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Capitulo 17: James Potter IV

A pesar de todas sus grandes declaraciones y nociones románticas, James arruinó bastante su primera cita, para sorpresa de todos los demás una vez que se enteraron.

James se había despertado tarde ese día y por eso estaba frenético mientras se preparaba para su cita. Iba corriendo hacia los carruajes y se distrajo con Hermione que esperaba que llegara. Ella lo saludó cuando lo vio. Corrió hacia ella, solo para resbalar sobre hielo delgado y aterrizar dolorosamente sobre su rostro, gimiendo cuando sintió algo doloroso en sus pies. Ahora lucía un moretón bastante desagradable en la frente y un tobillo torcido como resultado del accidente.

Hermione insistió en que debería curar sus heridas en el ala del hospital, aunque trató de razonar con ella que estaba bien. Realmente no lo estaba porque su tobillo se sentía como si estuviera roto. En secreto, estaba encantado de descubrir que ella se preocupaba tanto por él y se permitía disfrutar de su cuidado y preocupación. Fue una maldita buena sensación.

Al final, Hermione ganó (principalmente porque James no pudo resistirse a ella, su reina), y caminaron hacia Hogwarts juntos con James apoyándose fuertemente en ella. Estaban a mitad de camino cuando comenzó a llover, así que tuvieron que medio cojear y medio correr hacia el castillo. Aunque disfrutaba de que la camisa de Hermione se pegara a su piel, no le gustaba especialmente el hecho de que estaba mojado y frío y que le molestaba el tobillo. Afortunadamente, Hermione sabía cómo secar la ropa para que no terminara temblando y chorreando agua cuando llegaran a la enfermería.

—Realmente lo siento, Hermione. —murmuró mientras ella le aplicaba un ungüento curativo en el moretón. Su tobillo ahora fue curado con magia por Madame Pomfrey quien los dejó por alguna razón.

Sus ojos se clavaron en los de él y James se alegró de estar sentado en la cama. De lo contrario, se habría caído cuando sus piernas se volvieron gelatina cuando ella lo miró. Estaba sentada tan cerca de él que podía ver las motas doradas y ámbar que no sabía que existían en sus ojos, mezclándose y mezclándose con el cálido color marrón con un toque de rojo.

Inhaló y su estómago se hizo papilla cuando olió su aroma. Era una combinación interesante de libros antiguos, pergamino y hierba, y podía imaginarla leyendo al aire libre bajo el sol, con la espalda apoyada en un árbol sentada en la hierba con las piernas estiradas. Su aliento era una deliciosa tarta de chocolate, madreselva y melaza, y James resistió el impulso de lamerse los labios. Brevemente se preguntó si ella comió chocolate y tarta de melaza para el desayuno esa mañana, pero tenía la sensación de que todo era natural al igual que el resto de ella.

De cerca, podía ver el destello de la cadena de oro que llevaba alrededor del cuello. Notó que lo llevaba puesto desde que terminaron las vacaciones de Navidad. Su corazón casi dio un vuelco ante la idea de que ella no se lo quitara.

—¿De qué te arrepientes, James?

El animago levantó los ojos y el calor se deslizó hasta sus mejillas. —Porque lo arruiné todo. Se suponía que iba a ser un gran día, ¿sabes? Lo tengo todo planeado. Debería haberte comprado todos los dulces en Honeydukes y una cerveza de mantequilla en Three Broomsticks. No debería haberme despertado tarde o me resbalarme en el hielo o torcerme el pie, y no deberíamos habernos empapado bajo la lluvia. Esta debería haber sido una ocasión memorable. No debería haber comenzado así. Se suponía que sería perfecto.

Él resopló y puso mala cara.

La mano de Hermione cayó a su costado e inclinó la cabeza mientras lo miraba. —Sabes que no tenía que hacer esto...—agitó el ungüento curativo, —porque puedo dejar que Madame Pomfrey lo haga, ¿verdad?

Le tomó un momento a James darse cuenta de lo que ella quería decir y se sacudió en su asiento cuando se hundió. No había pensado en eso. Estaba demasiado ocupado preocupándose por la cita arruinada que no pensó que fuera inusual que Madame Pomfrey los dejara de repente.