~Sid~
Mis labios tiemblan, como el resto de mi cuerpo; mis ojos arden, anticipando las lágrimas. No puedo creer que se atreva a darme la cara después de todo lo que ha hecho. Me mintió, le siguió el juego a ese maldito, se burló de mí. Verlo es recordar todas y cada una de las palabras hirientes de Min, recordar su desagradable risa, su cuerpo sobre mí, su tacto...
―Sid... ―Retrocedo y sin pensarlo, corro hacia el cuarto. No quiero tenerlo cerca, no quiero verlo, ni escucharlo, nada.
Con el corazón desbocado empujo la puerta, desesperada por escapar, pero no soy lo suficientemente rápida, la bloquea con el pie. ¡Está aquí!
―¡No! ―chillo histérica tratando con todas mis fuerzas de dejarlo fuera de la habitación. ¿A qué ha venido? ¿A jugar conmigo también?
La bilis sube por mi garganta de solo pensarlo. Fui su juguete, su intercambio, como si fuera una mujerzuela. Aunque... supongo que es lo que soy, es a lo que me han reducido... no, es a lo que me he reducido yo misma. Por creer, por pensar estúpidamente que podía hacerlo, por confiar en él. Por ser tan ingenua.
―Sid escúchame...
―¡No! ―Mis fuerzas no son las suficientes, la puerta cede y él consigue ingresar. No puedo escapar. Miro desesperada, pero no tengo a donde ir.
―¡Por favor, Sid!
―¡Vete! ―Empujo su pecho, pero es inútil, no logro apartarlo, todo lo contrario avanza―. ¡No me toques! ―protesto al sentir sus manos―. ¡No te acerques!
―Por favor, escúchame... ―Tiemblo y forcejeo para escapar, sin conseguirlo.
―No, no, no. ―Mis uñas se enganchan en su ropa, en su pelo, en su cara. No me importa. Quiero sacar toda la impotencia, toda la rabia que siento. Le odio tanto, incluso más que al mismo Min.
Siempre supe que de él no podía esperar nada, pero Seung fue distinto, vendió mentiras, puras mentiras.
―¡Detente! ―Consigue inmovilizarme, aprisionando mis brazos, pero continuo gimoteando desesperada―. ¿Que te hizo ese desgraciado? ―Su voz expresa tanta furia que me paraliza unos segundos. ¿Acaso le importa? No, no tendría porque.
―¿Que está pasando? ―Escucho la voz de una mujer, pero solo puedo concentrarme en él, en intentar descifrar su reacción.
Sacude la cabeza y sus ojos se centran en mi rostro, en los golpes que ha dejado el hombre que juró protegerme hasta la muerte. Aunque... supongo que lo cumplió, pues cuando me forzó, cuando me humillo de esa manera mató algo en mí.
Le odio y me odio a misma por haber estado ciega de deseo.
―Sid tienes que venir conmigo.
―No...
―No hay tiempo, Min volverá ―interrumpe―. Tenemos que irnos... ―Enfoco el rostro de Priscila, que me mira sorprendida, con una expresión horrorizada.
―Parece que está en shock ―se justifica y quizás sea eso o solo el hecho de lo desagradable que me resulta verlo. Pensé que se habría ido con aquella mujer, como aseguró Min, ¿era una mentira? ¿Por qué creer en él? No obstante, tampoco confió en Seung... ya no.
―No le hiciste eso tú, ¿cierto? ―pregunta vacilante. Seung resopla indignado ante la mera insinuación―. De acuerdo. Como sea. Tenemos que irnos antes de que vuelva.
¡Que vuelva! Min. No puedo quedarme, no quiero, ni puedo soportar una noche más... ¡No puedo!
―¡Tengo que irme! ―gimo intentando alcanzar la puerta, pero él no me deja escapar. No tengo fuerzas, pero si tengo luchar para lograrlo, lo hare. Me vuelvo, dispuesta a enfrentarlo.
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Una pasión peligrosa
Teen FictionTodo el mundo me recuerda lo afortunada que soy. Pues tengo un marido ejemplar, es guapo, amable, fiel y muy rico. Me tiene viviendo como a una reina. Soy feliz, no lo puedo negar. Min es dulce a la hora de sexo y siempre me dice que me ama. Yo tamb...