23 - Isla

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El día esta más que resplandeciente es hermoso ver como las malvas se llenan de vida con los rayos del sol. Me he quedado fuera del hotel esperando a que Sara salga, me a convencido de ir al pueblo que está más cerca para tener un día de chicas y me gusta la idea, solo que algo de mi me dice que esta no soy yo, antes no necesitaba que alguna de mis amigas me sacaran de mi casa yo iba por ellas. Ahora todo es al revés Sara literalmente me sacó a empujones. Por el cristal de la ventana logro ver a Sara y Forest hablando, seguro de lo que ella tiene planeado.



—Listo. Nos vamos.



No me di cuenta cuándo llego.



—¡Tan rápido!



—No se necesita ser una experta para pedirle un favor a Forest, tú más que nadie debe saber eso —me da un golpecito con su codo.



—¿De dónde sacas eso?



—De ningún lado, ya que son muy cercanos.



Ojala y eso fuese cierto pero no es así.
Por suerte cogimos un auto que nos lleva al pueblo, no sé cuanto tiempo demora el viaje ya que no le presto atención al horario, solo me dedico a mirar por la ventana los frondosos árboles. Las pequeñas flores silvestres que se asoman por el verde pasto.
Todavía recuerdo en el momento en que llegué fue todo un caos sin saber a donde ir a pesar de eso ya llevo casi un año aquí me he acostumbrado pero sigo teniendo ese miedo de que en algún todo vuelva hacer como antes. Nego con la cabeza y creo que, Sara nota que algo no anda bien.



—¿Estás bien?



Asiento sin dejar de mirar por la ventana.



De nuevo me siento perdida pero solo por ratos. Creo.



Pero a su lado todo es diferente todo tienen color incluso cuando el cielo esta gris y veo sus ojos es como ver un nuevo cielo donde no hay nada más que él. No quiero pensar, en nada, y, lo hago pienso en todo, y no sé que es mejor si quedarme sumergida en el azul de sus ojos o en el oscuro de su personalidad, que constantemente cambia.


De niña solía contar estrellas, según yo había como cincuenta, si, cincuenta, ahora me doy cuenta que tenía razón, por que no tienen cuenta, hay miles de ellas y en cada una hay un sueño por descubrir, un secreto por sacar a la luz.



Por fin aparcamos en un café por que el rugido de nuestros estómagos se hicieron presentes.



—Cake de café, y un té de vainilla con miel.



—¡En serio vas a pedir eso! —pregunta Sara.



—Sí.



—Es un lugar nuevo donde no has estado y pides lo que ya sabes su sabor.



—Bueno se ha vuelto muy mi favorito, pero si no te gusta la combinación puedo pedir algo más. —digo cerrando la carta.



—Pide lo que quieras. Y por cierto —me da un abrazó —. ¡Feliz cumpleaños.!



—¡Gracias. Por traerme! —siento que su abrazo es sincero como el que Reggie me daba cada que la invitaba a formar parte de mis cosas.



—Cuéntame de ti.



—Soy de Boston, humm. Tengo una hermana menor y mis padres. Aun siguen con vida.


El destino es egoísta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora