Me froto el rostro y antes de pasar las manos por los mechones desordenados de mi pelo. Prácticamente no he dormido, a pesar de que Seung ni siquiera ha intentado acercarse a la puerta de mi habitación, me ha resultado imposible. Mi mente me proyectaba cosas horribles, reviviendo lo que Min hizo y poniendo en su lugar a Seung. Nunca te sido cobarde, pero lo ocurrido me ha marcado.
Suspiro saliendo de la cama, poniéndome de nuevo el mismo abrigo y los zapatos, recordando haber dejado la bolsa en la entrada.
Me acerco a la ventana, donde no hay mucho que ver. Bosque. Árboles, maleza y hojas secas bañadas por el roció de la mañana. Debería sentirme tranquila, segura, pero no es así. De solo recordar la expresión furiosa de Min y sus duras palabras me estremezco. «No me dejara ir», la afirmación se repite una y otra vez dentro de mi mente. Alguna vez me pregunte porque las personas que son maltratadas, no terminaban con la relación toxica que mantienen, pero ahora lo comprendo. El temor te paraliza, sus amenazas, sus golpes te hacen sentir acorralada, sin alternativas. Sin embargo, hay algo que él ha olvidado, ya no tengo nada que perder. Nada. Escapar o enfrentarlo, lo que sea, pero necesito hacer algo. Y con ese único pensamiento, me dirijo a la sala.
Me acerco a la salita, encontrando a Seung inclinado junto a la chimenea. Vuelve su mirada al sentirme llegar. Parece cansado, como si no hubiera dormido nada. Me froto las manos nerviosamente, sin saber que decir o hacer. Aunque ha dicho cosas que no esperaba, en este momento estoy demasiado dolida para pensar en ello. No seré tan ingenua de nuevo, para dejarme envolver por esa intensa pasión que existía entre los dos. No puedo permitirme caer, porque es justo eso lo que me ha traído hasta aquí, un punto sin retorno, donde debo asumir las consecuencias de mis actos.
―¿Qué haremos? ―pregunto sentándome en uno de los sofás, manteniendo las distancias y la cautela. Necesito desesperadamente confiar en alguien, pero no estoy segura de que sea buena idea en él.
Arroja un tronco, que las llamas envuelven rápidamente, lanzando chispas en todas direcciones.
―¿Qué es lo que quieres hacer? ―responde poniéndose de pie, girándose directamente hacia mí, turbándome un poco. Él sigue siendo tan atractivo, aun con aspecto agotado y desalineado.
―No lo sé. ―Me encojo de hombros―. Desaparecer.
Esa es la mejor idea que se me ocurre. Escapar, perderme, no saber nada de él, de ninguno de los dos, de nadie que me recuerde mi fracasada vida.
―¿Y permitir que se salga con la suya? ―Me mira con dureza, pero no provoca ni la décima parte de terror que mi marido―. No estoy de acuerdo.
―No espero que lo estés ―respondo sin acobardarme. Las horas en vela me han hecho replantearme las cosas, no estoy tan desesperada como ayer cuando me encontró a punto de marcharse. En este momento puedo pensar con más claridad―. Aunque me hayas ayudado, esto es algo que debo hacer sola.
―Sid...
―¡No, Seung! ―exclamo negando―. Ya hiciste demasiado. ―Por más que no quiera hacerlo, denoto el reproche. Ambos fuimos culpables y yo he asumido la parte que me corresponde.
―Lo siento...
―No estoy reprochando ―interrumpo, no deseando escuchar lo que tiene que decir. No necesito que me confunda de nuevo―, pero en este momento no puedo pensar en nada que no sea él y lo que pasará cuando todos se enteren de la clase de esposa que soy.
―Entonces tienes que mostrar la otra parte.
Lo miro confundida. ¿Otra parte?
―¿Qué quieres decir?

ESTÁS LEYENDO
Una pasión peligrosa
أدب المراهقينTodo el mundo me recuerda lo afortunada que soy. Pues tengo un marido ejemplar, es guapo, amable, fiel y muy rico. Me tiene viviendo como a una reina. Soy feliz, no lo puedo negar. Min es dulce a la hora de sexo y siempre me dice que me ama. Yo tamb...