Capítulo 18

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Lean la nota final...

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~Seung~

Arrojo al suelo el pitillo y con la punta del zapato lo apago. Flexionando el cuello, me tomo mi tiempo observando la fachada del lugar. He estado antes aquí, pero no esperaba verlo. Empujo la puerta, encontrándolo al instante. Su aspecto elegante distingue con facilidad en medio de los hombres que usan ropas ordinarias y desalineadas. Levanta la vista y con una mano me saluda, desde una mesa apartada del resto. No deja de lado su status incluso en un sitio como este.

Asiento con un ligero movimiento de cabeza, comenzando a dirigirme entre las mesas, a donde se encuentra. No puedo imaginar que es lo que quiere o mejor dicho, necesita de mí, mi adorado primo.

―Min ―digo ofreciéndole la mano. Aparta la silla y estrecha la mía, dándome un sorpresivo abrazo. Hace bastante que dejo de lado las muestras de afecto, así que me limito a dejarlo ser.

―¿Cómo estás, primo? ―pregunta como si tuviera verdadero interés. Algo que no me trago, porque lo conozco de sobra―. Me alegra verte.

Este inesperado entusiasmo es otra prueba de que su urgencia debe ser realmente grande, tanto para que haya tenido que venir hasta aquí a buscarme.

―Bien. ¿Y tú? ¿A que debo el honor? ―digo sin ocultar la ironía. Sonríe, indicándome que me acomode en la silla colocada frente a él. Lo hago, mientras de nuevo analizo su aspecto, reparando de inmediato en la falta de su anillo. Eso me da una pequeña pista.

―Como te dije en el mensaje ―Si, uno escueto a mitad de la noche―, necesito tu ayuda.

Me echo hacia tras, mirándolo divertido. Siempre soy yo quien necesita la suya. Ya sea para mudarme o pagar alguna deuda, cuando las cosas se me van de control.

―Por mucho que pienso, no encuentro como puedo hacerlo.

Se inclina sobre la mesa, apoyando los codos, esbozando una sonrisa ladina, como cuando planeaba una fechoría. Respondo el gesto, sorprendido, creí que ese Min que conocí de niño ya no existía.

Aunque lo he sabido siempre. Mi primo es alguien que disfraza su naturaleza, mostrándose perfecto, como tanto lo desean los mayores. Algo que definitivamente no va conmigo.

―Es algo fácil y que te ayudara. ―Lo miro extrañado. ¿Ayudarme? Esto me resulta cada vez más interesante.

―Tu dirás.

―Sé que tienes una pequeña deuda.

―Vaya. ―Resoplo. Sin molestarme en preguntar cómo es que conoce mi situación.

―Eres mi primo favorito. ―Otra mentira e indicio de su necesidad. Si no le tuviera cierto aprecio, aprovecharía y sacaría el mayor provecho.

― ¿De qué se trata? ―digo interesado. Mi deuda no es tan pequeña y justo es el motivo por el que no he podido largarme de aquí. Mi padre no es tonto y no ha querido enviarme el dinero que le pedí; y los tipos a los que debo, no son idiotas para quitarme los ojos de encima. No puedo huir.

―Quiero que seduzcas a mi mujer.

La frase me congela y estoy a nada de reírme. ¿Es una broma? Su expresión me indica que no lo es. ¿Qué diablos acaba de decir?

Tomo su trago y lo bebo de golpe. Retiro el vaso de mi boca, golpeándolo contra la mesa. Él lo llena de nuevo y repito la operación tan rápido como mi mano me lo permite.

Una pasión peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora