EL CANTO DEL COLIBRÍ.

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—te gané —sonreí al bajar del caballo— te dije que podía llegar antes que tú.

—tendremos mucho tiempo para la revancha —su sonrisa soltó un aura un tanto melancólica— en los grandes caminos es donde tendremos las mejores carreras, pero tú siempre vas a ganar.

—mientras el premio sea un buen tequila —deje que la ironía saliera.

Dos hombres ya mayores se llevaron a los caballos. Aruma e Ikal ya habían tomado un rumbo entre la Hacienda, así que solo estábamos nosotros dos por el momento.

—Maria prepara una comida deliciosa, estoy seguro de que te va a gustar —Semeel comenzó hablar.

En el trayecto para llegar adentro de la casa, tome más atención a los detalles, su voz se transportó a un segundo plano mientras mi mente trataba de recobrar algo que estaba perdido, pero estaba ahí y no sabía que estaba pasando.

—¿te gustan los nopales?, Cielo... Cielo —me volvió a llamar.

—eh, si, si, me gustan mucho —conteste tan pronto pude.


—al fin puedo conocerte, hija —el abuelo de Semeel nos recibió con una fuerte y cariñosa voz— últimamente causas muchas sonrisas por aquí —dejo una mirada sobre su nieto.

—es un gusto poder estar aquí —sonreí alegre y respetuosa.

—es un placer poder recibirte en esta humilde morada, la Hacienda el colibrí de los recuerdos —su sonrisa fue acompañada de un ademán— ya eres parte de este lugar, muchacha, ¿te puedo abrazar?.

Voltee a ver a Semeel con ternura y él hizo lo mismo.

—si, claro que si —conteste al señor Kabil.

Su cercanía atrajo cierto frío, para luego ser cálido, fue un abrazo con mucho respeto de ambas partes y con mucho cariño como si fuera familiar.

—Ikal y Aruma ya están en el comedor —avisó luego del abrazo— vamos o Ikal nos dejará sin nada.

Semeel y yo nos reímos para luego seguirle el camino.

Ikal y Aruma murmuraban el uno para el otro como inocentes cortejos; el comedor era muy grande y estaba a las afueras de la casa, estaba muy preparado, cada detalle se encontraba en su sitio, había catrinas entre los adornos entre muchas más y era muy bonito, había mucha comida como en una grande celebración.

—¿tienes una comida favorita, cuamayi? <rama cortada de un árbol> —nos invitó a sentar el señor.


—todo, en realidad todo me gusta —sonreí.


Me senté un lado de Semeel, ya que Aruma estaba con el otro hermano y no sería muy prudente estar a su lado e interrumpir, pero Semeel me dejó de lado del abuelo, lo cual no entendí.

—Aruma es una gran compañera de viaje —comenzamos a comer— su nombre también es muy nombrado últimamente.

—es un nombre muy hermoso —ella respondió a su llamado— debo darle las gracias a mi mamá por eso.


Todos nos reímos con simpatía por su forma de decirlo.

—abuelo, los caballos adoraron a Cielo —Semeel comento luego de beber agua— me ha ganado en la carrera de las haciendas.

—en realidad él me dejó ganar — evidencié lo que era cierto— hace mucho que no cabalgaba.

—¿cómo te sientes en esta tierra? —preguntó el abuelo Kabil— ¿qué te parece?.

—hay cosas que solo se disfrutan aquí, placeres, sentimientos y emociones que están arraigados aquí, en esta tierra —no había palabras para explicar lo que mi corazón quería— cuando vuelves, ves todo de diferente manera, con otros colores. De cierta manera te das cuenta de lo que significa, porque somos de la misma raíz.


—el brillo en tus ojos reflejo el amor de tu alma —dejo de comer y la seriedad se hizo presente— cuando sea la noche y den las doce visita el pozo que están en medio de las tres haciendas y ahí alguien te estará esperando.

Se levantó y se dispuso a irse, sin dar más explicaciones o algo más.

—mis padres le envían sus saludos —recordé y se lo dije antes de que se marchara.

El abuelo Kabil tomó su sombrero, sonrió por lo bajo, hizo un ademán y se retiró.


Un poco más tarde regresamos a casa de las tías, Ikal y Semeel se despidieron justo cuando el sol se guardaba.

Cuando entre, busqué a mis padres y a las tías, les conté lo que había dicho el señor Ikal, sobre el poso y ellos dijeron que debía hacerlo. Me prepararon un temazcal y algunas ropas.

Hice todo lo que me indicaron que hiciera, sin preguntas, sin renegacion, solo lo hice y no porque no hubiera cuestionamientos en mi mente, sino porque entendía y sabía que a veces se tenía que ver para luego entender las explicaciones, pues nada que fuera honrado haría daño, si lo hacía entonces no era honrado y, por lo tanto, su conciencia y corazón eran muertos.

Al llegar la hora, ya estaba lista. La brisa nocturna era solitaria y estrellada, pues todos parecían dormir. Monte el caballo y lo guíe hasta aquel lugar.

La noche era más oscura de lo que normalmente lo era, pero a la vez iluminada. No tenía miedo, en cambio, tenía intriga, por qué algo dentro de mí sabía que era más grande que yo.

El caballo se detuvo sin siquiera detenerlo, baje y lo amarre a un árbol que estaba cerca. Di unos cuantos pasos sobre la tierra, entonces mis ojos pudieron apreciar un hermoso colibrí en la cima de aquella estructura.

Me acerqué con más cuidado, pues no buscaba asustarlo. Sus pequeños ojos que se perdían en la noche junto con los míos que parecieron conectarse, entonces su canto hizo eco en el fondo del pozo, con grandes ecos que salieron al mundo.

Voló, voló a mi hombro. Enseguida cientos, miles de colibríes salieron desde el fondo del agua del foso.

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𝐶𝑖𝑒𝑙𝑖𝑡𝑜 𝐿𝑖𝑛𝑑𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora