvenida.



—Sus habitaciones están listas —sonrío la tía Zel.



Aruma se acercó a mi lado dejando salir un suspiro de cansancio.



—Supongo que no me dejaran comer si no me baño, así que ¿vamos? —me miró.


Asentí soltando una ligera sonrisa mientras huíamos de la escena.


—¡La cena será pronto! —grito una de las tías al percatarse de nuestra huida silenciosa.



Cada una tomo el camino a su habitación, ya que eran separadas, así que quedamos de vernos en el comedor.



El agua descendió sobre mi cuerpo durante un tiempo alargando el baño caliente, al finalizar puse la pijama abrigadora. Cuándo baje las escaleras para adentrarme a uno de los pasillos un choque me recibió.



—¡Auch!— me quejé sin pensar por el golpe que recibí.


—¡Auch dos! —se quejó otra voz con sarcasmo, solo que esta era masculina.


Al escucharla me reí instintivamente provocando que el dolor pasara a segundo plano. Alcé la vista encontrando a un hombre joven, de la misma edad que yo o incluso unos años mayor me atrevería a decir, era apuesto, pero eso no quitaba el hecho de que había provocado que me golpeara no solo contra él sino contra la pared.



—¿Sabes?, deberías tener más cuidado por donde caminas —fruncí el ceño hablando con seriedad.



—¿Sabes?, tal vez eso lo deberías hacer tú —reprochó con indignación— ¿Quién eres? O mejor ¿Cómo te llamas? —cuestionó viéndome.


—No te interesa —respondí.



—Me chocaste, así que debo saber a quién culpar —alzó una ceja.



𝐶𝑖𝑒𝑙𝑖𝑡𝑜 𝐿𝑖𝑛𝑑𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora