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Valeria:

Me tiene en su cama el resto del día siguiente después de despertar en ella, sus actividades las aplaza solo para tomarme como una marioneta y follarme a su antojo, y no es hasta el anochecer, que abro los ojos y apenas me percato del día, cuando me deja tranquila.

Solo en el sentido sexual.

—¿Qué es esto? —Sujeto el vestido purpura en mis manos.

—Te quiero lista, ahora.—Es la única orden que me da.



(***)



—Ya me aburrí ¿Dónde está el diablo? —Ninguno de los dos "Guardaespaldas" o mejor dicho, carceleros que tengo me responde. —Bien, lo averiguare yo misma.

Lo último lo digo en voz baja y me cierran el paso.

—¿Qué? —Hablo para ambos. —¿Ahora no puedo usar el tocador de damas?

No dicen ni una palabra.

—Dios, no escapare. Estoy rodeada de toda la puta mafia rusa. —Espeto. —No quiero un tiro.

Menos si tienen a mi tía.

Aun así, me persiguen, pero al menos me dan un espacio de cinco pasos, acabo lo que tengo que hacer en el baño y recorro la casa, visitando los pasillos y por supuesto con ellos persiguiéndome.

—Señor...

Un hombre atractivo y elegante irrumpe mi paso y Alek lo espanta con la mirada, por órdenes del diablo seguramente, pero prefiero tomar aire lejos de esa gente y visitar el lugar de la reunión que estar ahí, me siento asqueada de solo respirar el mismo aire que todos esos hombres con manos manchadas en rojo.

Respiro profundo y niego acercándome a una de las pinturas, y cuando estaba por apreciarlo, mis oídos captan un ruido más.

—Señorita Valeria. —Me llama Michael.

Gemidos...

Y no cualquiera.

Alek decide venir por mí, pero me quito el agarre y sigo la ruta del sonido, intentan pararme, hasta que abro una de las habitaciones.

Y lo veo, al diablo con esa misma mujer que vi hace una fiesta atrás.

Fue tan irrelevante para mí que no recuerdo el nombre, algo que no pasará con la escena que presencio, ya que permanecerá en mi cabeza.

Como si fuera fácil de borra como el diablo de Rusia embiste el culo de ella.

Ella se carcajea al verme y noto tensión en los ojos de el solo un segundo después de verme, pero no importa por qué.

—Llévatela de aquí. —Le da la orden a Alek, quien tira de mi brazo y me empuja lejos de la puerta, junto con Michael, quien la cierra por él.

No soy la ilusa que voltea, esperando que venga a darme una clase de explicación como si se tratara de mi novio, claro que no lo espero y por eso mismo mantengo mi atención al frente.

Me deshago del agarre de esos dos hombres y voy por una copa de champagne.



(***)



Pasan los minutos y mi mirada trata de no dirigirse al único pasillo por donde volverá, ni siquiera puedo hablar con nadie porque me lo prohibió y porque se los propio a Alek y Michael.

Me cruzo de brazos y entonces lo veo venir, aun con la cremallera abajo, cosa que ignoro igual que el a mí al irse directo hacia dos hombres de traje que lo saludan.

De solo pensar que me tocara después de ...

El cuerpo se me estremece, el dialogo del diablo se prolonga y sus ojos se colocan sobre mi mientras me observa, sonríe disfrutando que me aburro, o eso pienso.

Y entonces viene en mi dirección y la de sus guardaespaldas, no le sigo la mirada y me toma del brazo.

—No actúes imprudentemente, conoce tu lugar

—No tengo uno. —Le digo. —Acabas de mostrármelo.

Se pega a mí.

—No me toques ahora mismo.

—Ya hablamos sobre eso. Me obedeces a mí. —Me acerca más a él. —Ahora sonríe y finge divertirte, eres la mujer del diablo.

Su mujer.

Un título que no vale nada.

Mis ojos van a esa mujer que acaba de unirse a la reunión, sin embargo, la atención se me va cuando él me llama la atención.

—¿Pasaras toda la noche con esa cara? —Me espeta y lo que hago es arrebatarle una copa a uno de los mozos, bebiendo el contenido. —Los numeritos de celos no son algo que  tolero.

Bajo la copa de mis labios.

—Si de algo puedo sentir celos es de su libertad.

Se vuelve hacia mí y observo a la mujer a la que le enterraba la polla hace unos minutos, la mirada del diablo sigue la mía y regresa a verme solo a mí, mientras yo no puedo quitar los ojos de esa mujer, quien conversa con otros caballeros de traje.

Alta, preciosa y libre...

Sobre todo, libre.

—Lo que ella posee y yo no. —Respondo y mi respuesta no le gusta para nada, sin embargo, no llega a decirle cuando otro sujeto vestido de traje y acompañados se nos acerca, muy interesado de hablar con el diablo.

—Diablo.

El diablo intercambia un par de palabras con el sujeto y viene hacia mí, sujetándome del codo y llevándome al lado de Alek y Michael, les da una señal y regresa los ojos en mi dirección.

—Ni se te ocurra moverte.

Aprieto los dientes. —Como diga, señor.



(***)



—Vámonos de aquí. —Ordena luego de regresar.

—Al fin.

Me toma de la mano con fuerza y me arrastra, tengo que levantar el vestido purpura para evitar caerme.

—Puedo caminar sola.

—Entonces hazlo. —Ordena sin soltarme.

Me sube al coche y sus dos hombres adelante, las puertas se cierran y el interior del coche se mantiene en silencio.

—Ven aquí. —Me ordena mientras el auto sigue la ruta de regreso al lugar donde vivo ahora.

Cierro los ojos con la mirada en la ventana.

—Esta noche no.

—Abogada, las ordenes las doy yo...

—No vas a tocarme después...

No sé cómo tuve fe de que las palabras funcionarían, él me toma a la fuerza acercándome contra su cuerpo, su mano me sube el vestido y arranca las bragas tocándome directamente la entrepierna.

—No vas a negarme lo que me pertenece. —Frota enrojeciendo mi piel. —Lo que es mío, abogada y esto es mío.

Repudio es lo que me trasmite, sin embargo, siento alivio cuando de la nada me suelta y su atención esta en algo más.

—¿Qu-e esta pasa...

La pregunta no termina de formularse, algo nos embiste desde atrás y solo oigo gritos, mis propios gritos hasta ver la oscuridad.

Abogada del Diablo (#9 Hijos de la Mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora