"Grábame como un sello en tu brazo, Como un sello en tu corazón. Porque es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como el abismo. Es centella de fuego, llamarada divina... Si alguien quisiera comprar el amor Con todas las riquezas de su c...
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Lisa miró el tejado azul, las paredes cubiertas por finas enredaderas y la triste mecedora que se movía a causa del fuerte viento. Aquella casa parecía la típica donde entrabas y no salías. Solo que ella no deseaba salir en lo absoluto, por el único motivo de que Jungkook la esperaba al otro lado.
Había mentido a su marido diciendo que pasaría una tarde de chicas con sus compañeras de trabajo. Gong Yoo aceptó tras recitarle toda una normativa de comportamiento donde tenía que seguir al Señor y no imitar a las mundanas que tenía alrededor.
Jungkook por su parte había puesto como excusa un trabajo por cuenta propia en una casa a media hora de viaje en coche. Irene no se opuso, y aquel viernes no asistió al tenis por quedarse con Jeongsan.
La rubia tocó el timbre del hogar que convertirían en su zona de encuentros. Eso era mil veces mejor que tener sexo en un cuarto de lavadoras con las parejas de ambos a metros de distancia.
- Lisa.
Jungkook la recibió con una enorme sonrisa y fue ella la que no esperó para lanzarse a sus brazos y besarle. Habían pasado dos días desde el cumpleaños de Jeongsan pero no podía evitar sentirse en el mismo infierno sin tener al pelinegro cuando quisiera.
- Hola - sonrió extasiada.
- Hola.
Se pasearon por el salón en medio de un abrazo como dos adolescentes.
- ¿Quieres algo de beber?
- No. Estoy bien.
- ¿Has tomado el bus?
- Hmn. Los minutos se me hicieron una eternidad - confesó acariciando la punta de la nariz del joven con la suya.
- Los míos son un calvario sin ti.
- ¿Comprendes la intensidad de tus palabras, Jungkook?
- Soy muy mayor para negarlo. No gano nada con engañarte.
- ¿Entonces por qué no estamos haciendo el amor en este momento?
Lisa subió su pierna, frotando la erección del pelinegro con su rodilla de forma sutil y descarada a la vez.
- Quiero hacer eso justo ahora.
Explotaron en llamas alrededor. Eran como pólvora y fuego que necesitaban tocarse al menos. Eran deseos reprimidos y vidas carentes de emoción y felicidad. Lisa ayudó a desvestir a Jungkook mientras él hacía lo mismo con ella. Parecían al borde de la histeria, como si el cuerpo del otro fuera a esfumarse de la nada.
- Móntame. Te quiero encima.
El pelinegro se recostó en el sofá que había sacudido junto al resto de la casa cuarenta minutos antes que llegara su amante.
Lisa repartió un par de besos por su pecho antes de tomar el duro miembro entre sus manos para estimularlo.
- ¿Te gusta? - preguntó ruborizada, paseando sus labios sobre la carne surcada de venas gruesas.