Prologo

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No tiene nada de extraño, usar un ajustado y atrevido vestido rojo, tacones altos y medias negras  de red. No tiene nada de raro maquillarme, incluyendo un intenso color rojo sobre mis labios. Sonrío satisfecha y tomo mi bolso, saliendo del baño y me dirijo a ese bar.

En cuanto cruzó la puerta del lugar, lo busco y mis ojos se encuentran con los suyos. No puedo evitar sonreír. Está ahí, como siempre que quedamos, sentado sobre el banquillo frente a la barra, esperando por mí. Camino con paso firme haciendo sonar el tacón de mis zapatos sobre el piso de mármol, llamando la atención de algunos hombres. Quienes al verme, sacan el pecho, cual pavo real, irguiéndose sobre sus asientos, en un intento por atraerme. Pero sin duda pierden el tiempo, pues solo tengo un objetivo en mente. Ese hombre que me devora con la mirada, haciendo que mi afán de sentirme deslumbrante se vea recompensado y al mismo tiempo provocando que la lujuria recorra mi cuerpo.

No tiene nada de particular, acercarme a él y deslizar mi mano por su espalda, aun cuando pueda resultar un gesto demasiado íntimo. No tiene nada de particular, acomodarme en el banquillo de al lado, cruzar la pierna y permitir que la abertura de mi vestido deje a su vista mis muslos y un poco más. No tiene nada de particular, que mientras su dedo recorre el borde de su copa, introduzca su otra mano por la abertura de mi vestido, hasta tocar mi sexo.

―Un ron ―pido al barman. Con prontitud atiende mi pedido, dedicándome un gesto de reconocimiento. 

―Aquí tiene ―dice con una enorme sonrisa que correspondo. Cojo la copa y me la llevo a los labios.

―La cuenta por favor ―pide mi cita―. Incluya la de ella ―El hombre me mira en busca de mi negativa, pero asiento. Me bebo de un sorbo mi bebida y deposito la copa sobre la barra. Él me toma de la mano y me conduce a la salida.

Nuestro paso capta las miradas de los curiosos. Eso ha sido rápido, pero ambos ardemos de deseo y no podemos esperar.


Apenas abre la puerta de nuestra acostumbrada alcoba. Me toma con brusquedad, estrellando mi espalda contra la pared, percibo como la superficie tiembla y uno de los cuadros cae. Él no pierde tiempo, sus manos se deslizan por mis piernas, rasgando las medias y rompiendo mis bragas. Me encanta su posesividad, ese modo salvaje y primitivo en el que me toma. Sus labios ascienden desde mis pechos por mi cuello. Su mano estruja mis pechos y gimo cegada por la pasión que despierta en mí. Encuentra mi boca y atacándola con insistencia, su lengua se apodera de cada recoveco de mi boca. Grito su nombre y siento como sonríe. Le encanta ser él, le fascina que lo nombre.

Avanza sin dejar de besarme. Me baja, colocándome bocabajo sobre la cama y sin previo aviso, me penetra, rápido, profundo. Sus sonidos roncos y gruñidos animales solo provocan que mi boca responda del mismo modo, gimo y grito como una bestia en celo. ¡Si, eso es lo que soy justo ahora! Eso es justo lo que somos en este instante, dos animales en celo que intentan mitigar el deseo que hierve en nuestras venas. Ese deseo que despierta el uno en el otro.

Tira con fuerza de mi pelo hacia atrás, obligándome a echar la cabeza para atrás. Sus dientes aprisionan mi oído y se clavan con furia. Jadeo completamente presa de la lujuria, presa de la pasión. Toma mi rostro con una mano y une nuestras bocas, mientras sigue arremetiendo contra mí. Muerdo su labio inferior con violencia y él gruñe en señal de aprobación. Sé que le gusta cuando lo muerdo, sé que le gusta que lo lastime mientras lo hacemos. Intensifico la presión de mi mandíbula y pruebo el sabor de la sangre. Él también lo percibe y al instante empuja con más fuerza contra mí y entonces estalla dentro de mí. Clavo las uñas en la sabana y cierro los ojos mientras maravillosos espasmos sacuden con violencia mi cuerpo.

― ¡Joder! ―Es increíble la forma en la que me hace suya, es increíble como ese orgasmo me hace temblar de pies a cabeza.  

―Eres increíble ―me susurra al odio.

Me dejo caer de bruces contra la cama, sintiendo el peso de su cuerpo sobre mí. Jadea y su aliento golpea mi oído, provocando que el deseo se arremoline de nuevo entre mis piernas. ¿Cómo rayos lo hace?

Me hace sentir plena, satisfecha y saciada. Él me hace sentir viva, hace que sienta correr la sangre por mis venas. Creo que nunca me cansaría de lo que me hace, de las cosas que hace con mi cuerpo.

No tiene nada de particular que dos amantes se encuentren y se entreguen con plenitud hasta terminar agotados.  No tiene nada de particular repetir nuestra rutina y marcharnos al amanecer, cuando todo el mundo duerme. 

Me muevo haciendo que su pene salga de mí. Se queda mirando al techo, aun su pecho sube y baja agitado. Sonrío con malicia tomando su pene y acariciándolo con cuidado. Me mira atento. Sé lo que le gusta y justo ahora se lo daré.

Mientras mis labios se acercan a la punta de su miembro, pienso que esto no tiene nada de particular, salvo por el hecho de que soy una mujer casada y que él no es mi marido, sino su primo.

Una pasión peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora