13 - Isla

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Está todo oscuro busco una salida pero lo único que hay son miles de veladoras a mi alrededor y me jalo el cabello desesperada, su voz me aturde, me cubro los oídos con las manos intentando soportar aquella voz, cuándo por fin encuentro la salida corro hacia ella pero al dar el último paso para llegar al umbral las veladoras se convierten en personas que aplauden alegremente.


Abro los ojos exaltada por lo qué acabo de soñar y una gota de sudor rueda por mi frente, mi pecho sube y baja con fuerza, yo, me siento perdida otra vez. Quiero encontrar una sola razón por cual he hecho tal cosa pero solo advierto que no es lo que yo. La verdadera yo quiere, miro en mi entorno la luz del día que se asoma por la ventana, dejo caer la cabeza sobre el cojín sin ganas de levantarme, sin ganas de salir a la calle y actuar como si no pasase nada. Cuando no quería levantarme de la cama simplemente no lo hacia y no tenia por que preocuparme por nada ya que todo lo hacían por mí, ni siquiera hacer la cama podía hasta que, bom, llegué y aún recuerdo ese primer día en la universidad que tenía que pagar a una de mis compañeras para que lo hiciesen por mi, fácil y rápido en un tronar de dedos lo tenía todo a mi alcance.


El viento deja caer la fotografía enmarcada de mamá en el piso y me hace saltar, llego  a la conclusión de qué así no podre pagar el agua, la luz y el gas que raramente uso. ¿Algún día aprenderé a cocinar? Me pregunto cuando pruebo el café que recién he hecho, como si fuese mucho trabajo preparar una taza de café. Pienso —suspiro—. Al menos no me queda tan mal, —me digo al beber lo último de la taza antes de dejarlo en el fregadero.


Abro la puerta para salir sin mirar al frente a la cabaña del señor egocéntrico. No es la gran cosa, salgo dispuesta a no dejarme morir, solo queda esperar que el día no me vaya tan mal. Por qué sera la gota que derrame el vaso. Jean se sorprende al verme llegar doce minutos tarde porque según él, parezco mapache que nunca duerme rio ante su comentario fuera de lugar.


—¿Entonces Francia?


—Sip.


—Nunca le confesaste nada. —se sonroja—. Ni una señal que dijese (me gustas) ¿o algo así? —se pasa la mano en el cuello.



—No, solo. —mira alrededor, lo imito—. Yo la cuidaba desde siempre la hacía entender que siempre estaría para ella, para cuando me nece… necesitase —tartamudea—. Pero luego pasaron muchas cosas, y ella quería ser alguien en la vida y ya se fue a estudiar aunque a la primera no quería pero después se convenció a si misma.


Escucho con atención cada palabra que dice como si le costase un poco y en ellas hay una tristeza que guarda, es un momento tranquilo mientras hablamos de su vida, me digo a mi misma  ¿Por qué Siendo un chico no pudo confesarse a la chica que le gustaba.? Es más difícil tal vez y la quería demasiado que dejó que luchase por sus sueños.


—Si yo hubiese sido ella habría deseado que me detuviese o que fueses a buscarme.


—Lo pensé. Mil veces y en todas llegaba a la conclusión de qué ella merecía más… algo más que un simple chico qué casi vive en un bar.



—Pero, si ella sentía lo mismo qué tu y nunca lo supiste tal vez esperaba que la detuviese o fueses a buscarla. Si fuese yo, también lo hubiese querido además si te plantaras en mi puerta correría a ti con ganas de abrazarte, claro si yo fuese ella. —aclaro—. Las chicas queremos eso. Que siempre estén ahí pero sobretodo que nos lo digan ya que para nosotras es mas complicado, y…



—¿Qué hacen? —Sara me interrumpe—. ¿De qué hablan?
—De lo caro que está el vino. —respondo a guiñándole un ojo a Jean que se puso nervioso—. ¿Y tú? ¿No deberías estar en la recepción?

El destino es egoísta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora