Una perdida nunca es fácil de superar, ¿No es así?
Nishimura Riki sabe eso a la perfección, para muy su mala suerte.
Sin embargo, un lindo chico pelirrosa apareció en su vida en los momentos indicados, quien, junto a aquel rubio de hermosos lunares...
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Si había algo que caracterizaba a Ni-ki eran sus bajas defensas y el ser muy propenso a contraer alguna enfermedad, por más pequeña que fuera. Y en este caso no había sido la excepción.
Un par de gotas sobre él habían sido suficiente para contraer un resfriado que no le dejaba ni levantarse de su cama por las pocas fuerzas que quedaban dentro de sí.
Desde pequeño había sido muy enfermerizo y según le habían dicho, las defensas bajas eran algo que heredó de su japonés padre que terminó muriendo de neumonía cuando él tenía tres años.
El pequeño Riki se enfermaba de cada cosa, y muy seguido, siendo aún más molesto para su madre que le tenía que soportar y llevar al médico, pues aunque no le importara si el niño moría o vivía, si le importaba lo que el resto opinaría de ello.
Entonces el menor pasaba la mayor parte de sus días encerrado en el cuarto de servicio y descansando en la incomoda cama que poseía, estando solo, completamente. Las sirvientas a veces lo iban a revisar pero al estar demasiado ocupadas no podían quedarse por mucho tiempo.
Pero luego, allí es cuando llegaba su preciada luz, su hermano. Hwang Hyunjin siempre aparecía en su cuarto después de sus clases de piano cuando era niño, y se encargaba de cuidarlo.
El pequeño de ojos muy rasgados se desvelaba junto a él para calmar su fiebre e incluso habían ocasiones en las que se escapaba de casa para ir a comprar medicamentos para el más pequeño. Si Nishimura seguía vivo era gracias a su hermano, y el que ahora no estuviera allí era... Horrendo, no solo por servir de su enfermero personal, sino por el apoyo emocional que era, aunque siempre hubiera sido a escondidas.
El termómetro soltó un sonido agudo y repetitivo que llevó al japonés a tomar el pequeño objeto digital para llevarlo enfrente a su mirada y poder comprobar el número sobre la diminuta pantalla. 39.4°C era lo que marcaba y solo pudo soltar un suspiro pesado mientras dejaba caer su brazo sobre el colchón pues sentía un enorme peso en él.
No vivía solo en ese lugar, pero sus compañeros de cuarto habían salido desde la madrugada sin siquiera estar al tanto del grabe resfriado de su roomie. Y Riki ahora iba demasiado tarde para su trabajo y ya no llegaría ni aunque fuera volando.
Y ahora que hablamos de volar, ¿Por qué se sentía como si su cuerpo flotara? ¿Por qué de pronto se sentía sobre las nubes y podía visualizar algunas de ellas como niebla?
Riki empezaba a alucinar debido a su terrible fiebre y nadie podría auxiliarle.
- ¡Rikito!
Escuchó el eco de un grito a lo lejos, que entró perfectamente por sus oídos y retumbó en su cabeza, repitiendo una y mil veces el nombre por el que fue llamado y asociandolo instantáneamente con él.