Una perdida nunca es fácil de superar, ¿No es así?
Nishimura Riki sabe eso a la perfección, para muy su mala suerte.
Sin embargo, un lindo chico pelirrosa apareció en su vida en los momentos indicados, quien, junto a aquel rubio de hermosos lunares...
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Al final del juicio, todos se reunieron en la casa de Sunghoon, en donde la señora Kim gustosa comenzó a hacer la comida que el menor había dicho ser su favorita. En una manera de realizar un pequeño festejo por el gran logro.
Además, también fue una reunión para intentar distraer y sobre todo relajar al menor que se había sentido mal al salir del juicio, como si apenas estuviera cayendo en cuenta de todo lo que había sucedido.
Y es que fue una reacción común ante situaciones de mucho estrés. Para explicar, Riki le había tenido mucho miedo a aquel juicio, del desarrollo y el resultado del mismo, de enfrentar a su madre; lo que le hizo aumentar sus niveles de ansiedad que fue contrarrestada con la adrenalina del juicio, llevándolo a no sentir las reacciones de su cuerpo ante la misma, como confundir su taquicardia con la adrenalina del momento, o el sudor de sus manos como nerviosismo.
Fue por eso qué, al salir del juicio y sentirse relajado, fuera como si una gran ola de realidad llegara a su cuerpo, haciéndolo consciente de la ansiedad en un solo golpe, debilitando su cuerpo y haciendo que casi se desmayara, si no fuera por la reacción pronta de Sunoo al hablarle.
"¡Estuviste genial, Riki! ~" . El halago del Kim menor fue seguido por los demás presentes, todos animandolo de alguna forma y haciéndolo sentir más tranquilo, y tal vez también un poco orgulloso de sí mismo.
Sin embargo, eso no quitaba que no fuera consciente de lo ocurrido, pues ahora que estaba más tranquilo las palabras de su madre lo habían atacado más, haciéndolo sentir deprimido durante todo el transcurso hacia el hogar.
Aún así, allí se encontraba ahora, en la cocina de la casa de Sunghoon (la cual poco a poco se estaba convirtiendo en la suya también) solo observando el plato con comida que tenía de frente, sintiendo su estómago crujir por el delicioso aroma que desprendían sus alimentos preferidos.
- Gracias por la comida.
Dijeron todos, casi al unísono, y luego esperaron a que los mayores empezaran a comer para poder hacerlo ellos, solo como parte de la educación en su nación.
Había pasado tanto tiempo desde que Riki no probaba una comida hecha por una madre que incluso había olvidado lo bien que se sentía. No solo porque el sazón fuera diferente al que podían hacer unos adolescentes independientes, sino que, se añadía un sentimiento más que era difícil de explicar, pero que te hacía sentir una calidez que no se comparaba con nada.
Y durante ese día, el pequeño japonés aceptó olvidar su pesar y disfrutar de los ahora presentes, aquellos a quienes comenzaba a querer tanto.
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