CAPÍTULO 31

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SOPHIA

—Lo siento, papá, yo... —Sacudí la cabeza, no había hecho nada, no tenía porque disculparme, pero al parecer, había hábitos difícil de romper. Todavía aturdida cierro la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido— No te esperaba, no tan temprano.

—¿Te mudas? —pregunta al ver las maletas de Christopher y como la noche anterior había estado acomodando, había juegos de sábanas acomodadas en el sofá— ¿Es que acaso ya no puedes con el alquiler? ¿O tu jefe ya se dio cuenta lo incompetente qué eres?

—No papá —respondo después de tomar un par de respiraciones—, no es eso —bajo aún más la voz para ver si así papá también baja su tono, pues lo que menos quiero es despertar a Chris. ¿A qué viniste? —Pregunto con dientes apretados mientras mis ojos se desvían a la habitación

—Solo quería verte —sus ojos se desviaron al suelo cuando respondió, dándome a entender que mentía, ya ha pasado un tiempo y no has vuelto al pueblo ni aunque sea un día.

—No es que tuviera a qué volver —alzo mis hombros al contestar—, y no creo que murieras por no ver a tu amada hija. —Dije con sorna.

—Mmm... que contestóncita —dijo la palabra en español y tuve que pasar saliva al escucharle decir aquello, pues solía usarla conmigo cuando era niña y no quería irme del parque, sin embargo, la usaba en medio de risas, siempre cediendo a lo que le pedía, papá no lo notó, pero para mi era como un golpe directo al pecho— te has vuelto Sophia Marian. Y grosera, no eres ni para ofrecerme un vaso de agua. —Niega con la cabeza, sin embargo, ignoro su petición, pues lo que quiero es que se vaya ya.

—Perdón no creí que fueras a quedarte mucho...

—Siempre supe que eras como tu madre, dime ¿la has visto? —hace la pregunta, pero en realidad es como si estuviera muy seguro de que ya lo hice, cosa que no entiendo— ¿Por eso ya te comportas completamente como ella? —no recordaba mucho de mi madre, si bien, no era la más amorosa con papá, no recuerdo que hayan peleado alguna vez o ella lo haya tratado mal— Te recuerdo que te abandonó, pero, ¿qué preguntas hago, verdad? Solo basta con mirarte para saber que estás tomando su escuela, hasta tu forma de vestir lo dice. ¿Ya te contó por qué se fue? —Negué, quería gritarle y decirle que no tenía la más mínima idea de donde estaba sacando tanta sarta de tonterías, pero no podía, mi garganta estaba cerrada— Luces igual a ella como la vez que... —sus ojos se apagaron, pude ver como se volvieron rojos, el dolor en su expresión rápidamente cedió y fue reemplazado de inmediato por la ira, la cual, como siempre, me tenía como objetivo—. Erick tenía razón, demasiado cambiada —se ríe burlonamente y no puedo hacer otra cosa que llevar las manos al puente de mi nariz y acomodar el centro inexistente de las gafas que solía llevar, crucé los brazos en mi pecho, pues no quería ver más su reprobación hacia mí— Dime ¿Cuándo vas a volver con él? No creo que aguantes mucho más sola.

Retuve las lágrimas como pude tras tomar una buena bocanada de aire. No quería hacer mucho escándalo porque Christopher seguía dormido en mi cama a muy pocos metros, lo único que quería es que mi padre terminará de hablar, pedir su cochino dinero y se largara.

Me acerco más a papá, alzo la barbilla hacia él y puedo ver su ceja alzada ante mi intento de parecer intimidante.

—No volveré con Erick, no lo necesito y no lo quiero —susurro con el tono más duro que había usado nunca con él—. Así sea él el único hombre en la faz de la Tierra de pudiera soportar lo repugnante que soy —lo vi enderezarse, una capa de algo que no pude reconocer toma su mirada por un segundo—, no volvería nunca a su lado. Ahora que he dejado claro eso —deslizo mi brazo por la barra a un lado de antebrazo y alcanzo mi bolso—, dime cuánto dinero necesitas para que puedas irte, tengo un día ocupado.

La asistente perfecta [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora