CAPÍTULO 22

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CHRISTOPHER

Había escuchado hablar de esto, más no pensé que fuera real, o creí que quizás conmigo se presentaba de manera diferente, pero no es así.

En este momento hay algo en mi pecho que lo tiene completamente descontrolado y a la vez, me encuentro más excitado de lo que recuerdo en años. Mi corazón late frenético, pero no a causa de la situación sexual, simplemente es porque la mujer tendida en mi escritorio, me descoloca por completo, me aviva sentimientos que no pensé tener y al mismo tiempo quiero entrar en ella y no salir nunca.

Me doy un golpe de realidad, estoy enamorado, me encuentro totalmente a los pies de Sophia Müller y eso no me avergüenza, al contrario, una sonrisa tira de mis labios cuando la veo con una sonrisa cansada en el rostro mientras se remueve, algo golpea en mi caja torácica al notarla con la blusa abierta, la falda arriba y el brillo de satisfacción en sus ojos.

Al humectar mis labios sus fluidos se mezclan con mi saliva, extiende sus brazos hacia mí y no lo pienso dos veces antes de ir a su encuentro, me inclino cuidando de no dejar caer mi peso completo en ella, cuando por fin unimos nuestros labios, también le doy a probar un poco de su sabor, merece conocerlo, es tan bueno, adictivo y perfecto.

¿Cómo sé que no estoy confundiendo las ganas con el corazón? Es fácil, ya no estoy interesado en saber si puedo complacer o no a otras mujeres, mi único objetivo es ella, en todos los aspectos.

Siento sus manos en mi espalda y no puedo controlar el jadeo que sale de mi garganta a causa de su tacto, sus pechos se aplastan contra mi torso, mis manos las pierdo en su cabello, una electricidad recorre toda mi espina dorsal a causa de la excitación, mi chica dobla sus rodillas, me abraza con sus piernas y vuelvo a gemir cuando nos separamos solo para cambiar la inclinación de nuestras caras.

—Christopher —gime y en respuesta le restriego mi dureza en su centro—. Christopher.

—Me pone tan duro cuando mi nombre sale de tu boca. —Su cuerpo se desliza de arriba abajo gracias a mis movimientos. No se queja, solo suelta ligeros jadeos una y otra vez mientras aferra mis labios a los suyos, cuando se separa para tomar aire, bajo mi boca a su cuello, su cabeza sale del escritorio por lo que me doy vía libre con su piel, recorro el hueso de su clavícula con la punta de la lengua y juro por Dios que nunca había probado algo tan bueno.

—¿Puedo quitarte la camisa? —Pregunta apenas en un susurro mientras va a los botones de mi camisa.

—Tú puedes hacer conmigo lo que quieras —mi barbilla baja el encaje de su sostén—, soy todo tuyo. —Digo antes de meterme uno de sus picos cafés y perfectos a la boca. Ella sigue luchando con los botones de mi camisa, sus dedos recorren con desespero mi abdomen, tiene las manos temblorosas, la siento insegura—. Perdí la cuenta de cuantas veces soñé contigo tocándome de esta manera —Vuelvo a subir a su cuello, dibujo una línea con besos en la curva y vuelvo a su boca, dándole un beso tierno y lento que le haga sentir que esto no es un juego para mí.

—Me gusta mucho como besas. —Habla con timidez, provocándome una sonrisa, la cual desaparece cuando siento su dedo medio recorrer la longitud de mi polla.

—Oh, joder, cariño. —Con la respiración hecha un desastre, dejo caer mi frente en su hombro tratando de calmar mi autocontrol cuando la yema de su dedo recorre la punta de mi glande. Trato de no explotar dentro de mi ropa, pero es difícil, he pasado un tiempo sin sexo y si le añado que ahora tengo debajo de mí a la única mujer que ha llenado mis pensamientos, esto solo se vuelve más complicado.

—Quiero hacerlo.

—¿Qué? —Sigo trabajando con mi autocontrol, pues sus dedos se siguen deslizando por donde pueden.

La asistente perfecta [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora