40-Forest

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No lo podía creer cuando Jean me lo dijo fue como si una luz me llegase en la cara para que por fin abriera los ojos. Mis planes eran observarla de lejos pero no lo pude evitar, necesitaba saber que no era un sueño que si había escuchado bien: ese beso me lo dijo todo. Mucho más de lo que quería saber, dejé de pensar solo la apegue más a mí, necesitaba probarla otra vez, sentir sus dulces labios. Solo estar cerca de ella.




Pongo el auto en marcha mientras mi cabeza esta echa un lío.




—¿Puedo poner música?




—Si, solo que no sé si te gusten hace mucho que no escucho música pero he dejado unas nuevas ahí —señalo la lista en la pantalla.




Le echa un vistazo a todas y de la nada sus ojos brillan. Me gusta verla así, ya que las últimas veces que la había visto parecía que los brillos diferentes de sus ojos verdes habían desaparecido.




—¡¿Lewis Capaldi?! ¡En serio!




—¿Te gusta.?




—Si mucho —los hoyuelos de sus mejillas aparecieron—. Es de mis favoritos.




La reproduce y es como si esa canción estuviese echa para ese momento en el que estábamos ella y yo en el auto, dejándome llevar por un impulso que no sé ha donde nos llevará. Aparcamos en una finca en el que nos adentramos para poder ver el río desdé su otra perspectiva. La más hermosa hasta ahora. Donde se verá el atardecer: el cielo naranja cubierto de gris y que para mí es el mejor atardecer. Llevo el teléfono repitiendo una y otra vez la misma canción, ambos cantamos sin importarnos nada solo nosotros, juntos.




Vamos cogidos de la mano, me hace sentir ese cosquilleo en la tripa al tenerla tan cerca y en las noches cuando pensaba en que estaba haciendo en su cabaña; ese sentimiento me acompañaba.




Me hizo reír cuando dijo; «Yo canto el estribillo, tengo mejor voz es casi parecido al de "Lewis"». Al llegar solo dejo que sus labios se curven de una forma maravillosa haciendo que los hoyuelos aparezcan.




—Es realmente hermoso, muy hermoso mucho más que tú.




Reímos y reímos como si solos existiésemos nosotros dos.




—¿Qué somos? —pregunta trémula.




—Dos jodidos contra el mundo. —musito acariciando su mejilla.




Su piel suave. Y el tacto de mis dedos la hacen estremecerse de una u otra forma me siento en paz después de tanto tiempo, quiero, deseo, darme una oportunidad, para los dos. Nos tumbamos en el pasto cubierto de blanco es irónico pero en este momento el frío esta muy lejos de mí por que ella está a mi lado. No sé si ya lo había pensado antes: la vida están caótica que en unos días atrás pensaba que no podía quererla y ahora estoy aquí con ella sobre mi pecho, sintiendo mucho, mucho más de lo que tenía permitido sentir y a lo que se supone que había renunciado.




Muchos dicen que cuando se esta con la persona que se quiere el tiempo parece detenerse y cuanta razón tiene porque eso siento ahora que el tiempo se ha detenido al mirarnos y dejarnos sentir. «Nunca me dejes ir…, nunca me dejes ir…» se repite una y otra vez dentro de mi cabeza queriendo decir: no la dejes ir. Ella es todo lo que necesitas.




Me tomo mi vida entera sentirlo. Ahora todos esos sentimientos nunca me decepcionan. Miles de lugares a donde voy sintiendo los corazones latiendo. E incluso lejos… este es mi hogar…
Ella es mi hogar. Lo supe en cuanto la vi.



—Antes de cualquier otra cosa... Tienes que saber —me detengo al ver que acomoda un mechón de cabello tras su oreja—. Tal vez no soy, la mejor persona, pero... Prometo que no te haré daño, no quiero eso.



—¿Quién ha dicho que yo soy una buena persona? Y... Tal vez somos un poco iguales y eso hace que tengamos una conexión o algo así.

El destino es egoísta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora