18. Golden Fénix.

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—¡QUINTA! —rugió Loretta esquivando las garras del dragón, rodando por el suelo sin descanso— ¡DIJE QUINTA! Agh ¿¡DÓNDE PUTAS ESTÁ PAPÁ!?

Sucia y maltrecha, el parecido físico con su padre no era la principal razón por la que la apodaban "Leona", sino su carácter y lengua áspera. Era la única con las agallas suficientes para correr entre las patas de un dragón enfurecido y parcialmente encadenado con sello mágicos, renovando los mismos a medida que la bestia agotaba la energía de las hechiceras y osaba zafarse.

La disputa con el dragón se había trasladado al estacionamiento del cementerio tras el decepcionante fracaso del plan inicial; hacía minutos Índigo fue correctamente guiado al centro del cementerio donde los pilares y cadenas de luz creados por el Ejército de Bella Nocte logró reducirlo exitosamente, pero Agustino de Dandelión nunca apareció para concluir el trabajo. El dragón agotó la energía del hechizo que lo retenía y por poco huyó del cementerio de no ser por la férrea obstinación de la Leona tras él.

Las cortas cadenas blancas que diez hechiceras creaban para atrapar las patas del rey no eran lo suficientemente resistentes y se rompían paulatinamente cada cinco minutos. Las que le cerraban el hocico eran prioridad, especialmente cuando Loretta se torció un tobillo y cayó justo entre las patas de la bestia. Ágil, la dama se cubrió tomando un sello previamente dibujado en su collar de cuentas, tan sólo lo tocó para entregarle la energía de su alma y este se expandió formando una cúpula púrpura de hexágonos sobre ella.

—¡SOLAR! —alegó la agente a una de sus hermanas, la más cercana, viendo las garras y el hocico del dragón haciendo presión sobre su escuálido escudo.

—¡Yo te cubro! ¡Sal de ahí! —ordenó la rubia de capa negra, o eso intentó— ¡Papá no aparece! ¡Hay que abortar la misión!

—¡Claro que no! —gruñó poniendo otro de los sellos de su collar sobre su tobillo— ¡Hemos llegado muy lejos para...

Las cadenas en el hocico de Índigo se rompieron y este abrió las fauces para morder el escudo de la hechicera en un milisegundo. Cada diente era más grande que su cabeza y fácilmente podría matarla de sólo aplastarla con la lengua contra el paladar, mas Loretta no gritó, confiada de su escudo al menos cuanto durara. Cortó sus palabras por culpa de un asqueroso hilo de baba que fue inmune a su magia y ensució su camisa y corbata, hubiera maldecido por ello de no ser por la luz azul sobre ella.

Lástima que, bien sabía, su escudo no resistiría si la bola de energía creciendo al fondo del apestoso hocico sobre ella se disparaba; sería menos que huesos derretidos.

—¡Sal o te saco! —Solar amenazó histérica— ¡Puta necia!

—¡No te atrevas! ¡Lo tengo bajo control! —aseguró enloquecida, haciendo aparecer una ballesta de luz púrpura en su brazo y apuntando directo al paladar del dragón— ¡A muerte, lagartija! ¡Ensuciaste mi traje y no compartes la dieta!

Hermosos destellos dorados y marrones comenzaron a llover salvando la situación; el dragón retrocedió adormilado y la cazadora que pretendía perforarle el cerebro también. Perdida la concentración de las guerreras, sus hechizos activos eran anulados desvaneciendo las cadenas, mas la ballesta de Loretta no desapareció, sólo perdió la capacidad de atinarle al blanco.

El estruendo que causó el dragón al caer dormido fue seguido por el aleteo de la inmensa polilla que se posó en su nariz, fue el "polvo de hadas" cayendo de sus alas la magia que calmó a los presentes dejando no más que las sirenas de los bomberos sonando de fondo.

—Te odio, Gin Ga —resopló la agente sacudiéndose los malditos destellos antes de ponerse de pie. Aún tambaleante caminó hacia el dragón dormido y apuntó entre sus ojos con la ballesta— ¡Apártate!

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