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"Tormenta"

Para Ni-ki era ya una costumbre salir a caminar luego de salir de su espantoso trabajo

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Para Ni-ki era ya una costumbre salir a caminar luego de salir de su espantoso trabajo. A su corta edad era muy difícil conseguir un empleo, pero había logrado obtener uno en una fábrica donde elaboraban piezas para autos, y por eso era muy pesado.

Salía todos los días con nuevos moretones o cortes en dónde no lograba adaptarse allí pero donde tampoco podía renunciar. Apenas lo habían contratado allí solo porque sabían que era el medio hijo de los Hwang, no se podía dar el lujo de renunciar.

Por más que quisiera, no podía salir de allí, aunque en ese trabajo abusaran del nulo poder de su voz y se aprovecharan de su estandía necesitada al estar urgido por dinero.

Maltrato laboral, tal vez podía darse ese nombre. Pero hoy en día los derechos parecían ser inexistentes en una sociedad como la actual, a quienes solo les importaba el dinero y la clase social en la que se ubican, y Nishimura Riki era nada ante esos ojos.

Ese día no fue la excepción, lo habían traído de un lado para otro haciendo labores de mensajero, cuando su trabajo era solo el ensamble. Una simple tasa de cafe se volvió su pesadilla, primero por no ser en la "tasa exclusiva" de su superior, después por colocar tres cucharadas de azúcar en vez de dos, la otra ocasión porque estaba frío, la que sigue porque estaba muy caliente y finalmente dijo que ya no quería nada y le tiró el café encima llamándole un inútil.

Así que ahora estaba allí, caminando a plenas siete de la tarde, su jornada laboral explotadora ya había terminado y él no tenía ni la más mínima gana de regresar a su casa.

La mancha del café sobre su camisa blanca le recordó lo mucho que tendría que tallarla al llegar y que incluso así habían grandes posibilidades de que no saliera tan fácilmente.

- No puedo hacer ni un café bien.

Se dijo a sí mismo y pasó sus manos sobre la mancha de manera furiosa, lucía ridículo y ya más de uno lo había volteado a ver con asco, debería acostumbrarse a las miradas, sí, pero tampoco era un acto fácil.

Los murmullos empezaron a aumentar su volumen cada que el mitad japonés daba un paso más, llegó hasta el punto de aturdir su mente, llegando a su cerebro la imagen artificial de un pequeño Ni-ki al centro de un cuarto blanco y millones de personas a su alrededor que lo apuntaban con el dedo y le gritaban en la cara todos sus pecados, como si él no tuviera el derecho a equivocarse.

Su respiración se empezó a entrecortar y sus pasos pronto lo hicieron correr intentando escapar de su infierno, pero aquello solo causaba más miradas, más y más criticas para el menor que solo podía correr, hasta que tropezó, y todos se burlaron al verlo lleno de tierra.

«Que inútil soy, ¿Cómo no quiero que se burlen de mi? Tal vez lo merezco. »

Pensó mientras se sacudía su ropa y sus rodillas adoloridas, jurando que se había hecho raspones no menores.

Sonrisas Y Lágrimas | Sunki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora