5-Isla

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Llegará el día que no piense demasiado. Las cosas y simplemente las haga como lo que me estoy imaginando justo ahora, joder.

Tomo de la mano al egocéntrico que va a mi lado derecho, y lo llevo al feriado, puede que después me arrepienta pero quiero hacerlo, algo raro siento en nuestras manos.

Algo que quema mi piel, es raro.

Nunca lo he sentido. ¿Miedo? Tal vez, prefiero no verlo, sé que esta haciendo una mueca de disgusto. ¿No se por que me odia tanto? Antes de que está temporada termine quiero tener al menos un recuerdo aquí.

—Dos por favor. —le digo al señor que vende los boletos, sin soltar a Forest.

—Os disfrute.

Ya está, lo veo.

Su mirada amenazante fija en mí.

No le temo a él, pero el a mí, no lo sé.

—No es la primera vez que he hecho cosas, como esta.

—¿Ha que te refieres? —pregunta antes de subir.

—Cosas improvisadas.

No dice más, nos acomodamos en los asientos, abrochamos el seguro de ambos lados y esperamos que la rueda de la fortuna, se llene.

Empieza a moverse lento, a un ritmo mágico, se puede ver todo el pueblo. Tan alto que si nos los proponemos podíamos tocar las estrellas, siempre pienso cosas como estas. La risa me gana.

No lo puedo evitar, siento cosquillas en la tripa, me mira como si no le causase gracia. Me encanta esta sensación única y especial, estoy flotando en las nubes, «Más… Rápido» Grito, el señor lo hace le da toda la velocidad, sube y bajá es maravilloso.

Lo veo relajarse a mi lado y reírse.

—¡Si…! —grito con todas mis fuerzas. En realidad me encanta, es caótico pero aun así ya lo hice.

Todos me miran como si estoy loca. Pero las mejores personas lo están. O eso escuché.
Bajo dando brincos en la tierra sé que, el egocéntrico no puede evitar reírse ante lo que digo y hago.
—Siguiente parada. Los heladooos… —advierto.
Lo llevo jalando y en el camino se detiene, me mira y se desvío dejándome sola frente al puesto. Se va abriéndose camino entre el montón. Lo pierdo de vista.
Compro dos helados y ahí me quedo esperando a que regrese. ¿Por qué preocuparme por quién no conozco?
—¡Isla!
Me vuelvo a donde escucho la voz.
—Sara.
—¿Pensé que no venías? —pregunta por qué le había dicho que no vendría.
—Ese era el plan, pero me deje llevar por un impulso.
—Las mejores cosas así empiezan con solo un impulso.
—¡Que filosófica.!
—Yo intentando ser sería, como Forest y tú lo arruinaste.
Rio suavemente, comparto el helado que sería para el egocéntrico, me doy cuenta que no regresara.
—¿Cuánto que estás aquí? ¿Un mes?
—Dos, dos meses. —respondo con tanta naturalidad—. ¿Tú? 
—Toda la vida.
—Oh ya, ¿Conoces a todos?
—No a todos pero si la mayoría.
Ganas de preguntar por el egocéntrico castaño. Que me abandonó aquí.
Pero evito llenarla de preguntas, sólo las más comunes.
Me despierto más tarde de lo normal ya que es mi día de descanso, ya en la cocina preparo café y me siento en la mesa redonda frente a un cuadro viejo, no entiendo de arte pero se ve bien.
Siento como si estuviese en un abismo justo ahora. No hay nadie que este orgulloso de mí, lo que más  lamento es haberlos decepcionado.
Ahí esta otra vez la voz en mi cabeza, diciéndome que todo lo he hecho mal. ¿Algún día se callara? Respiro profundo, y termino por tirar la taza de café al suelo, se hace añicos. ¿Cómo podré verlos a la cara? Sin sentirme culpable, cojo entre mis manos la fotografía de mi madre, la que cogí de mi mesa de noche aquel día que escape. ¿Soy feliz? En ocasiones, cuando estoy afuera y me siento libre. No me siento arrepentida de haber hecho lo que hice.
Te extraño.
Te necesitó y no sabes cuanto…

El destino es egoísta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora