Epílogo

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Valeria:

Me adelante al decidir tener al bebé mucho antes de que el diablo se apareciera en mi puerta al exigir derechos, algo que no sucedió, sin embargo, me hizo saber de su conocimiento sobre ello cuando empezó a enviar "Obsequios", al principio tuve miedo de algún día abrir y encontrarme con su rostro, pero me resultó extraño que no se hiciera realidad.

Dejé de esperar e intuí que esto era algo que el anhela porque verlo de alguna forma cuidando mi embarazo sin presentarse, me decía que le importaba esto.

Me tranquilizó y estaba segura tanto como el quizá lo estaba, que el verlo me provocaría un aborto instantáneo.

Y quizás eso lo freno, quiere esto...

Tanto como yo después de pensarlo tanto...

Esto me atraía a él para siempre, era consiente, pero mientras más lo pensaba, más dejaba pasar el tiempo y me fue imposible seguir con la primera opción, aun así mientras acariciaba esa barriga que cada día se hinchaba más, supe que lo había alargado porque quería, no porque necesitara pensar si iba a seguir adelante o no.

Y fue así como llego el día del parto, estuve sola en esa habitación, observando la puerta que conducía hacia afuera de la sala, pensando estúpidamente que vendría una mano a tomar la mía, peque de tonta en ese instante, fui tonta y estúpida, pero con el dolor casi agonizante, mi único pensamiento es que no podía lograrlo.

Pero salió.

Salio y soltó un llanto que me hizo sonreír, era grande y fuerte, su voz potente al gritar me lo decía, lo abrace y pase los siguientes días en el hospital, las primeras noches a pesar de tener a mi tía ya en casa fueron un martirio.

La primera noche, el primer meses, el primer trimestre...

Hasta que de pronto fue creciendo y ya nos encontrábamos en el parque paseando como una pequeña familia.

—¿Quieres helado? —Le pregunto a mi hijo mientras le hago un nudo a sus zapatillas.

Levanto la cabeza y el asiente, sonrio y volteo a todas partes, buscando al heladero.

—De acuerdo, ve. —Le doy permiso de dirigirse a los juegos junto a los demás niños.

No lo pierdo de vista y me acerco al hombre.

—Dos helados, por favor. —Le pido y el hombre empieza a buscar en el coche de helado. —De fresa y mango.

Me giro hacia mi hijo, el entra a una resbaladiza y sonrio.

—Disculpe, se me acabo el de mango.

—¿Chocolate?

—Ese si tengo.

Asiento y me entrega ambos, saco un billete y saca el cambio en monedas, me giro, pero no lo encuentro, veo un grupo de niños y recibo el vuelto, camino de regreso donde lo deje y lo empiezo a buscar, pero mis ojos no lo encuentran, giro por la resbaladiza pero tampoco está.

—¿Roman?

No hay respuesta.

—¡Roman! —Grito el nombre de mi hijo. —¡Roman!

Empiezo a llamar la atención de los padres, algunos con sus hijos, otros con sus mascotas, todos me voltean a ver y se me acercan a preguntar, pero sus voces se pierden y me subo las manos a la cabeza desesperada.

—¡Roman!

—Lo vamos a encontrar.

—Tranquila.

—Ya aparecerá.

Las voces se unen.

Y luego el alma me regresa al cuerpo.

Abogada del Diablo (#9 Hijos de la Mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora