25. El Mar y la Luna.

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Hacía horas, en la mañana, mientras Vante y sus amigos se enfrentaban a los vampiros, en el exterior otros libraban su propia disputa bajo la luz del sol. Índigo caminaba de un lado a otro como león enjaulado ante el viejo arco de hierro que marcaba la entrada al refugio de los vampiros; una colosal cúpula oscura y apenas translúcida cubría el pueblo fantasma y las siembras cercanas, visible únicamente gracias a los truculentos sellos mágicos del Ejército de Bella Nocte, quienes sabían que la dimensión de las almas carmesí ocupaba aquel espacio. No obstante, visible o no, la solitaria entrada a la mitad de la nada era intransitable sin un vampiro que los invitara y, aunque podían avanzar bajo la cúpula, no entrarían a la oscura dimensión, situación que traía al Rey Dragón gruñendo bajo.

—¿Te puedes callar? —espetó Loretta, quien aguardaba ante el arco de hierro, fastidiada por el ruido en el que debía ser un silencioso campo— ¡Estoy tratando de negociar!

"No hay nada para ustedes aquí", fue posible leer letras rojas y difusas escurriéndose sobre la cúpula negra, justo tras el arco de acero. Era la respuesta que el Jefe Vampiro, dueño de la dimensión, les daba desde la comodidad de su mansión.

—Puedo traerles de comer —ofreció la sonriente dama sin tapujos, poniendo su mano sobre el manto oscuro para que el vampiro escuchara su mensaje—. En la prisión hay mucha sangre joven malgastándose tras las rejas.

—¿Ofreces convictos como soborno? —Moshie dudó con la mano en el mentón— ¿Los regresan vivos o...

El fénix resopló confirmando su sospecha cuando Gin sacó la lengua aflojando la cabeza a un lado, simulando estar muerto. Estaba claro; las vidas de los convictos no eran valiosas para las hechiceras sino una moneda de pago, pues no defendían la frontera cada día para conservar la vida de parásitos sociales.

Un "Lárguense" fue pésima respuesta del vampiro.

—¡ESCUCHA, MOMIA PARLANTE! —la "dama" enfureció— Estás obstaculizando la ley ¡Entrega al dragón y a Dandelión o sacaré hasta el último esbirro de sus escondrijos y le clavaré a cada uno un par de estacas! En el corazón ¡Y EN EL CULO TAMBIÉN!

—Así que negociando ¿Eh? —Moshie rió bajo.

—¿Y dices que yo me altero? —alegó Índigo.

—Ay... —Gin se masajeaba la sien, buscando fuerzas.

"¿Tú y cuántos más, niña?", fue legible la burla del vampiro. Loretta inhaló hondo por cinco segundos, juntando aire antes de voltear enfurecida y abortar la idea de entrar por la puerta.

—¡¡ATENTAS AL DÉCIMO PULSO!! —gritó por radio, reventando los tímpanos a sus hermanas.

—¡Ay, no! —Gin se colgó del dragón que apenas entendía qué planeaban las hechiceras— ¡Loretta, no te excedas! Podrías matar vampiros inocentes... Si es que existen —dudó sacudiendo a Índigo por el brazo al verlo vacilar— ¡Dile algo tú también! ¡Eres el Rey...

—Piensan romper la cúpula con magia —el dragón apenas lo captaba al ver una diana de luz palpitante en lo alto de la cúpula negra— ¡LA HARÉ PEDAZOS!

—Brutal —El elegante fénix alzó los hombros y sacó del bolsillo de su camisa perlada un par de gafas de vidrio rojizo—. Que comience el show.

—No vas solo ¡VEN AQUÍ! —exclamó Gin tras el dragón.

Como el sabio hechicero dandelión mencionó, el color índigo proviene de las profundidades del océano y, como las mareas, posee un fuerte vínculo con la luna. Loretta, fiel estudiosa del complejo significado de los colores en las almas, comprendiendo cómo estas interactúan entre sí asignó a Gin la tarea de mantener al dragón bajo control... Medida que el pobre aceptó temeroso, comprometido con su labor.

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