Capítulo 8

2.3K 201 2
                                    


¡Una semana! Una semana siendo suya.

Cierro los ojos y retengo el aire en mis pulmones. No sé porque me lo pienso, ni siquiera debería estar considerándolo, es algo absurdo y peligroso, algo desleal.  Sin embargo...

―Si lo hago ¿Te irás? ―Dejo escapar el aliento y lo miro expectante.

―Si ―Estudio su expresión intentando descubrir si dice la verdad.

― ¿Y si no cumples? ―Ya lo ha hecho una vez, cuando dijo que sólo deseaba escucharme gritar una vez y que me dejaría tranquila. Justo ahora pienso que nada me asegura que cumplirá su palabra. Sonríe ligeramente clavando sus ojos en mi pecho desnudo, que aún tiene restos de jalea.

―Puedo firmar un contrato, si lo deseas ―Pongo los ojos en blanco― Lo digo en serio. Dime que quieres que haga y lo hare.

Lo único que deseo es que marche.

―Tendrás que irte ―Repito. Min no parece desear que se vaya y es demasiado bueno para echarlo, e insistir no es buena idea.

―Es un trato ―Asegura. Sus ojos se iluminan cuando no agrego nada más. Sabe que se ha salido con la suya― Entonces esta noche, toca baile.

―Si ―Contesto a regañadientes. Toma la bata y me cubre el pecho. Estoy empalagosa por su antojo― Iré a ducharme.

― ¿Quieres ayuda?

― ¡No! ―Levanta las manos y retrocede, ante la brusquedad de mi reacción― Yo puedo hacerlo sola ―Bajo de la mesa y recojo mi sostén.

No sé qué rayos estoy pensando aceptando tal propuesta.

Siento el agua tibia caer por mi cuerpo, tomo la esponja y comienzo a frotar mis pechos, aún tengo presentes sus caricias, sus labios sobre mi piel y eso responde a mis pensamientos. Seung es una especie de droga, mi error ha sido probarla, pues ahora quiero más.

¿Qué voy hacer?

Tomo una toalla y envuelvo mi cuerpo, me detengo frente al espejo y descubro unas marcas en mi cuello. ¡Dios!  Mi mente evoca la forma en la que su boca ataco mi cuello y eso responde a mi boba pregunta "¿Cómo ocurrió?". Debo evitar que lo haga de nuevo.

Cuando bajo a la cocina, después de haberme puesto algo de ropa, para limpiar. Me quedo pasmada, cuando descubro que todo está limpio, impecable. Los platos se escurren en el fregadero, la comida está dentro del refrigerador, todo parece estar en su sitio.

― ¿Todo bien? ―Escucho su voz. Me giro y lo encuentro en la puerta, mirándome con una ligera sonrisa.

― ¿Tu? ―Pregunto señalando la estancia. Se encoje de hombros. Estoy sorprendida, no imagine que alguien como él pudiera hacer labores del hogar.

― ¿Quieres que hagamos algo juntos? ―Niego.

―Iré a la casa de mi suegra ―Pone los ojos en blanco.

― ¿Tienes que verla todos los días? ―Pregunta con una mueca de disgusto.

―No tienes que venir conmigo.

―Lo sé. Iré de compras. ¿Comemos juntos?

―Si ―Debo cocinar de lo contrario Min sabría que no lo hago al ver que las cosas siguen iguales.

―Llámame cuando regreses.

― ¿Por qué? ―Su expresión me desconcierta.

― ¿Recuerdas lo del centro comercial? ―Me había olvidado de eso.

Una pasión peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora