"Grábame como un sello en tu brazo, Como un sello en tu corazón. Porque es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como el abismo. Es centella de fuego, llamarada divina... Si alguien quisiera comprar el amor Con todas las riquezas de su c...
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¿Qué había dicho ese hombre? Parecía avergonzado, hundido, y no era para menos. Sus vidas eran desastres de los que apenas podían recuperarse y sacar algo bueno.
- Jungkook - la rubia susurró su nombre con sorpresa.
Había visto cómo él y su mujer discutían, y que no la amara daba respuesta. Pero desear a otra mujer era cosa difícil, sobretodo si el adulterio podía ser cometido con la mente y los actos. Jungkook ya era un adúltero frente a los ojos de todos.
- Es lo que tanto me pesa. Es lo que me mantiene al fuego vivo cada día. No sé a dónde me está conduciendo esto - el pelinegro bajó la cabeza y Lisa solo se quedó callada.
No podía evitar sentir una punzada de celos y tampoco era que pudiese regañarle cuando le estaba pasando lo mismo justo con él. Sabía que ambos estaban sucios por dentro, almas corrompidas por la carne. Estaban decayendo espiritualmente y pronto terminarían muriendo de pena.
Los minutos pasaron y el chico se removió intranquilo. ¿Por qué Lisa no le regañaba o aconsejaba? Tenía experiencia en eso, su esposo era el pastor y escuchaba fuertes confesiones día a día.
- Por favor no te quedes callada - susurró demolido.
Sus pensamientos eran con ella pero no pudo evitar sentirse cohibido por la imagen que tendría la rubia de él tras contarle tan gran secreto.
- No sé qué decir. Tu esposa es guapa y...
- No la deseo. No como deseo a otra mujer.
Ella jadeó por eso y apartó la mirada con un sabor amargo en la boca.
- ¿Conozco a esa mujer?
Los truenos resonaron a través de la madera. El ambiente a su alrededor era frío pero ya estaban lo suficientemente avergonzados y en incómodas situaciones como para preocuparse de ello.
- Supongo - respondió sabiendo que entraba en zona pantanosa.
- ¿Desde cuándo?
- Hace unas semanas.
- ¿Le has dicho a tu mujer?
- Claro que no. Soy incapaz de contarle eso... más que nada por nuestro hijo.
Lisa se quedó callada pensando en mil cosas hasta que el morbo y la duda le pudieron... también los celos. Si le decía que no amaba a su mujer, que no era feliz, que estaba deseando a otra, entonces no habría problema en saber la identidad de aquella mujer que robaba más su atención que la despampanante Irene.
- ¿Cómo pecas? ¿Sueñas con ella? ¿Has estado con ella?
- No. Solo... la imagino contra mi piel día y noche.
Los escalofríos removieron a la rubia haciéndola cerrar los ojos con fuerza. Podía imaginarse a ella misma durante esa escena.