Capitulo 20

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--Bluey--

La claridad del día, no era suficiente para cambiar mi semblante. Sentía las púas del cepillo recorrer mi pelaje mientras desviaba, varias veces, la mirada al celular.

Ya habían pasado 3 días desde lo ocurrido en la fiesta, y le había perdido el rastro. Aparte el cepillo para tomar el teléfono y enfocar mi vista en la foto de aquel Labrador. No obtuve alguna llamada, mensaje, o algo que me dijera que está bien. Empecé a preocuparme.

"¿Estará enfadado? ¿No tendrá internet o señal? ¡¿Se habrá mudado?!" Fueron cuestiones que agrandaron mis impulsos por llamarlo y escuchar su voz. Pero algo me frenaba.

"Yo nunca quise mudarme" volvió a resonar en mi cabeza. Esas palabras se habían convertido en aquellas flamas que generaban mis lágrimas. No importa cuántas veces lo intente ignorar, siempre termino con los ojos humedecidos.

Al verme al espejo, me encontraba con una joven demacrada, mal peinada y con los ojos medianamente enrojecidos. Me veía terrible.

"Basta, pareces una tonta" Pensé, mientras secaba mis lágrimas y volvía a cepillar mi pelaje, por tercera vez.

—La enfadada aquí soy yo. —Dije, llevando mi enfoque en el pelo. Mentí. Mis ojos no dejaban de desviarse a mi celular, esperando algún mensaje de parte suya, o deseando que me llamara.

Al terminar, esperaba ver a mi hermana, que, de costumbre, estaría juzgándome con la mirada o algo por el estilo, pero no. La encontré en la habitación, oculta bajo esas gruesas cobijas que cubrían todo su cuerpo, se sentía como si quisiera apartarse del resto del mundo, que la dejaran tranquila y en calma.

—Bingo —Susurre. No obtuve respuesta— Bingo —Repetí, pero continuaba sin obtener respuesta. Tomé mi teléfono y reproduje el tono mañanero del que tanto se queja. Ella salió de su escondite y, sin previo aviso, arrojo el celular con fastidio— ¡Oye! —Me queje, mi celular cayo y puede que se haya roto, pero había funcionado.

Ver a mi hermana, fue igual que verse en un espejo. La preocupación aumento. Bingo, la chica que llega a cuidar y estar atenta muy bien de su pelaje, estaba toda desaliñada. Sus ojos puros, como el alma, estaban ligeramente enrojecidos. Estaba, casi, igual que yo.

—Bingo ¡¿Que paso?! —Pregunte mientras tomaba asiento en el filo de la cama.

—No quiero hablar de eso. —Volvió a cubrir su cuerpo con la cobija.

—Vamos Bingo, somos hermanas. Puedes contármelo todo. —Ella lo pensó por unos segundos antes de incorporarse en la cama.

—Gracias, pero... —Se tomo unos segundos para pensarlo, unos largos segundos— Solo necesito sacarlo de mi sistema. —La vi extrañada— Me refiero, a que solo necesito a alguien que me escuche.

—¿Es tan malo la situación? —Bingo desvió su mirada.

—No sabría como decirlo. —Hablo con tristeza— Ahora no quiero consejos ni nada. Solo que me escuchen.

Toque su hombro y le dedique una cálida sonrisa, lo mejor posible, pues, al igual que ella, yo tampoco estaba del todo bien. Fueron 3 días de pura frustración, tristeza y, sobre todo, temor... ¿Por qué?

—Puedes confiar en mí.

Minutos después, se encerró en el baño con un portazo que resonó por todo el primer piso.

—Bingo, no te pongas así —Dije apegándome al otro lado de la puerta.

—¡Solo te pedí una cosa! —Exclamo desde el otro lado.

—¡¿Qué quieres que haga?! ¡Que me quede de brazos cruzados!

—¡Sí! —Su respuesta me dejo extrañada, realmente no quería mi ayuda— Te conozco y vas a pedirle a tus amigas que me ayuden.

CambiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora