CAPÍTULO 26

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SOPHIA

Cuando la alarma sonó yo ya estaba con los ojos muy abiertos, una sonrisa se posó en mi rostro y extendí la mano para silenciar el sonido que debía despertarme.

El hecho de que casi no pude dormir gracias a los nervios, me sentía como una adolescente inmadura con el estómago lleno de mariposas gracias a los nervios de su primera cita, pero no podía hacer nada contra el sentimiento, era inevitable tomarlo con calma, olvidé hace cuánto tuve una cita.

Creí que hoy en día, ya no era así, creí que si ya habías cedido al sexo, no había marcha atrás, ya los tipos no se sentían obligados con este tipo de detalles, pero que equivocada estaba y lo agradezco.

Encendí la música a un volumen alto mientras me duchaba, no paraba de cantar mientras mis dedos hacían más espuma en mi cabello.

Salí de la ducha un largo rato después, abrí mi armario y pasé percha por percha sacando todo a lo que le veía potencial para hoy, mi cama terminó llena de prendas, las cuales, me probaba para ver con qué me sentía más cómoda y bonita.

Elegí unos pantalones cortos en tono rosa con una chaqueta a juego y un top blanco. Mi cabello atado en una cola de caballo, maquillaje sutil y zapatillas deportivas.

Si bien, en las reuniones de negocios Christopher siempre estaba en restaurantes caros y elegantes, sabía que fuera de lo laboral, le gustaba salir de esa monótona rutina, espero no equivocarme y quedar como una ridícula.

Quedé lista con suficiente tiempo de sobra, así que me senté en el sofá a perder el tiempo con mi teléfono en lo que llegaba la hora. Me tomó algunas selfies, sintiéndome algo tonta, sé que muchas chicas lo hacen, puedo verlas tomarle todo hasta a sus platillos y siento coraje que a mí todo eso me de vergüenza cuando a veces me dan ganas de también hacerlo, odio que me tiemblen los dedos porque creo que tomarme fotos está mal por ser simplemente yo. Me golpeo la cabeza, tratando de deshacerme de mis pensamientos abrumadores y lucho contra mi mente, así que sonrío al aparato lo más sincera que puedo y casi me echo a llorar, me veo feliz, feliz en serio.

El timbre se escucha y doy un salto del susto, tengo que sostenerme del respaldo para no caer, mis manos comienzan a sudar y no puedo creer lo tonta que soy, es solo el hombre que veo a diario.

Me dirijo a la puerta con paso firme y el corazón acelerado, paso las manos por mi cabello, pero no toco nada pues este está atado en lo alto de mi nuca.

—Contrólate —me exijo—, Sophie.

Pongo en mis labios una sonrisa forzada antes de abrir la puerta, golpeo mis dientes con mis dedos y los tallo, esperando que no tenga labial en ellos, después de tomar una respiración, abro la puerta y me encuentro con un Christopher sumamente embriagador, no hay traje, no hay chaqueta, mucho menos corbata, la playera negra en cuello uve se le pega a sus bíceps, no recuerdo si alguna vez lo había visto en jeans, pero lo dudo mucho porque recordaría lo genial que le van.

—Hola —Dije nerviosa, con mis manos pegadas a la puerta y extendiendo la falsa sonrisa que había puesto antes de verlo.

—¿Hola? —me respondió con la ceja alzada y una sonrisa que si era sincera.

—¿Cómo...? —Christopher suelta una risa interrumpiendo mis palabras, posa una de sus manos sobre mis muñecas para luego hacer que me aleje de la entrada y dejarme frente a él, enlaza sus dedos con los míos y los lleva a mi espalda, pestañeo un par de veces para enfocarlo correctamente porque estamos demasiado cerca.

—Te —beso— ves —beso— preciosa —beso—.

Entonces inclina más su rostro y me besa en serio, no picos, une sus labios en los míos sin pedir acceso a mi boca, solo disfruta de mis labios, disfruto de los suyos, es un momento corto, pero demasiado satisfactorio.

La asistente perfecta [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora