LIBRO.

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Lo más fácil sería que fuera a pedirle nuestro libro, solo que algo me decía que Ameyal no cedería, pero ¿para qué él querría el libro?, seguro que nada más para molestar.

—¡Hija! Come o se te va a enfriar —una voz sonó de fondo.

—¡Cielo! —la voz más fuerte de mamá tomó mi atención.

—Si, si estoy comiendo —comí un poco— El mole está riquísimo.

—Que bueno que te gusto, pero aún no vas por la mitad —dijo tía Tez.

—Yo ya terminé, pero quiero más —habló Aruma con evidencia de que ya había terminado todo lo del plato.

La tía Zeltzin se levantó yendo a la cocina a servir un poco más de comida a Aruma en compañía de esta, los demás nos quedamos en la mesa mientras platicaban cosas de adultos que aún no quería entender mucho a pesar de que ya me estaba convirtiendo en una.

—Tía Zel ¿y Ameyal? ¿No vendrá a comer? —pregunté al verlas llegar nuevamente, pues quería de regreso el libro y el susodicho no se había presentado evadiendo su crimen.

—Tuvo que salir por unas cosas de su familia —explicó— Tal vez llegue más tarde o no regrese hasta mañana.

—Es un joven muy apuesto, ¿no les parece? —dijo mamá viéndonos.

—Sí, tiene una voz hermosa y Dios su cabello —respondió Aruma suspirando corazones por todos lados.

—Ojalá terminara en nuestra familia —contestó la tía Tez.

¿Y si Ameyal ya había leído el libro y embrujado a la familia?, por eso no se presentó para que hiciera efecto, sijtli dijo que era peligroso. Pensamientos merodeaban mi mente.

—Tal vez Cielito se pueda quedar más tiempo aquí con nosotros —mi nombre mencionado por la tía Zel me hizo voltear a verla.

—¿Qué?, tía nos vamos a quedar quince días —contesté.

—Ay hija, a este paso dejarás a la familia sin descendencia —suspiró tristemente.

Al terminar la comida Aruma se iría con las tías, pues le enseñarían a preparar algunos remedios. Era mi amiga, pero también de mi familia y no podía culparla, sus únicos familiares de ella eran sus padres, los cuales siempre se encontraban ausentes y solo aparecían cuando Aruma les daba problemas, lo cual ocurría una vez cada cinco años. Bueno eran extranjeros después de todo. Subí a la habitación tomando un baño que pareció eterno, pues cuando había salido ya comenzaba a oscurecerse.

Cuando termine de cambiarme baje en busca de algo que comer y de mi amiga, pero su voz me retuvo en el pasillo, al parecer había regresado pues descendió de las escaleras detrás de mí.

—¡Cielito lindo!.

Volteé hacia su dirección encontrando al dueño de esa voz, Ameyal.

—Soy cielo, no cielito lindo —respondí con algo de arrogancia y molestia.

—Supe que preguntaste por mí, acaso ¿ya te acostumbraste tan rápido a mi presencia, cielito lindo? —la sonrisa en su rostro lo iluminó, dejando ver cierto gusto en sus ojos

—Solamente devuélveme el libró y se acabó —Crucé mis brazos evitando verlo.

—¿Hablas del libro que me dio tu amiga por su voluntad?, ¿ese que habla de hechizos? —soltó una leve risa— ¿A quién quieres hechizar cielito?, ¿A quién quieres convertir en sapo?.

𝐶𝑖𝑒𝑙𝑖𝑡𝑜 𝐿𝑖𝑛𝑑𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora