Me toma unos minutos salir de mi ensimismamiento. Sigo dándole vueltas a lo que vi, a su fría mirada, su sonrisa sarcástica, a su hostilidad. No es el Min que conozco, que he conocido por más de 2 años. Es como si fuera una persona completamente distinta.
Obligo a mis pies a moverse, dirigiéndose a la cocina. Necesito tranquilizarme. Recorro con la mirada la estancia buscando algo en que ocuparme, pero es inútil, justamente esta mañana limpie todo y ahora luce impecable. Me acerco a la isleta y me dejo caer sobre una de las sillas.
«¿Qué es lo que ha paso?»
Miro a la nada. No sé cómo sentirme, como reaccionar ante lo que acabo de descubrir. Tiene dos meses fuera. Desde luego que ha tenido necesidades, todos los hombres las tienen, pero... nunca antes lo hizo. ¿Por qué ahora? Suspiro y niego. No soy yo quien para juzgarlo. Soy la menos indicada, pero no deja de resultar desconcertante.
Me incorporo y lentamente me encamino hacia la sala. Mientras subo las escaleras, reflexiono, no puedo evitarlo toda la noche. Después de todo es mi marido. Aspiro con fuerza y abro la puerta. Min se ha duchado y ahora yace recostado en la cama, observando fijamente su portátil, el cual cierra de golpe al verme entrar. Sonrió con normalidad y me acerco al tocador. Me ubico en el banquillo, dándole la espalda, y comienzo a retirar los aretes, siguiendo con mi peinado.
Siento su mirada sobre mí y su silencio es abrumador. Esto resulta demasiado incómodo, mucho peor que cuando nos acabábamos de casar y éramos prácticamente dos extraños.
― ¿Hoy no saldrás? ―Su voz me obliga a mirarlo a través del espejo. ¿Salir? ¿De qué está hablando?
― ¿Qué quieres decir? ―pregunto sin evitar el desconcierto que mi expresión refleja―. Son casi las 10 de la noche. ¿Adónde podría ir?
―No lo sé. Mi madre me dijo que llamo y no estabas a esta hora.
― ¿De verdad? ―pregunto frotando mi pelo distraídamente. Supongo que fue uno de los días que quede con Seung. ¡Rayos! ― Quizás estaba dormida, no lo sé.
―Quizás ―murmura dejando el aparato sobre el mueble y metiéndose debajo de la manta.
―Pero no me comento nada ayer cuando nos vimos ―musito pensativa. Min sonríe y me mira de nuevo de un modo extraño, que me hela la sangre.
―Fue a noche cuando te llamo ―dice con una nota extraña que me provoca un ligero estremecimiento, el cual disimulo incorporándome, moviéndome por la estancia―. No se han visto hoy ¿o sí? ―Niego.
―No, creí que fue antes ―comento entrando al baño para ponerme la pijama.
Mis dedos luchan con el broche de la falda. Siento como si cada una de sus palabras intentara descubrir mis mentiras, como si estuviera estudiando mi reacción, como si esperara que confesara lo que he estado haciendo. «¡Tranquilízate, Sid! No hay manera de que lo sepa. ¡No la hay!», repito mojándome el rostro.
―Ven a dormir, cariño ―pide con demasiada dulzura. Una que resulta perturbadora. Min es un hombre serio. Su carácter no se encuentra en los extremos. No es demasiado seco, pero tampoco tan efusivo.
―Ahora voy ―respondo sin moverme. ¡Dios! ¿Qué hago?
Me acomodo sobre el inodoro, intentando hacer algo que no deseo realmente. Demoro demasiado en el baño, pero al salir sigue despierto. Me observa mientras me acomodo y en cuanto estoy a su lado, se pega a mí. Me obligo a no rechazarlo, pero me resulta tan desconcertante su actitud. Cierro los ojos intentando disipar mis pensamientos. Pero no puedo hacerlo. Su olor, su agarre, su tacto no es el que deseo. No es Seung.
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Una pasión peligrosa
Teen FictionTodo el mundo me recuerda lo afortunada que soy. Pues tengo un marido ejemplar, es guapo, amable, fiel y muy rico. Me tiene viviendo como a una reina. Soy feliz, no lo puedo negar. Min es dulce a la hora de sexo y siempre me dice que me ama. Yo tamb...