26. Serpiente Marina.

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Regresando las horas atrás, al grupo de prófugos que pasaba la noche en las dunas: sonaba la guitarra, cantos y cuentos raros de un viejo mago que, burlándose del paso del tiempo en su cuerpo y alma, llevaba en sí la misma juventud que sus menores acompañantes. Sorprender al conejo y al dragón era sencillo para él con un par de trucos de magia y relatos descabellados que, creyeran o no, eran reales. No obstante ¿Sorprender a Jack? Eso sí era loco e, irónicamente, muy fácil de lograr. Todo alegraba a quien fue llamado Hope alguna vez, tras pasar milenios encerrado, casi inconsciente en una cripta de la que sólo una parte de su consciencia lograba alejarse de vez en cuando cual fantasma, estaba ansioso por escuchar todo aquello del mundo que se había perdido.

Llegada la medianoche, el gato pasó del canto al ronroneo, convirtiéndose en un ovillo peludo durmió en el asiento trasero de la camioneta junto a Jack.

Energizado por la nueva rebeldía nacida de su alma mitad animal, el príncipe dragón consideró que aún era demasiado temprano para dormir. Su sirviente fue complaciente y el gato a cargo del grupo les concedió la libertad de pasear por la orilla del mar unos minutos, siempre y cuando no se alejaran ni llamaran la atención de nadie.

¿Que si fueron a besuquearse a las dunas como un par de desesperados? Pero claro que sí; ambos eran bestias en cierto porcentaje de sus almas y disfrutaban las primeras fases de un enamoramiento. El par de jóvenes hormonales vivía cada segundo de libertad con la adrenalina de saber que los estaban buscando, sabiéndose cómplices de algo muy peligroso, a la vez llamativo. Sólo al paso de los minutos, cuando sus labios comenzaron a arder dolidos por tanto desgaste, se levantaron. Sacudieron la arena de su ropa y caminaron por la orilla del mar.

El príncipe llenó sus pulmones con la brisa marina, oyendo al océano rugir rabioso a la distancia, oscuro y perpetuo sin el menor temor.

—El color índigo proviene del mar profundo —le recordó el joven vampiro, adelantándose en la caminata y avanzando de espaldas por la arena húmeda—, por eso, ahora que has ganado fuerza y energía por lo que has aprendido, puedes ver en la oscuridad y el mar no te asusta. Apostaría a que, como dragón, has crecido ¿Eh?

—No estoy seguro, no quisiera decepcionar al "aficionado de los dragones" enseñándole otra vez el "ridículo dragón salchicha" —Vante rodó los ojos con sarcasmo, no lo había olvidado.

—¡No~! Lo siento, Vante ¡Ya me disculpé por eso! —lloriqueó dramático y de rodillas, haciendo al príncipe reír— Eres el dragoncito más adorable del mundo ¡Pero sé que ya no serás tan pequeño! ¡Estoy seguro!

—Quizá mañana lo intente —sonrió hacia el océano. La grandeza del abismo oscuro le fascinaba, llamando al color de su alma, y especialmente; a la calma.

Louis Jamás se sintió tan agradecido de poder ver en la oscuridad como en aquel momento, pues aún a falta de luz sobre la tierra era capaz de ver el brillo en los ojos del príncipe y el de las estrellas, confundiéndolos a ratos por su similar belleza sobre el perpétuo azul oscuro, fuera del cielo o el océano. Hubiese animado a su chico a nadar un poco, mas dudó atemorizado por la voracidad de la costa, recordando fugazmente al pequeño dragón de patas cortas que, aunque sabía nadar y podía respirar bajo el agua, sería fácilmente llevado por las corrientes porque jamás se había enfrentado a ellas.

«Mejor no le digo», concluyó robando un último beso en la mejilla al muchacho que recuperaba la mitad de su cabello azul, sacudiendo los mechones de su frente antes de tomar su mano y caminar juntos de regreso al pie del pino más grande tras las dunas, aquel donde sabían que estaba la fogata oculta por Agust.

Vante durmió en el asiento del copiloto en la camioneta, afortunado de tener un sueño tan pesado que no existía posición incómoda para él. Por otro lado, mientras estuviese bien abrazado su conejito podía dormir en cualquier parte... Salvo por el molesto ronroneo que se desataba dentro de la camioneta cada vez que Jack se movía y el gato se acomodaba.

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