CAPÍTULO 33

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SOPHIA

Al sentir que el cansancio me debilita las piernas, estoy por sentarme en el sofá, sin embargo, un brazo envuelve mi cintura y me hace caer, estoy sentada en el regazo de Christopher, quien me da un sonoro beso en la mejilla antes de soltar un suspiro.

—¿Y? —me abraza con fuerza y una sonrisa tonta me llena la cara— ¿Qué tal? —cuestiona viendo alrededor de nuestro hogar.

—Me encanta —me acurruco en su pecho pidiendo en silencio un poco de mimos y eso basta para que me complazca, desata uno de los tirantes de mi overol para que así sus dedos acaricien la piel en uno de mis hombros comenzando a masajear—, pero siento que voy a morir.

—Te dije que contratáramos a alguien. —Me recuerda con un tono de reprimenda.

—No, disfruté mucho de todo esto. —El cansancio había valido la pena totalmente desde que lo vi en playera de tirantes, sus músculos tensos en su totalidad mientras arrastraba el sofá. Todo un espectáculo.

Mi novio y yo nos tomamos el fin de semana para terminar con los detalles de la casa, desempacamos muebles y acomodamos todo a nuestro gusto, pusimos algunas alfombras, figuras decorativas y llenamos de fotografías nuestra recámara y el primer piso.

—Creo que está totalmente habitable ahora sí.

—Pero hemos programado la mudanza para dentro de un par de semanas. —Le recordé.

—Tan fácil como adelantarla —dijo con demasiada obviedad—, hemos trabajado mucho por esto, ya quiero disfrutarlo.

—Te dije que se aprecia más todo cuando lo haces tú mismo. —Mi índice le tocó la punta de la nariz.

—No pondré objeción porque tuve unas perfectas tomas de tu bonito trasero mientras armabas la mesa del lobby.

—¡Por eso no quisiste ayudarme! —le golpeo el hombro con fingida indignación.

—Recuerda que soy tu esposo tradicional, eso no sería muy macho de mi parte. —Suelto a reír ante sus tontas palabras, pero entonces, cierro la boca golpe cuando siento su mano apoderarse de mi mejilla. Me giro buscando su rostro, es ahí cuando me doy cuenta de que me observa con profundidad, sus ojos acariciando mi boca, mi nariz, las mejillas. Su mirada es tan intensa que casi gimo al darme que cuenta que solo con eso está gritándome lo mucho que me ama.

—Christopher. —Susurro casi sin aliento, mi frente se pega a su sien y puedo sentir la pesadez de mi pecho al respirar, es como si mi corazón se agrandara solo para amarlo más.

—Cariño. —Me acurruco con más fuerza en su regazo y su mano quita de mi cabeza el pañuelo que mantenía mi rostro libre de cabello.

—¿Sí? —Pregunto al tiempo que gimo, pues retira la goma que ataba mi cabello.

—¿Qué te parece si hacemos una pequeña reunión? —cuestiona entre besos húmedos que deja en mi cuello— Para inaugurar nuestro hogar o algo así. —Su mano libre desata el otro tirante de mi overol.

—Como quieras. —Respondo y asiento a lo que sea que vaya a pedir, no me importa, le diré que sí a todo si sus dedos siguen acariciando mis pezones como hace ahora, levantando las puntas y después acariciándolas con ternura.

—Bien, entonces, hay que estrenar este sillón, antes de que alguien ajeno a nosotros se siente en el.

—¿A si? —sus manos van bajando la prenda que me cubría el cuerpo entero— ¿Y qué idea tienes? —Con mis pies, me deshago del overol, y cuando menos pienso, Christopher ya está acostado a lo largo del sofá, me siento encima de él y sus manos van de inmediato a mis caderas me mueve sobre su erección un par de veces antes de alzarme y deslizarme más arriba.

La asistente perfecta [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora